En la actual sociedad de comunicación con una sobreexposición de los detalles más íntimos de la vida de las personas, la infertilidad sigue siendo una prueba silenciosa. Pero no es algo que deba ser ignorado. La naturaleza, al final, recuerda mensualmente a la mujer que su cuerpo no está cooperando con ella.

El dolor de la infertilidad es diferente de otras formas de sufrimiento: como nuestros cuerpos llevan en sí el potencial de la maternidad y de la paternidad, la infertilidad hiere la propia concepción de femineidad o de masculinidad.

La mujer infértil tiene útero, pero ninguna criatura anida en él. Tiene senos, pero estos no amamantarán a un hijo. La esterilidad del hombre puede llevarle a sentirse inseguro en su masculinidad y a sufrir profundamente por la imposibilidad de engendrar una familia. Y como los niños son el signo visible del amor conyugal que literalmente vuelve a marido y mujer un solo cuerpo, la infertilidad hiere el núcleo del matrimonio.

Para dificultar aún más, hombres y mujeres simplemente no se comunican de la misma forma: sus diferentes formas de lidiar con el sufrimiento pueden forzar el matrimonio hasta el punto de romperlo.

Nada cura completamente el dolor de la infertilidad, y así la fertilización in vitro (FIV) se presenta a sí misma como una esperanza para los cónyuges que padecen ese dolor. Pero el profundo dolor de la infertilidad y el deseo bueno y natural de tener hijos no legitiman el uso de cualquier medio para curar ese dolor y satisfacer ese deseo. Algunos recursos, y la FIV es uno de ellos, simplemente tienen daños colaterales demasiado altos.

Algunos lectores me han escrito indignados, o incluso con rabia, a causa de mi crítica a la FIV, un procedimiento que a ellos les trajo esperanza y que, en algunos casos, terminó en el nacimiento del tan esperado y deseado hijo. Parece imposible, al final, decir que alguien comete un error al recurrir a la FIV por desear profundamente un hijo.

Pero criticar la fertilización in vitro no equivale, en absoluto, a sugerir que los niños concebidos a través de esa técnica no sean "hijos de Dios" o no tengan dignidad humana. Ellos son deseados y queridos por encima de toda medida, como todos los niños deben serlo.

La historia humana está repleta de situaciones cuestionables de concepción: la dignidad del niño nunca disminuye por causa de esto. Pero las situaciones cuestionables son, precisamente, cuestionables. Y este hecho debe reconocerse.

¿Cómo enfrentar la infertilidad sin recurrir a la FIV? ¿O qué hacer si ya recurrió usted a la FIV, pero, por causa del bajo índice de éxito de esta técnica, aún así no consigue tener hijos?



Yo no soy médico. Yo sólo he sufrido este mismo sufrimiento y humildemente comparto algunos consejos que realmente me ayudaron a mí y a mi marido.


Es importante recordar que el sistema reproductivo no es un componente independiente en nuestro cuerpo: muchas veces, la infertilidad puede ser signo de un problema general. Siempre vale la pena buscar asistencia médica completa. Puede revelar problemas de salud subyacentes, que un examen típico para la FIV puede no identificar.

Asuma un papel activo en su salud. Yo busqué tratamiento a través de la NaProTechnology (www.naprotechnology.com) [el estudio del ciclo fértil de la mujer] y de la inmunología reproductiva. Identifiqué condiciones subyacentes que afectan a mi estado general de salud y no simplemente mi fertilidad: son condiciones tratables y controlables.

Pregunte a su médico: "¿Cómo puede ayudarme a ser una persona saludable, independientemente de que conciba o no un bebé?". Si el médico no estuviera interesado en prestar este tipo de cuidados, busque otro.


Es fácil dejarse envolver por una visión médica focalizada solo en la infertilidad, descuidando la vida saludable como un todo. Coma alimentos nutritivos. Tome suplementos adecuados. Haga ejercicio. Duerma bien.


La infertilidad presiona intensamente al matrimonio y su intimidad. Así como la contracepción y la pornografía reducen al cónyuge a un objeto de placer, el foco exagerado en la fertilidad reduce al cónyuge a un mero medio para tener hijos. No descuide su matrimonio por causa de su deseo intenso de tener hijos. Antes, haga de la infertilidad una ocasión para aceptar del cónyuge con todas sus fragilidades y franquezas. Ámense. Concéntrense en sus intereses comunes y en su “amistad conyugal”. Protejan su intimidad.


