Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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De la Virgen del Carmen y la Armada Española

por Luis Antequera

 
            En el artículo que dediqué a la Virgen del Carmen el pasado día 17, se me quedó deliberadamente cojo un aspecto al que preferí dedicar algo más de tiempo y de espacio, cual es el de la estrecha relación de dicha advocación mariana con los marinos y marineros españoles, y más concretamente con la Armada española, tema que es al que quiero referirme precisamente ahora.
 
            La vinculación de la Virgen con los hombres de la mar es muy antigua. De tiempos muy tempranos data el himno titulado Ave Maris stella (Salve Estrella del mar) dedicado a la Virgen y hallado en un manuscrito de San Gall en tiempos tan tempranos como el s. IX.
 
            Si antigua es la vinculación de la Virgen a la mar, no menos lo es la concreta vocación oceánica de la Virgen del Carmen. Al gran santo carmelita San Simón Stock, precisamente aquél al que se le apareció la Virgen del Carmen para entregarle el escapulario, se le atribuye la siguiente plegaria mariana:
 
            “Flor del Carmelo, viña florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda, singular. ¡Oh Madre tierna, intacta de hombre, a todos tus hijos proteja tu nombre, Estrella del Mar!”.
 
            Lo cierto, sin embargo, es que no siempre fue la Virgen del Carmen, como lo es ahora, la patrona de la Armada española. De la página de la propia Armada española, que algo debe de saber sobre el tema, extraigo ésta referencia:
 
            “La Virgen del Rosario, custodiada actualmente en la Iglesia de Santo Domingo de Cádiz, fue la Patrona de la Armada desde Lepanto hasta el 23 de abril del 1901. [...]. La Virgen del Rosario, custodiada actualmente en la Iglesia de Santo Domingo de Cádiz, fue en su momento Patrona de la Armada y actualmente se mantiene la tradición de embarcar su imagen en el Juan Sebastián de Elcano durante los cruceros de instrucción. Entre los Galeones, buques oceánicos de gran porte, se extendió la costumbre de embarcar imágenes de la Virgen, llamadas genéricamente “Galeonas”, estos buques surcaron los mares en la Carrera de Indias, llegándose a institucionalizar la ceremonia solemne del embarque de la Patrona desde el templo hasta el buque mediante procesión antes de “dar vela con destino a Tierra Firme”, devolviéndose al templo al regreso”.
 
            Tanto así que de hecho, la fiesta de la Virgen del Rosario quedó establecida por el Papa San Pío V, que como se sabe, estaba precisamente rezando el rosario cuando recibió la noticia de la importantísima victoria cristiana en aguas de Naupacto (Lepanto), en el 7 de octubre, la fecha en la que se había producido la victoria.
 
            Poco a poco, sin embargo, la devoción de la Armada hacia la Virgen se va desplazando de la del Rosario hacia la del Carmen. De la página de la Venerable y Real Hermandad de Nuestra Señora Coronada, de San Fernando (Cádiz) que celebró su primer cabildo el 24 de agosto de 1698, extraigo esta interesante información:
 
            “La devoción carmelitana y marinera tiene dimensión oceánica y se remonta al siglo XVI, y fue introducida por los Padres Carmelitas que como capellanes embarcaban en las expediciones americanas.
            Dos singulares marinos están estrechamente vinculados a esta veneración y culto a la Virgen del Carmen. En primer lugar, el teniente general D. Antonio Barceló y Don Juan José Navarro de Viana y Búfalo (Mesina 1.687 Isla de León 1.772), capitán general de la armada y su primer director general. Marqués de la Victoria, Bizarro militar, brillante marino de sólida piedad e ilustrada religión, adornado de grandes virtudes fue un gran devoto de la Virgen del Carmen desde su corta edad.
            Gracias a su denodado empeño en 1.769, se traslada el Cuerpo de Marina de la ciudad de Cádiz a la villa de la Real Isla de León (hoy ciudad de San Fernando). El marqués de la Victoria asistía a los cultos carmelitanos y a presidir la Salve que todos los sábados se celebraba en este convento acompañado de su séquito oficial y del pueblo llano, trasladándose desde su casa en la Plazuela de las Tres Cruces (hoy Alameda Moreno Guerra). Acaecida su muerte el 5 de febrero de 1,772 a los 84 años, dispuso en su testamento que a su muerte sin pompa de aparato militar fuese trasladado en un coche a la Iglesia convento de religiosos de Nuestra Señora del Carmen, descalzos, para ser enterrado en ella”. De acuerdo con su última voluntad, fue enterrado en la bóveda principal en la iglesia del Carmen”.
 
            Según la misma página, “la importancia que tuvo el departamento marítimo de Cádiz en relación con la armada durante los siglos XVIII y XIX por residir en él los cuerpos de la Armada: piloto, batallones y brigadas de marina, Colegio Naval, Real Observatorio Astronómico y la Escuadra, hizo que la devoción a la Virgen del Carmen prendiera la llama a toda la Armada”.
 
            El caso es que a partir del s. XIX se refuerza esta tradición. Como ocurrió nos lo cuanta, una vez más, la página de la Armada Española:
 
            “A lo largo de la decimonónica centuria de la devoción a la Virgen del Carmen se extiende a la marina mercante y a la de pesca, reforzándose aún más en nuestra gloriosa Armada. Pocos son los barcos de alguna importancia que no llevaron en su cámara una imagen de nuestra patrona.
            Hasta que llega el 19 de abril de 1901, fecha imperecedera en los anales de la devoción carmelitana, en la que se publica una Real Orden proclamando oficialmente y de manera definitiva a la Virgen del Carmen como patrona de la Marina de España. Esta disposición, refrendada por las firmas de la entonces Reina Regente, doña María Cristina de Habsburgo, y de su ministro de Marina, don Cristóbal Colón, duque de Veragua, decía entre otras cosas, estas textuales palabras: “Su Majestad el Rey (q.D.g.) y en su nombre la Reina Regente del Reino, se ha servido disponer sea declarada Patrona de la Marina de Guerra la Santísima Virgen del Carmen, que ya lo es de hecho de todos los navegantes”. Con lo que tomó estado oficial lo que desde hacía mucho tiempo era sentir general y unánime de nuestros hombres de mar; la devoción a María bajo esta tan española advocación carmelitana”.
 
 
 
 
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