Jueves, 28 de marzo de 2024

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Benedicto XVI y Polanski o la disparidad de trato cuando se habla de pederastia

por Jorge Enrique Mújica, LC

Quizá la película El pianista no logró que su director, Roman Polanski, ocupara tantas portadas de revistas ni le fueran dedicados tantos espacios en diversos medios de comunicación en el mundo. Sí lo logró, en cambio, la petición que hizo Estados Unidos para que Suiza extraditara al famoso cineasta de origen polaco. ¿El motivo? El acto de pederastia –abuso sexual– cometido en 1977 contra una niña de 13 años. Después de meses de espera, a mediado de julio de 2010 el gobierno suizo dictaminó que Polanski no sería extraditado para ser juzgado en Estados Unidos, por lo que sería puesto en libertad, a pesar de ser culpable.
 
Al conocer la respuesta de Suiza a Estados Unidos recordé la cobertura que se ha dado a la reciente situación de la Iglesia sobre el tema de los abusos, una tratativa claramente dispar respecto a otras instituciones o grupos humanos.

Por eso me gustó el artículo de Cristina Odone en su blog alojado en el diario británico The Telegraph.

Inicia el artículo sobre el caso Polanski con una máxima de los lobbies de izquierda: “vamos a tratar al Papa como a un violador y al violador como a un Papa”. Cristina lo dice al recordar cómo en los meses precedentes diferentes artistas y grupos defendieron a ultranza al director de cine, a pesar de lo que hizo. Y recuerda también que han sido precisamente algunas de esas mismas personas las que han condenado y denunciado a Benedicto XVI y a la Iglesia por la situación que ha estado viviendo recientemente.

Más allá de la disparidad, otros escritores alzaron la voz al conocer la respuesta de la confederación helvética. El escritor suizo Johann Hari publicaba en The Independent (cf. 13.07.2010, enlace) un comentario crítico cuestionando el pragmatismo de su país de origen: "Roman Polanski admitió su delito antes de escaparse y, años después, presumía desde su exilio de que todo hombre habría querido hacer lo que él había hecho. (...) Pero todo eso parece no ser suficiente para que el Gobierno suizo lo extradite a los EE.UU. a fin de que enfrente un juicio allí. Han encontrado un hueco legal que les permite dejarlo libre a la vez que admiten que ´los intereses nacionales´ pueden ser un factor. Esto puede ser una referencia a la presión de la vecina Francia para que se libere a su ciudadano. Yo, como ciudadano suizo, pienso que se puede decir sin ofender que todos recordamos los tejes y manejes que los Gobiernos suizos han realizado en el pasado para preservar los ´intereses nacionales´. Es una larga tradición la de ayudar a los criminales y llamarlo pragmatismo suizo".

No fue el único. Periódicos como el Neue Zürcher Zeitung cuestionaron la actitud del gobierno suizo con palabras severas: “El acto final del drama de Polanski se ha convertido ya en una cuestión política, lo que se puede observar incluso en el solo hecho de que la ministra de Justicia comunicara personalmente la no extradición. Hasta los argumentos que se dejan oír suenan a cualquier cosa menos a un proceso jurídico formal. Se habla de un protocolo solicitado pero no enviado por los EE.UU., que hace poco la Oficina Federal de Justicia misma había catalogado como poco relevante. (...) En realidad, tales argumentos deberían haber llevado el pasado septiembre, con miras políticas a largo plazo, a renunciar a la detención de Polanski. Por el contrario, posteriormente se habría esperado que la política no interviniera en un proceso legal en curso. El ámbito político se ha inmiscuido con los argumentos correctos en el mal momento".

Y poniendo el dedo sobre la llaga, la revista de noticias polaca Wprost Online decía que la libertad de Polanski era una señal equivocada para los artistas, quienes no están por encima de la ley: "Polanski se siente una víctima de la gente inferior, que ha tramado un complot malvado para hacerlo caer del pedestal porque envidia su éxito. Sin embargo, a él se le debe permitir más que a los demás. Con todo, ahí no es Polanski lo más importante. Tras el veredicto del tribunal suizo, pienso en todas las estrellas y estrellitas de la cultura pop que se toparán a lo largo de su carrera con otras treceañeras como Samantha Gaileys [la víctima de Polanski]. ¿Qué los echará atrás ahora que saben que a los grandes se les permite mucho más?".

Por fortuna hay medios honestos que llaman al mal por su nombre, esté donde esté. Sin embargo, siendo honestos, en la mayoría de ellos la disparidad de trato respecto a la Iglesia y otras organizaciones o personas es claramente contrastante. Un artículo de Elizabeth Lev en la web de Politics Daily decía, por ejemplo: “Los salaces informes sobre los abusos del clero (como si estuvieran limitados sólo al clero católico) han sido colocados por encima de las masacres de cristianos en India e Irak”. Y qué decir si se compara con el caso aquí reseñado.

Resulta cuando menos curioso que los mismos medios que reflejan en sus portadas y en sus páginas las historias de algunos eclesiásticos que han fallado a Dios, a la Iglesia y a las almas, no concedan el más mínimo espacio a los miles de testimonios de sacerdotes y religiosas que viven fielmente su vocación. Y ni que decir de la omisión o nula condena contra aquellos actos, como el de Polanski, en el que ni un comentario claro se lanzó contra quien lo merece. Eso sí, mientras tanto TIME, The New York Times y la BBC seguirán tratando de difamar al Papa.
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