Recientemente ha sido elegido como presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, Joseph E. Kurtz, arzobispo de Lousiville.  De esta manera ha sustituido al carismático y mediático cardenal arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan. Tras su elección, se destacó de este arzobispo de 67 años su experiencia en bioética y su profunda implicación en la causa provida. Un obispo con olor a oveja, como diría el Papa, un obispo que no se queda en su despacho sino que se patea la calle.

De hecho, una de las imágenes más llamativas de monseñor Kurtz que se expandió tras llegar a la presidencia de los obispos estadounidenses fue en la que aparece de rodillas y rezando el Rosario frente una clínica abortista como un militante provida más.

Una historia personal con mucho transfondo
Quizás su historia personal haya sido un acicate más para que este obispo haya puesto en la primera fila de sus prioridades la lucha provida. Y es que Joseph Kurtz tiene un hermano menor con síndrome de Down, un hermano que le dio un sinfín de alegrías tanto a él como a toda la gente cercana al arzobispo.

El mismo Kurtz recordaba en 2012 un artículo que él mismo escribió en Catholic Digest en 1990 en el que relataba está bonita historia titulándola ‘La alegría de Georgie’, en la que recordaba a su hermano, que falleció en 2002 a los 48 años.

 

Cuando falleció la madre de ambos, los hermanos decidieron que fuera Joseph el que se hiciera cargo de Georgie por lo que éste se lo llevó a la parroquia en la que estaba destinado en Pensilvania. Pronto, el risueño Georgie revolucionó toda la parroquia.

La luz de su hermano Georgie
Contaba el propio Kurtz en el artículo que “en la casa parroquial, Georgie ha contribuido de muchas maneras, es un constructor de comunidad por excelencia”. Y es que, recuerda que “no habían pasado dos semanas antes de que ya hubiera puesto apodo”  a cada una de las personas que trabajaban en la parroquia.

Por ello, el actual presidente de los obispos de EEUU afirmaba que al igual que “en el Antiguo Testamento, Dios le dio a Abraham un nuevo nombre para reclamarlo como suyo, así Georgie nos reivindicó rápidamente como parte de su familia”.

De este modo, pronto todos se percataron del rayo de luz que representaba Georgie en sus vidas. “A través de un ‘boo’, un abrazo juguetón de vez en cuando o de una palmadita en la espalda, Georgie trajo a la parroquia una felicidad que se hizo contagiosa. Se convirtió en un compañero de trabajo”, indicaba entonces Joseph Kurtz.

“Un tiempo para disfrutar”
Hasta tal punto llegó su aportación a la parroquia que cuando anunció que se iba  una semana de vacaciones con una de sus hermanas todos se pusieron en pie de guerra preguntándose qué iban a hacer durante esos días.

“Ha sido un tiempo para detenerse, hacer un pausa y disfrutar”. En su opinión, “Georgie sabía lo que acabábamos de descubrir poco a poco, que era que cuidaba de mí y de tantos otros”. Es decir, el chico que venía a ser cuidado por su hermano era el que verdaderamente cuidaba al resto, pues su espíritu iluminaba a todo el que estuviera cerca.

Por ello, Kurtz cuenta una anécdota que resume a la perfección la capacidad de Georgie para no dejar de sorprender. En el artículo publicado en 1990 decía: “Hace poco, después de celebrar la Santa Misa por nuestra querida madre debí mirar cabizbajo hacia él. Me dio una palmadita en la espalda y me dijo: ‘no te preocupes, mamá está en el cielo. Me tienes a mí’ . Dar y recibir son dos caras de la misma moneda. No puede darse una sin la otra. En el caso de la relación con mi hermano, puedo decir que recibí mucho más de él que lo que dí”.

“Dios nos llama a ser dadores y receptores”
Georgie fue dejando un recuerdo imborrable allá donde fue. Incluso cuando fue nombrado obispo de Knoxville, Kurtz se lo llevó al obispado donde igualmente revolucionó la vida de todos hasta que falleció en 2002. Por ello, a los diez años de su muerte, su hermano no podía otra cosa que recordarle y contar todo lo que le ha aportado en su vida y en su fe. “Esta es la naturaleza de la comunidad cristiana. El amor de Cristo nos llama a todos a ser buenos dadores y receptores y así amar”.

Conociendo esta historia vital del nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Estadounidense no extraña su férrea defensa del niño por nacer y su lucha contra el aborto y la eliminación de los niños con síndrome de Down. Él más que nadie saben de todo lo que pueden aportar y la luz que pueden irradiar en un mundo que necesita salir de las tinieblas.

Por ello, ahora se entiende mejor que Kurtz haya luchado y conseguido que el Vaticano aprobase en marzo de 2012 una serie de bendiciones oficiales para los niños por nacer y tituladas “Bendiciones para el Niño en el seno materno”. El propio arzobispo las presentaba como “una forma muy tangible de testimoniar pastoral y sacramentalmente la vida del niño por nacer”.