Pensar en el nombre Victoria es evocar imágenes de realeza, majestuosidad, placer y, por supuesto, triunfo. Aunque también es posible que venga a la mente una chica llamada Victoria Smitherman. Esta joven de 15 años residente en Corona —un nombre que también sugiere realeza—, una ciudad de California, perdió una lucha de 4 años contra el cáncer el pasado noviembre. Victoria no salió triunfante, al menos, como explica John Burger en Aleteia, no en el sentido terrenal.
 
Para muchos de los que la conocían, en especial sus padres, Veronica y Larry Smitherman, y su hermana Briana, ella sigue llevando una corona que se ganó a través de su sufrimiento y que confirmó con su fe y fortaleza interior. La joven afirmó su deseo de “dejar un legado de alegría”, según explicó Veronica Smitherman, para ayudar a las personas a entender que “no importa lo mal que nos vayan las cosas en la vida, es posible ser feliz”.


 

Le fue diagnosticado cáncer con 11 años, dos semanas después de que su padre sufriera una doble embolia pulmonar. Su cáncer era un tumor cerebral agresivo conocido como gliosarcoma, extremadamente raro en niños. Pero en el Hospital Infantil de Los Ángeles, según relata Veronica Smitherman, una médica vio esperanza en la pequeña y dijo: “Cuando veo esperanza hago todo lo posible para hacer que un niño esté bien”.
 
“Al principio sometieron a Victoria a cirugía, seguida de radiación y algo de quimioterapia, y le fue bien durante unos cuantos años, sin ningún rastro de cáncer; luego, por desgracia, su tumor regresó y entonces Victoria pasó por numerosos tratamientos con los que intenté deshacerme del tumor y mantenerlo a raya, pero por desgracia no tuvieron éxito”, explicaba la doctora Ashley Margol, oncóloga de Victoria.
 
Dar la noticia del diagnóstico a la pequeña fue el primer desafío de los Smitherman. Contaron con el consejo del equipo psicológico del hospital, pero aun así fue difícil.
 

Victoria tenía una forma de ver las cosas según la cual nada era una amenaza para ella”, comentaba Veronica, originaria de México. “Tenía una forma muy optimista de ver las cosas, ya desde muy pequeña. Era increíblemente única en ese aspecto. No dábamos crédito a lo feliz que era”.
 
Sin duda, el optimismo de la joven se vería puesto a prueba. Soportaría un total de 12 cirugías, cinco de ellas en el cerebro. Se sometió a incontables sesiones de radiación y quimioterapia, con efectos secundarios que a veces la devolvían al hospital. Sufrió sangrados cerebrales, reservorios, pinchazos para exámenes de sangre y un tratamiento experimental —que su madre calificó de “horrendo”— que suponía el trasplante de sus propias células madre.
 
Victoria en la celebración de sus 15 años

 
Todo aquello significó que Victoria “era incapaz de ir a la escuela y tener la vida social que le hubiera gustado tener”, recordaba Veronica.
 
“Victoria era una adolescente normal. Le gustaba ir al cine, le gustaba salir a comer, le gustaba Starbucks, le gustaba hablar con los amigos… Era sencillamente eso, una adolescente, pero con una cruz enorme”.
 
Un trasplante de médula le trajo “un sufrimiento tremendo”, entre el que se encontraba, sin duda, el hecho de que no dio resultados.
 
“El trasplante de médula no funcionó y de hecho el tumor creció en vez de reducirse”, escribía la joven en una carta para sus amigos en Facebook. “El médico dijo también que como el trasplante no ha funcionado, se han reducido nuestras opciones de tratamiento. No son las noticias que queríamos ni esperábamos…”.
 

Y a continuación escribió algo que resume bastante bien su reacción ante todo: “Pero sé que Dios estará conmigo”.
 
“Es como le dije al médico: “Es casi como si estuviera de pie en un bloque de hielo que se derrite en el océano, intentando no caerme. Bueno, si me caigo, menos mal que sé nadar”.


 
Victoria parecía bendecida con una alegría natural y una predisposición al optimismo. “Una vez me pidió que la describiera con una palabra, y la única palabra en la que podía pensar era alegría”, contaba su madre. “No eres frágil. Todo te causa alegría, incluso tu cáncer. Creo que tu cáncer es una bendición más”.
 
