Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Al anochecer del 4 de octubre, barrio de La Elipa (Madrid)

por Jorge López Teulón

Escribe Joaquín L. Ortega que “en lugares tan especiales como Silos no hace falta acogerse a ninguna ley para cultivar la memoria histórica. Se cultiva allí hace siglos y casi sin querer. El románico del claustro, las cadencias del gregoriano, el archivo y la biblioteca o la veneración diaria de los restos de Santo Domingo, mantienen viva la memoria del pasado. Un pasado muy denso que no impide la valoración y el aprecio del pasado más reciente.
Así lo prueba el empeño actual de la comunidad por llevar a buen puerto la beatificación de cuatro monjes, residentes en el priorato silense de Madrid, que fueron asesinados entre septiembre de 1936 y enero de 1937. Fueron ejecutados en fechas distintas y enterrados en lugares diversos. Pero los cuatro coinciden en que su muerte se debió exclusivamente a su condición de monjes. El móvil de su fusilamiento fue “el odium fidei” que se desató en España por aquellas infaustas calendas. El proceso ahora en marcha -y con buenas perspectivas de éxito- trata de demostrar que aquellos cuatro benedictinos fueron mártires. La documentación pertinente, los testimonios y los estudios requeridos están en Roma hace ya cinco años. Roma tiene ahora la palabra”.
Montserrat en el corazón de Madrid
En 1640, los monjes Benedictinos de Montserrat que fueron expulsados de Cataluña, llegaron a Madrid. Felipe IV ordena construir un Monasterio para ellos que se llamaría de Montserrat. Siglos después, en 1842, con la expulsión de los religiosos, el edificio se convertiría en cárcel de mujeres. A principios del siglo XX, la iglesia fue devuelta a los monjes Benedictinos y estableció un priorato dependiente de la abadía de Santo Domingo de Silos en 1923.

En la guerra civil la iglesia se convirtió en salón del baile, otra de las atrocidades que soportó este templo; y tras la guerra, el monasterio completo volvió a manos de los monjes que seguirían dependiendo de Silos.
Los cuatro mártires del Monasterio de Madrid tuvieron trayectorias vitales muy diversas:
  • El Padre Prior José Antón Gómez, o.s.b., era natural de Hacinas (Burgos) y había nacido el 26 de agosto de 1878. Fue un buen políglota, un fino intelectual que supo volcar sus cualidades en un múltiple servicio a su comunidad silense: profesor de humanidades de los oblatos, bibliotecario, consejero. Como prior de Montserrat de Madrid, fue piadoso, bondadoso, y caritativo. Sacrificado, in odium fidei, a las puertas de Madrid, carretera de Andalucía, la noche del 25 de septiembre de 1936.
  • El Padre Antolín Pablos Villanueva, o.s.b., natural de Lerma (Burgos) había nacido el 2 de septiembre de 1871. Subprior tuvo una larga vida 69 años, en la cual destaca su papel como “misionero” monástico, ya que fue enviado a la fundación de México, y allí fundó San Rafael, en la capital del país. Expulsado por la Revolución, regresó a España y se estableció en nuestro priorato madrileño, donde ejerció un gran papel a favor de las almas. Sacrificado en él termino de Soto de Aldovea de Torrejón de Ardoz (Madrdi) el 8 de noviembre de 1936.
 
  • El Padre Luis Vidaurrázaga González, o.s.b. Nació en Bilbao el 13 de septiembre de 1901, por lo que tuvo una vida breve pero de intenso fervor y humildad. Algunos monjes ancianos lo recuerdan por su discreción y amor al oficio divino y a la Liturgia. Nació en Bilbao entró de niño en Silos, profesó, se ordenó sacerdote, y pasó unos años en Nuestra Señora de Cogullada, antes de venir al priorato de Montserrat. Sacrificado junto a las tapias del Cementerio de La Almudena, el 31 de diciembre de 1936.
 
  • El cuarto es nuestro protagonista de hoy, el Padre Alberto Alcocer.


