Jueves, 28 de marzo de 2024

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Francia también está quebrada

por Jaime Alejandro

Tras el reciente desastre natural en Japón y la central nuclear de Fukushima, algún político europeo se dedicó a acrecentar el clima de nerviosismo. Efectivamente, tenemos razones para no estar tranquilos pero tanto el Ministro de Exteriores francés, Alain Juppé, como el comisario europeo de la energía, Günther Oettinger, saben perfectamente el porqué. Nada que ver con la central de Fukushima. Por cierto y en relación al alarmismo nuclear de algunos  medios, ¿cuánto petróleo, combustible y otros productos industriales contaminantes se han vertido al mar como consecuencia del maremoto en Japón? Imagínense un terremoto de ese calibre en el Golfo de México. La empresa BP, ejemplar por su “celo profesional”, tardó meses en cerrar un solo pozo petrolífero. ¿Cuánto tardarían en cerrarlos todos?

Yo creo que la histeria de estos dos farsantes tiene otros motivos. Todo el mundo ha leído o escuchado la tonadilla de que en Francia, las ayudas llueven del cielo. ¡Francia es el paradigma del socialismo benefactor! Y además, dicen que funciona. ¿De verdad? Quizás hubo unos años, antes del 2002, en que Francia funcionaba. Sin embargo y con el tiempo, Francia aspira a convertirse en un móvil perpetuo de 1ª especie –incumple el Primer Principio de la Termodinámica-. Es muy posible que antaño el dinero que unos franceses se embolsaban alegremente procediera del esfuerzo productivo de otros franceses, para que todos, tanto los que producían como los que no lo hacían, tuviesen un nivel de vida aceptable. Completamente injusto, perverso y desmoralizante para quienes se esfuerzan por mejorar, pero durante un tiempo funcionó igual que un péndulo se mueve hasta que deja de hacerlo. Ya saben, los rozamientos son un fastidio. Claro, un sistema productivo sobrecargado de privilegios –cobrar ayudas provenientes del sacrificio ajeno es un privilegio- es difícilmente competitivo. ¿Quién quiere vivir empujando cuando se puede vivir de que te empujen?

Un factor a su favor es que los llamados PIGS  hayan sido, durante años, lo suficientemente incompetentes como para que Francia pudiese eludir la reforma de un sistema productivo imposible: jubilaciones a los 55 años, jornadas de 35 horas, subsidios, ayudas dudosamente efectivas a la natalidad, empresas subvencionadas y públicas por doquier, etc. Si en España, por ejemplo, nos hubiésemos puesto a producir en serio hace treinta años, el panorama hubiese sido otro. Primero, porque los españoles que producen son tanto o más productivos que los del centro de Europa;  segundo, porque los salarios han sido más competitivos; y tercero, porque los niveles de innovación, en España, no eran ni son suficientes como para haber creado otros productos nuevos, alternativos a lo que ya se fabricaba en Francia u otros países de la Unión. De haber realizado una reforma de todo el sistema productivo español, la producción española hubiese aumentado con la deslocalización de empresas ubicadas en Francia y aledaños.  Por suerte para los franceses más improductivos –por desgracia para quienes producen el PIB francés- la incompetencia de los PIGS les permitió eludir la reforma del sistema e idear una pantomima económica insostenible que consistía en que, si los PIGS no producen, “nosotros les prestamos, ellos nos compran y ya está”. Y ya está liada.

Vamos a los números. Actualmente, Francia mantiene su sistema socialista sobre unos niveles de endeudamiento desorbitados y no sobre la producción e intercambio de bienes y servicios reales, contantes y sonantes. Tomando los datos de la web Index Mundi –datos del FMI y CIA World Factbook-, la deuda externa de Francia ha pasado de 106 mil millones de dólares (106 x 109 USD) en el 2002 a la brutalidad de 5 billones de dólares (5,0 x 1012 USD) en el 2010. Esto significa un incremento superior al 4.600 % (cuatro mil seiscientos por cien) o a multiplicar por más de 47 veces la deuda externa en ocho años. Si fuese una comunidad de vecinos que quisiese abonar su deuda, cada familia francesa de cuatro personas de media, habría pasado de unos 6.000 dólares a una derrama de 308.000 dólares americanos o el equivalente de una buena mansión en un barrio bueno en EEUU. Si comparamos con España, donde la situación es mala, nos damos cuenta que la de Francia es distinta pero, ni por asomo, mejor. Los españoles multiplicaron su deuda externa en el mismo periodo en un 2.500 % y cada familia debe 208.000 dólares a la vecindad foránea. Sin embargo, los españoles estarían en mejor posición patrimonial para devolver su deuda. Primero, deben menos y, segundo, el 83 % de los españoles disponen de vivienda en propiedad frente al 63 % de los franceses. Dicho de otra manera, si su familia emigrase mañana a Francia, pasarían a deber de sopetón, por lo menos, 100.000 dólares más de los que deben viviendo en España. Nada de lo que alegrarse. 

Efectivamente, el PIB/cápita francés supera al español en un 28 %, pero su deuda pública/cápita supera en un 71 % a la española, y la deuda externa/cápita la supera en un 48 %.  El desempleo francés es la mitad pero, si la deuda española alcanzase a la francesa, ¿bajaría el desempleo? Seguramente, al nivel de Francia y para ir al mismo sitio: a la quiebra. Entonces, la diferencia en el PIB/cápita entre Francia y España, ¿es productividad real o es simple y llanamente las consecuencias de un estallido descomunal de la deuda? Miren los números.

Si nos vamos al balance por cuenta corriente, la economía francesa tiene más fugas que los reactores de Fukushima. Francia ha pasado de un superávit de 14 mil millones de dólares (14 x 109  USD) en el 2004 a un déficit de  52 mil millones (52 x 109 USD). Es decir, que el desorden de su deuda externa se ha traducido en una pérdida grande de competitividad. Los franceses se han endeudado con una mano y se lo han gastado con la otra en bienes y servicios importados, o lo han invertido fuera de Francia, etc. Comparando con España, en el 2008, por ejemplo, el déficit del balance por cuenta corriente español era 4,65 veces superior al francés. En año 2010, la diferencia ha quedado reducida a 1,55 veces. Lógico, hay que ser idiota para pedir prestado y utilizarlo para producir, para luego pagar impuestos y que otro, con tu esfuerzo, viva igual o mejor que tú. Mejor gastárselo en vivir cómodamente, que son cuatro días. Bueno, con esta deuda son tres.

Por lo tanto, no hay más razón para preocuparse de lo que sucede en Japón que con lo que sucede en Francia. La diferencia es que lo de Japón ha sido un desastre natural completo, mientras que lo de Francia es natural que termine siendo un completo desastre. El endeudamiento tiene un límite, lo tiene para los PIGS y para cualquier otro país, aunque sea muy bonito y empiece al norte de los Pirineos. Y con esto no pretendo hacer un ejercicio de nacionalismo ni defensa de lo español –el nacionalismo es una inmoralidad- sino ilustrar que, si el modelo español no funciona, hay poco o nada que imitar del francés. El socialismo y todos sus sucedáneos -¿debería decir isótopos?- lo pinten de rojo, con barras y estrellas o tricolor, no funciona. Es el camino lento, pero seguro, hacia la quiebra. En esas estamos.

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