Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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16 horas del 24 de julio, por las calles de Guadalajara

por Jorge López Teulón

Las primeras en ser beatificadas
 
El 29 de marzo de 1987 es la fecha histórica en la que el Beato Juan Pablo II subió a los altares a las primeras víctimas de la persecución religiosa. Se trataba de tres carmelitas descalzas de Guadalajara: Sor María del Pilar de San Francisco de Borja, Sor Teresa del Niño Jesús y de San Juan de la Cruz y Sor María Ángeles de San José. Estas fueron las palabras que el Pontífice dedico a las mártires.
“Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo” (Sal 23, 4).
Con estas palabras pudieron dirigirse al Buen Pastor estas tres hijas del Carmelo, cuando les llegó la hora de dar la vida por la fe en el divino Esposo de sus almas. Sí, “Nada temo”. Ni siquiera la muerte. El amor es más grande que la muerte y “Tú vas conmigo”. ¡Tú, el Esposo crucificado! ¡Tú, Cristo, mi fuerza!
Este seguimiento del Maestro, que nos debe llevar a imitarlo hasta dar la vida por su amor, ha sido casi una constante llamada, para los cristianos de los primeros tiempos y de siempre, a dar este supremo testimonio de amor -el martirio- ante todos, especialmente ante los perseguidores. Así la Iglesia, a través de los siglos, ha conservado como un legado precioso las palabras que Cristo dijo: “el discípulo no es más que el maestro” (Mt 10, 24), Y que “si a mí me han perseguido, lo mismo harán con vosotros” (Jn 15, 20).
De este modo vemos que el martirio -testimonio limite en defensa de la fe- es considerado por la Iglesia como un don eximio y como la prueba suprema de amor, mediante la cual un cristiano sigue los mismos pasos de Jesús, que aceptó libremente el sufrimiento y la muerte por la salvación del mundo. Y aunque el martirio sea un don concedido por Dios a unos pocos, sin embargo, todos deben -y debemos- estar dispuestos a confesar a Cristo delante de los hombres, sobre todo en los periodos de prueba que nunca –incluso hoy día– faltan a la Iglesia. Al honrar a sus mártires, la Iglesia los reconoce, a la vez, como signo de su fidelidad a Jesucristo hasta la muerte, y como signo preclaro de su inmenso deseo de perdón y de paz, de concordia y de mutua comprensión y respeto.
Las tres mártires carmelitas tuvieron, sin duda, muy presentes, como conocemos por sus testimonios, aquellas palabras que dejó escritas su Santa Madre y Doctora de la Iglesia, Teresa de Jesús: “El verdadero religioso... no ha de volver las espaldas a desear morir por él y pasar martirio” (Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección, 12, 2).
En la vida y martirio de Sor María Pilar de San Francisco de Boria, de Sor María Ángeles de San José, y de Sor Teresa del Niño Jesús, resaltan hoy, ante la Iglesia, unos testimonios que debemos aprovechar:
— el gran valor que tiene el ambiente cristiano de la familia, para la formación y maduración en la fe de sus miembros;
— el tesoro que supone para la Iglesia la vida religiosa contemplativa, que se desarrolla en el seguimiento total del Cristo orante y es un signo preclaro del anuncio de la gloria celestial;
— la herencia que deja a la Iglesia cualquiera de sus hijos que muere por su fe, llevando en sus labios una palabra de perdón y de amor a los que no los comprenden y por eso los persiguen;
— el mensaje de paz y reconciliación de todo martirio cristiano, como semilla de entendimiento mutuo, nunca como siembra de odios ni de rencores;
— y una llamada a la heroicidad constante en la vida cristiana, como testimonio valiente de una fe, sin contemporizaciones pusilánimes, ni relativismos equívocos.
La Iglesia honra y venera, a partir de hoy, a estas mártires, agradeciéndoles su testimonio y pidiéndoles que intercedan ante el Señor para que nuestra vida siga cada día más los pasos de Cristo, muerto en la Cruz.
 
Los hechos
El 22 de julio de 1936, Guadalajara fue tomada. Había que abandonar el convento. Las monjas vestidas de seglares se disponían a salir cuando llegó el capellán, don Eulogio Cascajero (que poco después alcanzaría también la palma del martirio), a darles la comunión y les dijo: “Comulguen por viático”.
https://464martires.es/index.php/464-martires/18-sigueenza-guadalajara/sacerdotes/165-cascajero-sanchez-eulogio