 
Os invito a que visitéis la página web de los monjes:
Siervo de Dios P. Alberto Alcocer Martínez
Nace en Madrid, el 29 de octubre de 1889. Durante su infancia y juventud vivirá en Madrid, Orense, Toledo y Vitoria. Cursa estudios de Historia en la Universidad de Madrid en 19061907. En septiembre de 1909 ingresa en el monasterio benedictino de Santo Domingo de Silos. Toma el hábito el 19 de octubre de 1909 e inicia su noviciado canónico el 18 de septiembre de 1910. Interrumpe el noviciado en marzo de 1911 para hacer el servicio militar en Ceuta. Volverá a Silos a reincorporarse al noviciado en marzo de 1914. Emite su primera profesión el 6 de abril de 1915 y profesa solemnemente el 9 de mayo de 1918. Es ordenado presbítero en Burgos el 25 de agosto de 1918, celebrando su primera Misa en Silos el 8 de septiembre.
 
Desde abril de 1919 a marzo de 1920, en que vuelve a Silos, reside en el monasterio de Santa María de Cogullada (Zaragoza). Marcha al monasterio de Nuestra Señora de Montserrat de Madrid en abril de 1925. Aquí multiplica el P. Rafael su actividad como orador sagrado y conferenciante por diversas ciudades de España, al tiempo que se dedica a los trabajos científicos, en especial al estudio de la literatura hispanoárabe.