La infertilidad es silenciosa y solitaria e impone cargas diferentes a hombres y mujeres. Busque consejo profesional, psicológico, espiritual, de grupos de apoyo o de amigos próximos: no tenga miedo de buscar apoyo externo. Al mismo tiempo, dé apoyo a los demás, que agradecerán su compañía y se pueden beneficiar con las lecciones que usted aprendió a lo largo del camino.


La infertilidad puede ser dolorosamente recordada en situaciones cotidianas. Escuchar a mujeres que se quejan de estar embarazadas, por ejemplo, puede evocar cruelmente la experiencia que tal vez nunca tengamos. O escuchar a un amigo planear el próximo hijo, como si quedarse embarazada fuese fácil para todas; o a una amiga declarando que está "agotada" por el trabajo que dan los hijos, cuando usted no tiene la oportunidad de comenzar... Puede ser difícil asistir a baños de bebés o incluso acercarse a niños pequeños. Conozca sus límites y proteja su corazón con antelación. Puede ser necesario evitar a ciertas personas o situaciones, especialmente en los momentos más difíciles del día.


Puede ser útil compartir su situación y ayudar a las personas a ser más sensibles a este sufrimiento y a que apoyen a quien lo sufre. Usted puede, por ejemplo, compartir informaciones sobre la FIV con su médico; o pedir que su párroco tenga especial sensibilidad para con quien sufre la infertilidad y las recuerde en las oraciones de intención de la liturgia; o poner en marcha un grupo de apoyo en su parroquia o en su comunidad...


Aún deseando mucho el don de un hijo, yo dudaba, en el fondo, en implorar de Dios esa gracia. Yo tenía tantas bendiciones en otras áreas de la vida, como el matrimonio y la familia, que creía egoísta pedir gracias adicionales. En cierto momento crítico, tuve la felicidad de conversar con un obispo sabio sobre nuestra lucha. De forma muy suave y paternal, él me alertó contra la desesperación y aconsejó: "Nunca deje de pedir a Dios cualquier cosa que necesite. Él no le rechazará". El obispo tenía razón. Dios no me negó los dones que yo más necesitaba: aceptación, paz y alegría. También encontré consuelo al meditar las Escrituras, especialmente los pasajes sobre las mujeres estériles de la Biblia y sobre el testimonio de perseverancia en la oración. Leer la vida de algunos santos también me fue útil.


Es muy fácil que la infertilidad le transforme en una persona amarga y triste, contagiando su matrimonio y su fe. Yo tomé la decisión de no ser infeliz y tuve la gracia de entender que Dios no quería eso para mí. Yo quería un matrimonio feliz. Quería mirar a los niños con alegría, no con resentimiento o envidia. Medité sobre el papel del sufrimiento en nuestra vida y sobre cómo lidiar con él, fuese en forma de infertilidad, fuese en forma de cualquier otra cosa (¡y siempre hay alguna cosa!). Reconocí que, en vez de huir del sufrimiento o dejar que éste defina mi vida, yo necesitaba practicar la gratitud y el amor altruista. En su encíclica sobre la esperanza, “Spe salvi”, el papa emérito Benedicto XVI resumió: "No es evitando el sufrimiento o huyendo de él como nos curamos, sino aceptándolo, madurando a través de él y encontrando sentido a través de la unión con Cristo, que sufrió con infinito amor".


Es un desafío particular cuando los ciclos menstruales se transforman en ciclos continuos de esperanza y decepción, todos los meses... Josef Pieper nos recuerda que la esperanza no es la "presuntuosa anticipación de una realización", sino "el poder de aceptar pacientemente un ‘aún no’". Benedicto XVI, también en la “Spe salvi”, dice: "Es esperanza, pero no cumplimiento; la esperanza nos da el valor de ponernos del lado del bien, incluso en situaciones aparentemente sin esperanza...". Yo aprendí, además, que al esperar un bien que puede no venir, yo estoy abierta a bienes que nunca podría imaginar que vinieran. ¡Déjese sorprender por la esperanza!


Todos los matrimonios están llamados a ser fecundos, aunque esto no sea posible en el sentido biológico. La infertilidad es una ocasión para descubrir en nosotros otros modos de realizar el deseo de cuidar de los demás. Las formas no son iguales para todos. Usted puede adoptar o ayudar en un orfanato. Hay quien descubre otras vocaciones, como cuidar de personas mayores, pobres o enfermas, o realizar trabajos misioneros. Son vocaciones que pueden ser incompatibles con la educación de hijos propios. En nuestro caso, optamos por la adopción. Al descubrir nuestra vocación de padres adoptivos, mi marido y yo acabamos estando agradecidos por nuestra infertilidad biológica.