Lo ha dicho Ann Furedi, directora de la clínica abortiva más grande de Gran Bretaña, apoyando la decisión de los jueces que no han querido perseguir a los dos médicos que han hecho abortos selectivos.
 
«Si las mujeres no son felices con el sexo de los hijos, pueden abortar (…). O aceptamos hasta el fondo cada elección de la madre, o no lo hacemos». Es el razonamiento de Ann Furedi, directora de la clínica abortiva más grande de Gran Bretaña, la British Pregnancy Advisory (Bpas), tras la decisión del Fiscal General inglés de no perseguir a los dos médicos que han aceptado la petición de abortar de dos mujeres que no querían seguir con el embarazo de sus bebés por ser niñas.
 
El razonamiento de la nota pro choice es indiscutible: «No puedes ser pro choice, salvo cuando la elección no te gusta». Y es la lógica de la ley que permite el aborto de los niños enfermos, pero también sanos en el caso cuyo nacimiento dañe psicológicamente a la madre y la familia.
 
Furedi ha seguido explicando que la ley permite el aborto en el caso en el que «el sexo del hijo dañe la salud mental de la mujer que no lo acepta», así como lo autoriza si «una mujer no quiere al niño porque es pobre, ha sido abandonada o aún no se siente preparada». ¿Cuál es la diferencia? Ninguna, en ambos casos el hijo es un peso para la madre o su familia, y esto es suficiente para abortarlo.
 
En Inglaterra se verifican 200.000 abortos al año y el coloso Bpas, que lleva a cabo aproximadamente 55.000 (más de un cuarto del total), recibe 26 millones de libras esterlinas del Estado, en gran parte pagadas por los contribuyentes. Parece ser que el fenómeno de la interrupción del embarazo en base al sexo está creciendo con la inmigración asiática.
 
De hecho, Furedi concluye: «¿Es justo que una mujer embarazada de una niña no pueda abortar si su familia la deshonrara, si ella perderá su casa, su marido y a quien ama?». La pregunta, a posteriori, es retórica, visto que la ley prevé que basta una dificultad de la mujer para justificar la eliminación de una vida.
 
(Traducción de Helena Faccia Serrano)