El 19 de julio de 1936 abandona el monasterio, al igual que los demás monjes, y se oculta en casa de su primo Santos Alcocer, pero pronto se refugian ambos en una pensión. Pasado algún tiempo, el Padre Rafael encuentra acomodo en la librería Saeta (Alberto Aguilera, 58), donde enseguida comenzará a llevar una vida bastante normal, con salidas diarias. El 30 de septiembre es detenido por individuos de la C.N.T. Es llevado a la checa de Ferraz 16, donde coincide con otro sacerdote, Don Antonio Cortés Moral, párroco de Horche (Guadalajara). Juntos fueron fusilados el 4 de octubre de 1936 en el barrio de la Elipa.
Sus restos, junto con los de los otros 3 monjes, se conservan en la “sacristía de los Mártires” en número 79 de la calle san Bernardo, en la iglesia de Montserrat de Madrid.
El 11 de julio de 2002 fue introducida su causa de beatificación en la Archidiócesis de Madrid.
Siervo de Dios Antonio Cortés Moral
Natural de Horche (Guadalajara), nacido el día 5 de diciembre de 1875 a las cinco de la madrugada, hijo de Alfonso Cortés Moral, labrador de profesión, y Manuela Moral Bratuti. Fue bautizado el mismo día, en la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción de Horche, por D. Eugenio Ávila, actuando como madrina, su abuela paterna, Juana Moral. Fue el mayor de 10 hermanos: Juan Antonio, Enrique, Joaquín, Isidoro, Luisa, María, Mª Bonifacia, Abilio, Tomás y Ricardo.    Fue ordenado sacerdote el día 23 de noviembre de 1899 en Toledo, por el Dr. Laguarda, Obispo Auxiliar.
Juan Antonio celebró por vez primera el Santo Sacrificio de la Misa el día 1 de enero de 1900, en la Iglesia parroquial de Horche, consiguiendo, por sus méritos, cantar misa antes de cumplir la edad habitual. A la mayoría de sus hermanos los casó. Siempre decía al nacer un niño, que había que bautizarle como muy tarde a los ocho días, para asegurar su salvación, en caso de fallecimiento prematuro. Le debió impresionar el saber que su hermano Juan nacido un año antes que él (octubre de 1874) falleció a los tres meses.
Don Juan Antonio era un sacerdote inmejorable. Todo el mundo le respetaba y la gente de Horche estaba encantada con que fuera párroco, un cura nacido en el pueblo. Tenía fama de buen predicador y llevaba fenomenalmente la parroquia. Ejerció como sacerdote en Dos Barrios (Toledo), Malaguilla y Torija, antes de establecerse en Horche. En su pueblo, de donde fue párroco desde 1910 a 1936, durante 26 años, no tenía ningún enemigo. Más bien al contrario: si estaba a su alcance, accedía a cualquier favor que le pidieran. Era muy generoso, nada era suyo, todo era para los demás. Ayudó también a su familia, para que estudiaran algunos de sus hermanos.
Como ya se ha dicho, era párroco de Horche en tiempo de la pasada guerra civil española. Unos tres o cuatro días después del 18 de julio, había en la plaza un grupo de milicianos muy exaltados, y al poco rato ya estaba uno en la puerta de la casa del cura, y hombres que gritaban desde fuera: “¡Señor cura, que vienen a matarle!”. Don Juan Antonio ya estaba resignado “a dar su vida por Dios”, según dijo, cuando entraron en la casa una avalancha de gente, gritando “¡Compañeros, a por el cura!”. Encabezaba a los milicianos uno que, casualmente, era primo carnal del sacerdote. Al reconocerle, se puso delante del resto y les gritó: “¡Compañeros, no le toquéis, que es mi primo carnal!”. Aquello le salvó la vida por el momento. Dos milicianas quisieron registrar la casa “por si había armas”. Mientras ellas estaban haciendo el registro, el resto de milicianos se estuvieron mofando de D. Juan Antonio todo lo que quisieron. Dejaron la casa patas arriba y se marcharon; uno de sus hermanos lo vino a buscar y lo tuvo, durante unas horas, escondido en un pajar.
Desde el 22 de julio de 1936 anduvo don Juan Antonio camuflado en casa de sus familiares; también estuvo escondido, algunos días, en distintas casas de los vecinos del pueblo (cambiaba de lugar, porque decían que iban a quemar todo el barrio donde se encontraba) y por las noches marchaba al campo. Hasta tuvo que ocultarse alguna noche en el interior de una tinaja de la bodega. Desde la ventana de la cocina o desde el pajar, observaba la torre de la iglesia, con gran ilusión, lamentando no poder acercarse a realizar sus actos litúrgicos.
De poco le sirvieron las precauciones, pues el 29 de septiembre, por la noche, vino otra avalancha de milicianos asturianos, y se metieron en un bar que había en la plaza Mayor de Horche. Empezaron a hablar, y uno de ellos debió de preguntar:
“-¿Aquí, en este pueblo, no hay ningún cura?”.
Y una mujer que estaba allí, al parecer bastante bebida, le delató:
“-¡Huy que no... lo tienen escondido!”.
Fueron preguntando a la gente del pueblo, y, al final, consiguieron dar con la casa donde estaba, calle Serrano nº 100.Fue detenido en la noche del día 29 al 30 de septiembre de 1936, y sacado del domicilio donde estaba refugiado, llevándolo a la checa de la calle Claudio Coello, junto a su hermano Abilio, que era agricultor.
Ya había amanecido cuando los montaron en un camión y se los llevaron a la calle Ferraz, n° 14, en la checa de la CNT instalada en el palacio de la citada calle, donde se encontró con el P. Rafael Alcocer, monje del monasterio de Nuestra Señora de Montserrat de la calle San Bernardo de Madrid. La checa de Ferraz estaba controlada por el Comité de Abastos de la CNT, a cuyo frente se encontraba Carmelo Iglesias. Los detenidos en esta checa eran encerrados en un cuarto de baño del sótano, al lado de la cocina, pero para declarar eran subidos al piso superior.
Allí permanecieron hasta el 4 de octubre de 1936, “en que los sacaron y los llevaron al barrio de la Elipa, abajo, donde juntos (don Juan Antonio y el monje benedictino) fueron fusilados” en esa fecha. Don Juan Antonio pidió que liberasen a su hermano Abilio, el cual se salvó porque tenía cayos en las manos de trabajar en el campo.
Fue enterrado en una fosa común en el cementerio del Este, pero con un distintivo al cuello, lo que sirvió para identificar sus restos una vez terminada la guerra civil y ser trasladados a su pueblo natal, donde reposan al pie del altar mayor de la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción de Horche, con una lápida donde se lee: “Los sacerdotes D. Juan Antonio Cortés Moral, párroco de esta villa y D. Pedro Cortés Calvo, Capellán de Villaflores (Guadalajara), víctimas de la revolución anticristiana. Muertos los días 4 de Octubre y 4 de Septiembre de 1936. Descansan en la paz del Señor en esta Iglesia de su pueblo natal. Ante estas víctimas del odio anticristiano, pidamos hermanos a Dios que reine siempre entre los hombres el amor cristiano”.
(Datos ofrecidos por Raúl Corral Blázquez).
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