La contestación contra la ideología de género alcanza también a grupos feministas que critican sus planteamientos de discriminación positiva contra el hombre e incluso la "minusvaloración de la mujer" que implica "considerarla como una disminuida".

Así lo explica a ReL Marisa Culebras, presidenta de Feministas por la Igualdad, que desde hace varios meses está agrupando en toda España a personas, hombres y mujeres, "afectados por la ideología de género" y en particular por su aplicación en la ley contra la Violencia de Género aprobada en 2004.


El feminismo luchaba por la igualdad ante la ley, y la igualdad de derechos y oportunidades. Eso mismo es lo que reivindicamos en nuestra asociación. La ideología de género parte del prejuicio de seguir considerando al hombre opresor y a la mujer oprimida, necesitada de ventajas para ser iguales, minusvalorando los logros conseguidos en igualdad de condiciones, colocándonos en una posición incómoda de tutela del Estado e imponiendo cuotas de paridad sin tener en cuenta que la valía de la persona no depende de su sexo.

Básicamente la imposición a la sociedad de una desigualdad escandalosa. Hombres y mujeres somos diferentes, física y psicológicamente, pero esto no significa que legal y socialmente se favorezca a unos o a otros. Además, la ideología de género ha conseguido que se aprueben leyes discriminatorias para los varones, quedando el significado de Igualdad menoscabado, recibiendo, por otra parte, ingentes cantidades de dinero público que han ido a parar entidades exclusivamente de mujeres, violando así otra reivindicación antigua, que no existan asociaciones discriminatorias. Hay que ayudar a los desprotegidos, por supuesto, pero de cualquier sexo o edad.


La presunción de inocencia desaparece con esta ley para el hombre al existir la inversión de la carga de la prueba, es decir, que la demostración de inocencia recae sobre el acusado en lugar de tener que demostrar el acusador su culpabilidad como en cualquier otro delito. En muchísimos casos un testimonio “creíble” de una mujer es suficiente para procesar y/o condenar a un varón. Además, la violencia en el ámbito doméstico y de pareja, no sólo tiene víctimas femeninas y de una edad determinada, también hay víctimas masculinas, menores y ancianos.

En absoluto, no sólo no han disminuido las víctimas, sino que han aumentado. Se han despilfarrado cientos de millones de euros para estos fines sin conseguir resultados. Contribuye además al fomento de la conflictividad en la pareja y en separaciones o divorcios, ya que se utiliza para conseguir beneficios en estos procesos hacia el lado femenino (custodia de los hijos, disfrute de vivienda y pago de pensiones). 


Este aspecto nos preocupaba y realizamos un estudio con los datos del Instituto Nacional de Estadística, está en nuestra página en internet. Analizamos la ocupación laboral por sexo, y constatamos que en los trabajos que podríamos denominar como cómodos la mayoría son mujeres, mientras que los trabajos considerados como menos deseables hay una mayoría aplastante masculina. Por ejemplo, en el ámbito judicial, en sanidad o en la enseñanza hay más mujeres que hombres. Las conclusiones son claras y contundentes.


Está penada por ley, y desde aquí animamos a quien la sufra, por la razón que sea, a que denuncie y que los juzgados competentes realicen su labor para erradicarla si existiera.


Pensamos que los dirigentes de cualquier ámbito, ya sea institucional o laboral, han de ser los más capacitados, sea cual sea su sexo. La palabra discriminación es anti ética. No es admisible que una persona pase por encima de otros compañeros más expertos o capacitados por ser mujer. Además, puede crear aversión hacia las mujeres que han conseguido éxito profesional por méritos propios, al convertirlas en “sospechosas” de haber recibido trato de favor.


La palabra discriminación ya lleva intrínseca la confrontación con la ética ya que excluye a una parte, para favorecer a unos se perjudica seriamente a otros. Cualquier discriminación es negativa. Pese a que nuestro diccionario recoge una acepción especial a este concepto, consideramos que en la actualidad y en España ya se ha conseguido la total inclusión social de las mujeres, de hecho, en las universidades la mayoría femenina es indiscutible. Una cosa es ayudar a la integración y otra muy diferente, discriminar para conseguirlo.


Cuando la actual Ministra, Ana Mato, hizo sus primeras declaraciones al respecto, nos dio un rayo de esperanza al utilizar el término violencia en el ámbito familiar, como consideramos que debe ser, proteger a cualquier víctima en este entorno. Lástima que tras las presiones del feminismo radical, cambiara y volviera a la denominación de violencia de género. Sabemos que están pensando en reformar la ley, y esperamos que remedien el terrible error que cometieron al apoyarla. Tienen datos suficientes para comprobar su ineficacia y constatar el dolor que ha provocado en innumerables familias.