El último acto del Papa en España, a falta de la despedida en el aeropuerto del Prat, ha sido la bendición de la primera piedra de la nueva residencia de la obra benéfico-social Niño Dios [Nen Déu] en Tania (Barcelona), fundada en 1892.

Tras la intervención del cardenal Lluís Martínez Sistach se dirigieron al padre la Madre María Rosa Hidalgo, superiora de la comunidad al cargo de la obra, y los niños acogidos en ella, niños con necesidades especiales.

Y se le vio particularmente emocionado cuando le dirigió unas palabras una niña con síndrome de Down: «Aunque somos diferentes, nuestro corazón ama como todos los corazones y queremos ser amados. Gracias a nuestros padres, que nos han regalado el don de la vida, y a quienes nos cuidan cada día». Benedicto XVI se levantó para abrazarla al terminar su intervención.

A continuación un coro de niños del centro le dirigió una canción, coreada por todos los presentes y seguida por el Papa con una gran sonrisa.

«La caridad es el signo distintivo de nuestra condición cristiana», dijo el Papa al iniciar su intervención señalando la importancia de que los cristianos, en medio de las actuales dificultades económicas, adopten medidas concretas de ayuda a los demás.

«Os pido que sigáis socorriendo a los más pequeños y menesterosos, dándole lo mejor de vosotros mismos», pidió el Papa, y al alabar los progresos de la técnica médica señaló: «Es imprenscindible que los nuevos desarrollos tecnológicos en el campo médico nunca vayan en contra de la dignidad de la vida».

Luego se dirigió a los niños para decirles: «Ocupáis un lugar muy importante en el corazón del Papa. Rezo por vosotros todos los días, y os ruego que me ayudéis con vuestra oración a cumplir con fidelidad la misión que Cristo me ha encomendado.»

Y por último, a quienes les atienden: «No me olvido tampoco de orar por los que están al servicio de los que sufrente, para que las personas con discapacidades puedan ocupar su lugar en la sociedad, y no sean marginadas».