Los últimos papas han señalado en repetidas ocasiones que la gran crisis que sufre el mundo se debe, en gran medida, a una crisis de oración. Sin una profunda, íntima y perseverante vida de oración el corazón del hombre no cambiará y, por tanto, tampoco el del mundo, ni el de los matrimonios. Por su parte, los mensajes de las apariciones marianas insisten precisamente en ello: en una oración seria y hecha con el corazón.

El Dr. Chris Stravitsch es el fundador del apostolado de consejería Rejoice y cofundador de la Fundación St. John Paul II en Estados Unidos, y se dedica a la formación espiritual de parejas y familias. En uno de sus últimos artículos, explica la importancia de que los matrimonios puedan tener una vida de oración común. No se trata de que cada uno tenga una oración individual, lo cual en sí mismo ya es algo bueno y necesario, sino de que ambos puedan compartir el corazón con Dios como matrimonio. Para él no hay mejor ejemplo de oración en común que la Misa: “Esto se debe a que la Misa es la oración perfecta entre Cristo y Su esposa, la Iglesia”. Por eso aconseja que los cónyuges que quieran aprender a orar juntos comiencen siguiendo la misma estructura básica de la Misa.

La Misa como ejemplo de oración

¿En qué consiste la misa, entonces? Si nos fijamos en su estructura, esta se compone de cuatro partes: el Rito de Introducción, la Liturgia de la Palabra, la Liturgia de la Eucaristía y el Rito de Conclusión. Y cada uno de ellos es fundamental, no se puede prescindir de ninguna y su orden da unidad y sentido a toda la celebración.

En el Rito Introductorio, explica el Dr. Stravitsch, “la Iglesia se une, hace la Señal de la Cruz y pide perdón a Dios, lo que prepara nuestro corazón para una unión más profunda con Dios”. Ese primer momento es seguido por la Liturgia de la Palabra, que es el momento de escuchar activamente las lecturas de las Escrituras: de alguna forma “este tiempo se puede comparar con una conversación entre Cristo y la Iglesia. Cristo nos habla en las lecturas y nosotros cantamos salmos a Dios con el corazón”.

La tercera parte de la misa es la Liturgia de la Eucaristía y en ella “Cristo y la Iglesia intercambian su amor: mediante la transformación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo -continúa el Dr. Stravitsch-, Jesús se nos hace sustancialmente presente. Luego se entrega a nosotros en la Eucaristía. Al mismo tiempo, lo recibimos y nos entregamos a Él, profundizando una unión íntima”. Finalmente, el Rito de Conclusión nos recuerda que debemos ir en paz, “glorificando al Señor con nuestra vida”.

Seguir esta estructura de la misa, puede también ser una forma de oración para los matrimonios. Es algo de todos conocido y que a la vez de sencillo nos puede resultar enriquecedor. Sólo hay que seguir bien los cuatro pasos.

Paso uno: reconciliarse y regocijarse

El Dr. Stravitsch recomienda en primer lugar dedicar un tiempo semanalmente sólo para el matrimonio y en el que no haya ningún tipo de interferencia externa. Y esto implica, por supuesto, apagar los móviles, la televisión, las atenciones de los niños... “Reúnase en un lugar cómodo o tómense de la mano durante un paseo”. Una buena forma de empezar es “haciendo la Señal de la Cruz y dedicando un momento a concentrarse, en estar presentes el uno y el otro ante Dios, como se hace al comienzo de la Misa”.

Dado que en este momento, en la misa se aprovecha para confesar los pecados y buscar la reconciliación, este puede ser el momento para que el matrimonio pueda pedirse perdón y reconciliarse: “Hablen de cómo podrían haberse lastimado durante la semana. Discúlpense y perdónense. Esto les permitirá acercarse a Dios con el corazón abierto”. A continuación debería venir un momento para “una breve oración de acción de gracias a Dios”.

Paso dos: Descubrir a Dios juntos

El segundo paso se basa en la Liturgia de la Palabra. Después de reconciliarse es oportuno ponerse a la escucha directa de lo que Dios quiere de nosotros: “Hay muchas maneras de hacer esto: por ejemplo, leyendo la Biblia y reflexionando en pareja sobre el pasaje”. Pero si no sabe por dónde empezar en la Biblia, “entonces una buena opción es leer el pasaje del Evangelio que se proclamará en la próxima misa dominical”. Hay numerosas webs donde se indican, y una de ellas puede ser la que ofrece la Conferencia Episcopal Española en su calendario litúrgico.

Una buena opción es leer los salmos o la Liturgia de las Horas, que es la oración de la Iglesia. Estas plegarias pueden expresar todo tipo de sentimientos y vincularlos con Dios: tristeza y alegría, temor y esperanza, anhelo de Dios y alabanza... Hay muchos libros de los salmos en los cuales se presentan a estos con un título y, en ocasiones, con un índice temático que ayuda a encontrar inmediatamente el contenido deseado. Sea el texto bíblico que sea, el Dr. Stravitsch recomienda “orar lentamente en voz alta y luego compartir las emociones o lo que le sugiere a cada uno”.

En otras ocasiones, el matrimonio puede necesitar llevar a la oración otro tipo de contenidos: “¿De qué estás agradecido esta semana? ¿Qué desafíos se avecinan en tu vida? ¿Qué necesitan el uno del otro y de Dios?”. Y continúa este consejero matrimonial: “Responda estas preguntas con honestidad y luego ofrezca oraciones de petición a Dios y también de Acción de Gracias”.

Paso tres: comparte tu amor

El tercer paso se relaciona con la Liturgia de la Eucaristía, Y es un momento crucial en la Misa y en la oración de los cónyuges: “Después de descubrir a Dios juntos, pueden profundizar su oración e intimidad compartiendo su amor entre ustedes. Compartir su amor en el contexto de la oración puede incluir un beso, descansar en los brazos del otro…”. Dependiendo de la situación del matrimonio, éste puede requerir otras manifestaciones: “Cuidar al cónyuge enfermo, dar palabras de afirmación o cualquier otra forma significativa en la que comunique su amor”. En la misa estaríamos en el momento del ofrecimiento personal, de ofrecimiento de Cristo, de la consagración... El momento en que el Ángel del Señor recoge la ofrenda del altar y la lleva hasta la presencia de Dios Padre. Ver esto así cambia totalmente la óptica de la oración conyugal cuando esta se hace sincera.

Paso cuatro: servirse unos a otros

Hay que orar sin cesar, pero este momento de oración tan especial está llegando a su fin: “Recuerden ir en paz y servir al Señor el uno en el otro. ¡La oración y la intimidad nunca terminan! Deje que su servicio e intimidad vivan todos los días, mientras cocina, limpia, escucha, trabaja, etc.”. El Dr. Stravitsch Nos recuerda que “el fruto que vendrá de su rutina de oración bendecirá su matrimonio, profundizará su amor por Dios y por los demás, y les permitirá reflejar la relación de amor entre Cristo y su amada esposa, la Iglesia”.