Sharon y su esposo estaban entusiasmados esperando dos gemelas, pero a las 17 semanas de gestación recibieron la noticia que ningún padre quiere oír. "Descubrimos que tenían transfusión intergemelar. Hicimos una ecografía amplia y fue lo que encontramos, y era muy serio", refiere Sharon.


El síndrome de transfusión intergemelar o feto-fetal es una enfermedad de la placenta que puede presentarse en embarazos de gemelos idénticos (monocoriales), que comparten la placenta. "Es una enfermedad muy peligrosa en la que, básicamente, la placenta funciona mal, de modo que un bebé ´dona´ sus nutrientes y su sangre al otro bebé por medio de la placenta compartida, de modo que uno de los bebés se vuelve anémico y padece malnutrición, y el corazón del otro trabaja en exceso para manejarse con una sangre extra", explica Sharon: "Mis dos niñas estaban en peligro de muerte".

La transfusión intergemelar puede suceder en cualquier momento del embarazo, pero los casos que tienen lugar antes de las 26 semanas -como era el caso de Sharon y sus niñas- se consideran crónicos y con mayor riesgo de complicaciones, entre ellas la muerte, porque están sujetos durante un mayor periodo de tiempo a los efectos de la transfusión intergemelar. Sin tratamiento, lo más probable es que los gemelos no sobrevivan. A Sharon le dijeron que también podrían vivir, pero que nacerían con discapacidades.


Los médicos les dijeron a Sharon y a su marido que tenían cuatro opciones. Una era drenar el líquido amniótico para reducirlo, pero no era una opción viable por el riesgo de un parto prematuro. La segunda opción era abortar a la gemela donante para darle una oportunidad a la otra. La tercera opción era abortar a las dos gemelas. La última opción era intentar una cirugía láser intrauterina sobre las gemelas.


La cirugía intrauterina permite actuar sobre la placenta con gran precisión, y apreciar la perfecta conformación del cuerpo: estos son los pies de 18 semanas de una de las hijas de Sharon.

La pareja sabía que el aborto no era la respuesta y eligieron la cirugía láser, que ofrecía un 60% de posibilidades de éxito de salvar a las dos gemelas. "Lo teníamos claro", dice Sharon: "Queríamos a nuestras hijas".

La cirugía consiste en utilizar un láser sobre los vasos sanguíneos localizados en la superficie de la placenta que une a los dos niños. El láser consigue que la placenta compartida trabaje como dos placentas, permitiendo al donante recibir nutrientes y crecer.


Las niñas tenían ya 18 semanas, y la operación duró tres horas. Había que anestesiar y abrir parcialmente el vientre de Sharon e introducir una cámara. Ella estuvo despierta y pudo seguir parte de la cirugía con unas gafas especiales con pantalla. Sharon pudo contemplar cómo anestesiaban a sus niñas. Los bebés se durmieron enseguida. Sharon también, como consecuencia de la medicación.




"Tras la cirugía, el doctor se mostró realmente confiado en que había ido bien", dice Sharon: "No dijo ´puede ser´. Dijo que ellas estaban genial".

Pero incluso con esa confirmación, la pareja estaba nerviosa. No pudieron estar seguros de que la operación había sido un éxito hasta la mañana siguiente. Sharon tuvo que guardar cama estricta en su habitación y no se le podía hacer la ecografía que les diría lo que tan desesperadamente querían saber.

"A la mañana siguiente me llevaron a hacer una ecografía para asegurarse de que las bebitas estaban aún vivas y comprobar si la bebé donante tenía la vesícula visible, lo que significaría que la cirugía había sido un éxito y que ella estaba recibiendo nutrientes en su cuerpo", dice Sharon.

Afortunadamente, la cirugía había sido un éxito. Las dos niñas estaban vivas, y por fin la bebé donante estaba recibiendo los nutrientes necesarios.


"¡Estaba tan aliviada y feliz de ver latir ese corazoncito en la pantalla! Creo no recordar nada más después de eso", comenta Sharon: "En ese momento estuve segura de que todo iría bien".

Los médicos continuaron controlando minuciosamente a Sharon y a las gemelas, preocupados por el posible parto prematuro. Con cada meta que se alcanzaba (22 semanas, 27 semanas y luego 30), resultaba más claro que las gemelas llegarían a término. Nacieron por cesárea a las 37 semanas.



La bebé receptora estaba completamente sana, con algunos problemas menores de respiración. Pesó más de 2,2 kilos. La bebé donante pesó menos de 1,8 kilos y era más pequeña de lo que todos habían pensado. Comía bien y continuó padeciendo un pulso anormal mientras estuvo en la UCI neonatal. Permaneció allí tres semanas, hasta que le dieron el alta. Desde entonces su salud ha sido perfecta.


Las niñas tienen ahora cuatro años y crecen bien. Sus padres acaban de compartir su historia junto con unos minutos del vídeo de la cirugía, con la esperanza de que sirva para mostrar a los demás lo preciosa que es la vida incluso antes del nacimiento.


Esta escena jamás habría sido posible si Sharon y su esposo hubiesen elegido las dos opciones que incluían el aborto.

"Me costó compartir las imágenes, es algo muy personal para mí", comenta Sharon: "Fueron momentos muy duros en nuestra vida, pero pensé que en ellas se puede ver claramente que son pequeños seres humanos perfectamente formados. Tienen naricitas, manitas, piececitos. Nos pareció que si una mamá que esté considerando abortar las ve y comprende que realmente lo que lleva dentro de sí es un milagro, podría cambiar de opinión y decidir quedarse el bebé o al menos dejarlo vivir".

Sharon quiere mostrar a otros padres, en particular a quienes se enfrentan a un diagnóstico similar para su o sus hijos no nacidos, que siempre hay esperanza, y que los padres deben hacer siempre todo lo que puedan para salvar a sus hijos: "Los niños pueden llegar al otro lado sanos y llenos de vida, y [los padres] deben hacer cuanto esté en su mano por salvarlos".

Publicado en Life Action News.
Traducción de Carmelo López-Arias.