Jueves, 28 de marzo de 2024

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¿Qué es lo virtual?

por Juan del Carmelo

           Somos muchos, los que no tenemos una idea clara acerca del significado de este vocablo. Y ello es, porque el mismo ha sido empleado para designar una serie de ambiguas situaciones, que nada tienen que ver unas con las otras. Por ello considero conveniente que recordemos lo que nos dice la RAE, sobre este vocablo:   

1. adj. Que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real. En términos vulgares, es virtual, por lo tanto, aquello que nos puede parecer real y que no lo es. Y en relación con este tema, voy a contar una historia, que hace algún tiempo me enviaron:

 

          Cierto día, nos cuenta un ejecutivo que estaba de viaje y nos dice: Apurado y con mucho apetito, me senté en la terraza de un restaurante. Escogí una mesa bien alejada del movimiento, porque quería aprovechar el tiempo que todavía tenía ese día, antes de que mi vuelo saliese y así comer y trabajar un poco con el ordenador portátil que llevaba, para después coger un taxi que me llevase al aeropuerto, para así poder comer y concretar algunas ideas de programación, de un sistema que estaba desarrollando. Además  también tenía ganas de planear mis vacaciones, que desde hace mucho tiempo no sé lo que son.

          Pedí un filete de salmón con alcaparras en manteca, con una ensalada, y zumo de naranja, pues al final de cuentas, había trabajado y no estaba con ganas de guardar esos malditos regímenes y dietas que nos imponen, todos los que cuando nos ven, caritativamente te dicen: has engordado un poco, y tú te callas, pero interiormente le mencionas a su padre, que no tiene la culpa de nada, o tratas de sacarte la espina, utilizando tu propia capacidad de ironía, si es que está presente alguien más, que pueda alabarte tu ingenio.

         Abrí mi portátil, y enfrascado en mis pensamientos y en la apertura del portátil, me llevé un susto, con aquella voz bajita y suplicante detrás de mí, que me dijo: Señor, ¿me da unas monedas? Me quise quitar de en medio esta molestia y le mentí diciéndole: No tengo nada, pequeño, y el insistió: Solo unas monedita para comprar un pan. Y como vi que no me iba a quitar el moscardón tan fácilmente le dije: Está bien, yo te compro uno, y añadí, espera un momento a que venga el camarero.

         Volví a mi trabajo inicial de abrir el ordenador, pero mientras este cargaba los programas, pensé en lo tacaño que somos incluso cuando damos una limosna. Enseguida queremos controlar que es lo que va hacer el que nos la pide, con el dinero que le damos. Hubiese sido más fácil, darle las monedas y me hubiese dejado ya en paz. Pero no lo hice así, sino como lo hace la mayoría de las personas, que inmediatamente piensan, que el dinero que damos, lo van a malgastar y ello muchas veces nos sirve de disculpa para no tener que dar nada. Nos olvidamos de que quien pide lo necesita, más que nosotros y tiene menos que uno y que haga, lo que haga con el dinero que recibe, eso no es problema de uno, no tratemos de controlar, si el que recibe, mal emplea el dinero que tú le das, este es su problema frente al Señor, el tuyo es dar sin mirar a quien y que es lo que va a hacer, porque si no lo hacemos así, frente al Señor, tú mismo, estas desvirtuando el mérito de tu limosna.

          El ordenador, había terminado ya su trabajo de apertura y para no variar, mi casilla de correos estaba llena de e-mails. Quedé distraído leyendo poesías, bonitos mensajes y presentaciones, riendo de esas locas bromas, que algunos amigos nos envían. ¡Ah! esa música me llevaba a Londres, recordando un hermoso tiempo pasado.

Como yo ya había pedido antes, el camarero me lo había traído, y vista la pinta del niño, me preguntó: ¿Quiere Vd. que le retire al niño? Me dio cargo de conciencia, con mi comida servida y el niño hambriento por la forma de mirarla, y le dije al camarero: No, está  bien, tráigale…, me interrumpe el niño y me dice: Señor, pida que le pongan al pan manteca y queso también. Me cayó bien la salida del niño, y le dije al camarero que se lo trajese y además, una hamburguesa y un helado de postre.

          Como mi comida, ya la había traído el camarero, tuve que abandonar el portátil y empezar a comer. Entonces el niño se sentó frente a mí y preguntó: Señor ¿qué está haciendo? Estoy leyendo e-mails le dije. Y ¿qué son e-mails? Son mensajes electrónicos enviados por personas vía Internet.

           Sabía que él no iría a entender nada, y para evitar mayores cuestionamientos le dije: Es como si fuese una carta, solo que se envía por Internet. Señor, ¿usted tiene Internet?  Sí lo tengo, es esencial en el mundo actual. Y ¿qué es Internet? Es un lugar en el ordenador donde podemos ver y oír muchas cosas, noticias, música,  conocer personas, leer, escribir, soñar, trabajar, aprender. Tiene todo, pero en un  mundo virtual.

          Me había olvidado del afán insaciable de conocimientos que tienen los niños, y lógicamente me cayó enseguida la siguiente pregunta: Y ¿qué es lo virtual?

             Me decidí a darle una explicación simplificada, con la certeza de que él poco iba a entender, y así me iba  a librar para poder tomar mi comida tranquilamente, y por ello le dije: Virtual es un lugar que imaginamos, algo que no podemos tocar, alcanzar. Un lugar en el que creamos un montón de cosas que nos gustaría hacer. Creamos nuestras fantasías, transformamos el mundo en casi como quisiéramos que fuese.