           En estos momentos acude la portera y les dice que no se demoren en salir pues vienen a quemar el convento. Salen de dos en dos y se reparten en casas conocidas, allí oran sin cesar.
El 24, siendo muchas en el mismo lugar y comprometiendo a la dueña, salen para la casa de otra amiga suya: Sor Teresa, Sor Pilar y Sor Mª Ángeles. Salen sobre las 4 de la tarde y al pasar junto a un camión donde unos milicianos estaban merendando, una miliciana al verlas, exclamó: “Disparadles, son monjas”. Se bajan del camión y van en su busca. Ya habían entrado en el portal, pero las obligan a salir a la calle. La primera en salir es Sor Mª Ángeles de San José, le dispararon varios tiros, cae mortalmente herida y en el silencio entrega su vida a Dios. “¡El amor a Jesús es más fuerte que la muerte!” La noche anterior le había dicho a la Priora: “¡Madre, qué dicha si fuéramos mártires!” Uno de sus confesores manifestó: “La hermana Mª Ángeles habría alcanzado la santidad, aunque no hubiera padecido el martirio”.
La segunda, Sor Mª Pilar de San Francisco de Borja, ha sido también herida, da unos pasos y cae al suelo. Al ver que no está muerta, le disparan nuevamente, hiriéndola también con arma blanca. Ella exclama: “¡Viva Cristo Rey!” “¡Dios mío, perdónalos!”. Un guardia de asalto consigue llevarla a una farmacia para auxiliarla. Ante la gravedad de las heridas la trasladan a la Cruz Roja y de allí al Hospital Provincial, donde murió enseguida. Todos los que la tratan se asombran de su entereza y entrega, especialmente repitiendo palabras de perdón.
Sor Teresa del Niño Jesús, al salir la última, del portal nº 5 de la calle Francisco Cuesta, no le alcanzaron las balas. Asustada se metió en el portal del nº 1 de la misma calle, salió nuevamente e intentó refugiarse en el Hotel Palace. Unos milicianos le impiden la entrada. Uno de ellos, cogiéndola del brazo se la lleva, con el consiguiente sofoco de la religiosa. A este, por el camino, se le van sumando más milicianos. “Es una monja y le vamos a dar el paseo”, dijo uno de ellos, mientras se dirigían al cementerio. Al llegar allí, arreciaron las insinuaciones malignas de los milicianos, mientras la obligaban a gritar: “¡Viva Azaña!”… Ella se sobrepone gritando con fuerza “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey!”
Indignados con tan constante resistencia, le mandan dar unos pasos adelante, en un momento dado, “abriendo sus brazos”, echó a correr gritando: “¡Viva Cristo Rey!”. Una descarga certera corta sus pasos por la espalda y cae en tierra desplomándose.
Ya han sido tronchadas las tres azucenas blancas.
Beata María del Pilar de San Francisco Borja
Nació en Tarazona (Zaragoza) el 30 de diciembre de 1877. Al bautizarla le pusieron por nombre Jacoba. Fue la última de once hermanos. Sus padres eran muy buenos cristianos y supieron educar dignamente a sus hijos. Ocho murieron de muy niños y los tres que quedaron se consagraron al Señor en la vida sacerdotal o religiosa. Tenía esta angelical niña un carácter apacible y bonachón. Dice ella que aprendió a rezar casi antes que a hablar. Sus padres iban todos los días a misa y en casa se rezaba el rosario y se leían las vidas de los santos.
No quería ser monja como su hermana Severiana... pero después abrazó la vida carmelita y se entregó de lleno a ella... Las notas características suyas serían, sobre todo, un gran amor a la oración y soledad. Una profunda humildad, pues siempre se sentía la última de todas. El amor a Jesús Eucaristía y a la Virgen María fueron los polos de su vida. Poco antes de estallar la guerra, dijo a su Madre Priora: " - Madre, yo me ofrezco como víctima por V. Reverencia y por toda la Comunidad".
 
Beata Teresa del Niño Jesús y de San Juan de la Cruz
Nació en Mochales (Guadalajara) el 5 de marzo de 1909. Al bautizarla le pusieron por nombre Eusebia. Sus padres se llamaron Juan y Eulalia. Sus mismos hermanos han contado el ambiente de piedad cristiana que se respiraba en su hogar: Su madre comulgaba cada día. Se rezaba el rosario en familia. Sus padres les educaban en el amor y temor de Dios. Era lógico que de tales fundamentos surgieran tallos muy fecundos para la Iglesia de Dios.
Sus maestras y compañeras describen a Eusebia como un ejemplo de niña y de joven. Cuando tan sólo contaba doce añitos ya hizo dos votos que tanto influirían en su vida posterior: el voto de castidad y el de la esclavitud mariana. Varios caminos se abrieron ante ella. No era fácil elegir, pero una vez solucionadas las dificultades, saltó de alegría cuando el día 2 de mayo de 1925, a sus 16 años, atravesaba las puertas del Carmelo de Guadalajara.
Las notas distintivas de su espiritualidad serían: gran espíritu de trabajo, humildad, sencillez, amor a Jesús y María y celo misionero.
 
Beata María Ángeles de San José
Se llamó en el mundo Marciana Valtierra y nació en Getafe (Madrid) el 6 de marzo de 1905. Fue la última de diez hermanas. Al igual que su Madre Sta. Teresa perdió de niña a su madre y eligió a la Madre del cielo. Era guapísima. El 14 de julio de 1929 entraba en el Carmelo de Guadalajara en el que siete años después daría su vida por Cristo y la Iglesia.
Era humilde, alegre, sencilla, fervorosa.

 
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