Todos los golosos desean que llegue el 1 de diciembre para comer la primera dosis de chocolate de una larga serie que acabará el día de Navidad.

Esta tradición (un calendario con una mini-chocolatina cada día, hasta Navidad) es en todas sus variantes —con productos de belleza, pintaúñas, chuches, con temática Disney, Hello Kitty o incluso de Angry Birds— una buena idea, desde el punto de vista psicológico, que no debería limitarse al periodo navideño. A la hora de aprender a ser paciente, estos pequeños chocolates son más importantes de lo que parecen.

"Hay que darse un capricho todos los días", aconseja Russell Grieger, psicólogo estadounidense de la Universidad de Virginia (Estados Unidos), en un artículo publicado en la revista estadounidense Psychology Today en 2013. "Vivimos momentos positivos a diario y, por pequeños o insignificantes que sean, pueden resultar muy útiles para hacernos cambiar de perspectiva. Hay que tomarse un tiempo para poder apreciar esos momentos de alegría, prolongarlos y que creen una red en el cerebro".

Se sabe qué efectos nocivos tienen el miedo, el estrés o el enfado en el sistema inmunológico y en la salud en general. Repetir una experiencia que provoque placer o alegría protege a nuestro cerebro de las agresiones que producen las emociones negativas.

"Cada vez que encontramos placer, un sistema de recompensa se activa en el cerebro y se libera dopamina", explica a la revista francesa Psychologies el psiquiatra François Lelord. "Esta sustancia provoca sensaciones placenteras, lo que nos motiva a repetir la experiencia [...]. ¿Es esto lo que nos hace felices... o somos felices porque tenemos la oportunidad de repetir? Las dos cosas, sin duda". Una pequeña recompensa al día puede suponer un cambio, con una condición: poner un poco de nuestra parte.


El calendario de Adviento también tiene otra ventaja, especialmente para los más pequeños: enseña a ser pacientes. "Nuestra sociedad va un poco contra corriente, y hace bien", afirma Camille Rochet, psicóloga y colaboradora del HuffPost Francia. "Los niños son especialmente felices en Navidad porque trae sorpresas que llevaban esperando mucho tiempo".

Para que estos efectos también beneficien a la familia, hay que conseguir involucrarla al completo y que sea un momento para compartir y no algo impulsado por la gula.

"El calendario también permite la creación de un ritual, y eso es algo valioso porque es algo continuo y a los niños les encanta. También es una oportunidad de juntar a toda la familia para abrir la cajita del día. Diría que incluso en familias en las que la época navideña es un periodo doloroso, este ritual puede dar un poco de tregua al sufrimiento. Supone permitirse ser feliz en la vida porque tenemos todo el derecho del mundo. Es un ritual que no hay que perder, nos une". Se trata de un momento en familia que podrá reciclarse en enero, cuando acaben las vacaciones.

Una advertencia para evitar malentendidos: multiplicar el placer cotidiano no significa (necesariamente) multiplicar el chocolate.