Incluso aquellos que no la conocían percibían algo en ella. “A veces se me acercaban completos desconocidos: ‘¿Es su hija?”, recuerda Veronica. “Les contestaba que sí y me decían ‘Pues es luminosa. Es angelical. Tiene algo especial”.
 
“Nunca se quejaba de nada, y eso que le pedí que se sometiera a terapias muy intensas, y siempre participaba mucho en el proceso de toma de decisiones y siempre era extremadamente valiente y dispuesta a hacer lo necesario para combatir esta enfermedad”, afirmaba Margol.
 
“La conocí en una recaudación de fondos”, recordaba el bombero local Jim Steiner. “Hicimos buenas migas enseguida. Nuestras personalidades encajaban bien. Ella era muy madura y yo puedo llegar a ser como un crío, así que nuestras personalidades se equilibraban mucho entre sí”.
 
Poco antes de fallecer, alguien preguntó a Victoria si se arrepentía de algo. Respondió que le entristecía pensar que nunca tendría una fiesta de quinceañera, una celebración común entre las chicas mexicanas a modo de ceremonia de salida de la infancia cuando cumplen 15 años. Así que los amigos se pusieron manos a la obra e hicieron posible su fiesta de quinceañera. Y Victoria lució una corona.
 

Debbie Potts, que va a la misma iglesia que los Smitherman, dijo que Victoria siempre le daba la vuelta a las situaciones “para así conseguir ayudar a alguien”. Cuando una organización benéfica celebró una fiesta de cumpleaños para ella, Victoria invitó a grupos de personas de la localidad que necesitaban ayuda, según explicaba Potts, “y dijo a la gente ‘No me traigáis algo a mí, traedles algo a ellos”.
 
Sucedió lo mismo con su quinceañera. “Le dio la vuelta a la situación para bendecir a todos los demás”, aseguraba Potts.
 
Pero la cruz de Cristo nunca se alejó de la mente de Victoria. “Una vez, en diciembre de 2015, tenía cuatro sesiones de quimio en un periodo de dos o tres horas, y fue un sufrimiento horrible”, explicaba Veronica. “Dijo ‘Mamá, no voy a vivir; me estoy muriendo’. Agarró la cruz y dijo ‘¡Cristo ayúdame! ”.


 

Ahora Veronica reflexiona sobre lo que denomina “enormes señales de la presencia de Dios en todos los sufrimientos” que padeció su hija: una visión que la chica dijo tener sobre la Divina Misericordia pocos días antes de que los médicos descubrieran el tumor de Victoria; un momento lleno de la presencia de Dios cuando llegó durante la noche a la habitación de Victoria una imagen itinerante de Nuestra Señor de Guadalupe, y una voz misteriosa que escuchó Victoria durante un tiempo particularmente difícil.
 
“Cuando sufrió una hemorragia cerebral grave debido a la quimioterapia, yo rezaba a los pies de su cama”, recordaba Veronica. “La habitación estaba oscura. Ella dormía, pero de repente preguntó ‘Mamá, ¿qué es esa voz?’. Yo dije ‘Aquí no hay nadie excepto yo. Estás soñando, duérmete otra vez’. Y me dijo ‘No, mamá, alguien me está hablando”.
 
Me dijo que aquella voz le preguntó: “Victoria, ¿estás segura de que quieres, quieres, quieres…?”, apagándose en un eco.
 
Una anciana de la iglesia le ayudó a entender que quizá fuera la forma en que Dios le pedía a Victoria que reflexionara sobre su viaje por la vida y que quizás la respuesta no vendría de forma inmediata.
 
“Así que terminó diciendo: ‘Vale, supongo que tendré que esperar al futuro para descubrir qué quiere Dios de mí’. Y luego estuvo en paz”.
 
Veronica sabe que tiene una hija muy especial y está deseando compartir su legado con el mundo. Para ello, mantiene funcionando la página de Facebook de Victoria.
 
Sin embargo, según insiste, no se trata de Victoria en realidad. “Se trata de lo que puede hacer Dios a través del sufrimiento”.
 
Victoria se ganó su corona de triunfo al elegir responder a su sufrimiento con alegría, con esa sorprendente actitud desbordante de vida.