          ¡Qué bonito!, me gusta mucho lo que me ha dicho señor. Entonces yo le dije: Pequeño, ¿entendiste lo que es virtual? Sí señor, yo también vivo en este mundo virtual. Pero, ¿tú tienes ordenador? Le pregunté sorprendido y él me dijo: No, pero mi mundo también es de ese estilo,... yo lo veo ¡virtual!  

            Mi madre pasa todo el día fuera, llega muy tarde y casi que no la veo. Yo paso el día, cuidando a mi hermano pequeño que vive llorando de hambre, y le doy agua para que el piense que es sopa. Mi hermana mayor sale todo el día, dice que va a vender su cuerpo, pero yo no lo entiendo, pues ella vuelve siempre con su mismo cuerpo. Mi padre está en la cárcel hace mucho tiempo. Y yo siempre imagino a toda la familia junta en casa, mucha comida, muchos juguetes en Navidad, y yo yendo a la escuela para ser un gran médico algún día.

           ¿No es virtual eso, señor? Cerré mi ordenador y me puse unas gafas oscuras, para que no se me vieran mis lacrimógenos ojos. Esperé a que el niño terminase literalmente de  “devorar” su plato, pagué la cuenta y le di el cambio al pequeño junto con un billete. El, me retribuyó con una de las más bellas y sinceras sonrisas que jamás había recibido en mi vida, y además con un “¡Gracias señor, usted es formidable!”.

          Ahí, en ese instante, tuve la mayor prueba del virtualismo insensato en que vivimos todos los días, en cuanto, que a la cruel realidad rodeada de verdad, no queremos verla y nos hacemos la cuenta que no la percibimos.

 

          Nuestras vidas, están plenas de situaciones virtuales, unas son conscientes cuando soñamos despiertos y otras inconscientes cuando tenemos sueños fisiológicos. El deseo humano, que es el motor que genera nuestra actividad, pone en funcionamiento nuestra voluntad, cuando vemos que lo que deseamos puede ser conseguido realmente, pero cuando vemos que no podemos alcanzarlo, nacen en nuestra mente, los sueños y las fantasías, es decir la virtualidad, lo que no ha sido y hubiésemos querido que fuese, lo que fue realmente fue y hubiésemos querido que nunca ocurriese. Es el mundo de la imaginación que tantos beneficios le producen al maligno, porque el gran porcentaje de ella tiene una orientación negativa para nuestra vida espiritual.

 

         Pero, sin embargo, nuestra imaginación tiene un porcentaje muy positivo, cuando su fuerza creadora la utilizamos para fomentar en nuestra vida espiritual la virtud de la esperanza. ¿Quién, aunque solo se tenga un mínimo de fe, no se ha imaginado como es el cielo? ¿Quién es, el que no tiene su particular visión imaginativa de cómo será el cielo? ¿Dónde está la persona con fe o sin ella, que nunca se halla preguntado: ¿Qué me pasará después de mi muerte? Todo el mundo se hace estas preguntas porque incluso aquellos que presumen de ateísmo monolítico, saben perfectamente que no tienen  evidencia de lo que dicen que piensan. Bien es verdad, que los que creemos, tampoco tenemos evidencia, pero tenemos un algo fantástico que se llama fe y que en la medida en que se aumenta el desarrollo espiritual de un alma, esta fe, que al principio puede haber sido dubitativa. Se convierte en una roca de tal fortaleza, que a más de un santo le ha hecho exclamar: Por favor Señor, que no tenga yo jamás en esta vida una aparición celestial, porque entonces mi fe desaparecería convertida en evidencia y yo me perdería los méritos que me proporciona mi fe; es el mérito que ahora tiene, el que tenga la dicha de creer sin ver.

 

Y dicho esto así, entramos en el campo de los sueños fisiológicos, que tantas situaciones agradables y desagradables nos hacen pasar nuestros sueños, a todos los que dormimos, es decir, absolutamente a todo el mundo. Pero los sueños pueden ser una fuente de aprovechamiento espiritual para el alma que está profundamente enamorada del Señor. San Juan Casiano explica muy bien que hay que invocar el nombre de Jesús en el momento de dormirse, para que la oración penetre el sueño.

 

Por su parte, escribe el maestro Jean Lafrance y nos dice: “Llega un momento en el que el inconsciente está tan saturado de oración, que las ensoñaciones se convierten en un medio de comunicación con Dios; son los sueños. Existe pues, una unión profunda entre sueño y oración, y por eso el hombre debe despertar, pues vive continuamente olvidado de Dios. El sueño físico no es más que una señal de sueño espiritual, mucho más profundo, que hace vivir como un autómata o como un sonámbulo”.

 

Pedro Finkler también se ocupa de este tema y nos dice: “Es posible seguir rezando también mientras se duerme. El misterioso fenómeno del sueño fisiológico entraña la disolución de la conciencia hasta el punto de privar al hombre totalmente de la capacidad de controlar con eficiencia la actividad mental. Pero esta no queda suprimida por el sueño; lo que se suprime es solo la capacidad del control sobre el pensamiento. Mientras el hombre duerme, su cerebro sigue en actividad produciendo imágenes, fantasías, recuerdos. Se trata empero de una actividad silvestre y totalmente descontrolada”.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. LOS DESEOS HUMANOS. Isbn. 978-84-613-1629-8.

-        Deseos humanos. Glosa del 27-02-10

-        Deseos fundamentales en la vida espiritual. Glosa del 03-07-11

-        Imaginación negativa en la vida espiritual. Glosa del 14-01-11

-        Valor espiritual de la imagen y la imaginación. Glosa del 22-04-11

-        Voluntad y deseo.            Glosa del 02-05-11

 

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