Jueves, 28 de marzo de 2024

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Benedicto XVI nos explica el Apocalipsis

Benedicto XVI nos explica el Apocalipsis

por La divina proporción

Tomo un fragmento de la catequesis que Benedicto XVI realizó el pasado día doce. Es interesante porque nos adentra en uno de los libros más desconocidos y que da lugar a más interpretaciones extrañas: el Apocalipsis. 

la Iglesia, en efecto, camina en la historia y forma parte de ella, según el proyecto de Dios La asamblea que, escuchando el mensaje de Juan presentado por el lector, ha redescubierto su deber de colaborar en el desarrollo del Reino como "sacerdotes de Dios y de Cristo" (Ap 20,6, ver 1.5, 5.10), ahora se abre al mundo de los hombres. Y aquí emergen dos modos e vivir en una relación dialéctica entre ellos: el primero podría denominarse el "sistema de Cristo," al cual la congregación está feliz de pertenecer, y el segundo, el sistema terrenal anti-Reino y anti-alianza, puesto en acto por la influencia del Maligno", que, engañando a los hombres, quiere construir un mundo opuesto al deseado por Cristo y Dios. (cf. Pontificia Comisión Bíblica, La Biblia y moral. raíces bíblicas de Christian, 70). La asamblea debe entonces ser capaz de leer en profundidad la historia que está viviendo, aprendiendo a discernir los acontecimientos con la fe, para colaborar con su acción, en el desarrollo del reino de Dios. Y esta obra de lectura y discernimiento, así como de acción, está ligada a la oración. 

En primer lugar, después de la llamada insistente de Cristo que, en la primera parte del Apocalipsis, ha dicho hasta siete veces: "El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a la Iglesia" (Ap 2,7.11.17.29, 3,6.13 .22), la asamblea es invitada a subir al Cielo para mirar la realidad con los ojos de Dios, y aquí nos encontramos con tres símbolos, puntos de referencia desde los cuales leer la historia: el trono de Dios, el Cordero y el libro (Ap 4, 1 – 5,14). 

Es curioso que muchos cristianos creen que apocalipsis significa fin del mundo y nada más lejos de la realidad. Apocalipsis significa revelación y en el libro homónimo hay muchos aspectos que son de gran importancia para nosotros. 

Podría pensarse que se está utilizando una figura maniquea que separa el Reino de Dios del mundo y los contrapone, pero no es así. Reino y mundo comparten el mismo espacio y se desarrollan estrechamente unidos. No existe una parte de la sociedad que sea mundo y otra que sea Reino, sino realidades que mezclan distintas proporciones de ambos modos de vivir. 

Su Santidad nos indica una de las claves que más nos cuesta entender. Como comunidad, la Iglesia debe entender la historia que vive en cada momento para poder colaborar a la venida del Reino. Detrás de esto nos encontramos con tres símbolos: Trono, Cordero y Libro. 

El primer símbolo es el trono, en el que está sentado un personaje, que Juan no describe, porque supera cualquier representación humana y sólo puede insinuar el sentido de belleza y de alegría, que se siente al encontrarse ante Él. Este personaje misterioso es Dios, Dios Todopoderoso, que no se ha quedado encerrado en su cielo, sino que se ha acercado al hombre, estableciendo una alianza con él; Dios hace escuchar en la historia, de forma misteriosa pero real, su voz simbolizada por rayos y truenos. Hay varios elementos que aparecen alrededor del trono de Dios, como los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes, que constantemente dan alabanza al único Señor de la historia. El primer símbolo es, por lo tanto el trono. 

Es frecuente que nos vendan un modelo de Dios lejano, indolente y hasta inexistente, pero Dios no es un Dios lejano, sino cercano a cada uno de nosotros. Más cercano que el aire que respiramos y que sin el no podríamos vivir. 

El segundo símbolo es el libro que contiene el plan de Dios sobre los acontecimientos y los hombres, está cerrado herméticamente con siete sellos, y nadie es capaz de leerlo. Ante esta incapacidad del hombre de escrutar el proyecto de Dios, Juan siente una profunda tristeza que le hace llorar. Pero hay un remedio ante la confusión del hombre, que se siente perdido ante el misterio de la historia: alguien es capaz de abrir el libro y de iluminarlo. 

Cuántas veces quisiéramos conocer la Voluntad de Dios. Cuántas veces nos sentimos perdidos y desorientados. Pero el libro está cerrado. Nadie saber hacia dónde se dirige la Voluntad de Dios, menos quien ha venido a revelar la Verdad. 

el tercer símbolo: Cristo, el Cordero que fue inmolado en el Sacrificio de la Cruz, pero que está de pie, signo de su Resurrección. Y es precisamente el Cordero, Cristo muerto y Resucitado, que poco a poco abre los sellos y revela el plan de Dios, el sentido profundo de la historia 

¿Tenemos dudas e incertidumbres? Pues leamos la Palabra de Dios, ya que Cristo vino a revelar la Voluntad de Dios. Es el único que puede abrir los siete sellos y compartir con nosotros la Verdad.

 

¿Qué dicen estos símbolos? Nos recuerdan cuál es el camino para saber leer los hechos de la historia y de nuestra propia vida. Elevando la mirada al Cielo de Dios, en relación constante con Cristo, abriendo a Él nuestros corazones y nuestras mentes en la oración personal y comunitaria, aprendemos a ver las cosas de una manera nueva y a percibir su sentido más verdadero. La oración es como una ventana abierta que nos permite mantener nuestra mirada dirigida hacia Dios, no sólo para recordarnos la meta hacia la cual nos dirigimos, sino también para permitir que la voluntad de Dios ilumine nuestro camino terrenal y nos ayude a vivirlo con intensidad y el compromiso. 

La oración y la Palabra de Dios son imprescindibles para entender lo que sucede en torno nuestra y que relación tiene con la Voluntad de Dios. La Palabra de Dios nos sirve de soporte y la oración, como las letras que nos transmiten un mensaje. 

¿Cómo guía el Señor a la comunidad cristiana para una lectura más profunda de la historia? En primer lugar, invitándola a que considere con realismo el presente que estamos viviendo. Luego, el Cordero abre los primeros cuatro sellos del libro y la Iglesia ve el mundo en el que está insertada, un mundo en el que hay varios elementos negativos. Hay males que el hombre cumple, como la violencia, que nace del deseo de poseer, de prevalecer los unos sobre los otros, hasta llegar a matarse (segundo sello), o la injusticia, porque los hombres no respetan las leyes que se han dado (tercer sello). A estos se añaden los males que el hombre tiene que sufrir, como la muerte, el hambre, las enfermedades (cuarto sello). Ante estas realidades, muchas veces dramáticas, la comunidad eclesial está invitada a no perder nunca la esperanza, a creer firmemente que la aparente omnipotencia del Maligno se choca con la verdadera omnipotencia que es la de Dios.  

Sin duda la Iglesia está insertada en el mundo y padece junto con él. La sociedad es la que ofrece a las personas que integran la Iglesia y la Iglesia las convierte en algo más que seres que pasan por la vida. Las problemas que vemos en la Iglesia parten de la sociedad y en la medida que la Iglesia es capaz de transformarnos, nosotros transformamos la sociedad. 

Pero, tal como indica el Santo Padre, la Esperanza es primordial en el ser del cristiano. Un cristiano sin esperanza es un cristiano que ha perdido la esencia de mensaje cristiano. ¿Hemos perdido la Esperanza? No nos preocupemos, la Iglesia nos enseña a volver a Cristo y volver a llenar nuestra boca del Agua viva que nos ofrece el Señor.

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