San Hugo de Grenoble, obispo. 1 y 22 de abril.

Nació en 1053, en Chateauneuf d’Isère, en una familia de clase media. Estando embarazada, su madre soñó que veía a su futuro hijo amparado por varios santos, y que San Pedro y San Pablo le señalaban el camino del cielo. Por ello su padre, que era caballero, decidió inclinar al pequeño Hugo al estudio con vistas a que hiciera la carrera eclesiástica.

A los 21 años, ya graduado en Teología, le nombraron canónigo de la catedral de Valence, y aunque no era presbítero, aventajaba a estos en el cumplimiento de la disciplina y en el rezo del Oficio común. Colaboró con el Legado papal en Francia, obispo de Die, quien le tomó mucho afecto y se hizo acompañar de él en 1079 en el Concilio de Anignon. En esta cita de eclesiásticos conocieron a nuestro santo varios canónigos de Grenoble, quienes se hallaban sin obispo desde la muerte de su prelado, Ponce II, quien además había sido un obispo nefasto, simoníaco y excomulgado. Los canónigos, viendo las dotes de Hugo, solicitaron al Concilio que les nombrara a Hugo como su pastor, a pesar que este solo tenía 27 años y ser seglar. A pesar de su oposición, Hugo fue ordenado presbítero por el Legado, quien luego le llevó consigo a Roma, donde fue consagrado obispo por el papa San Gregorio VII (25 de mayo). En Roma el santo comenzó a padecer una serie de ataques demoníacos y espantosas tentaciones que le acompañaron más de 40 años, de los que salió victorioso gracias a su fe en Cristo, su oración y sus penitencias.

Hugo se hizo cargo muy pronto de su Sede, la cual estaba devastada por el mal ejemplo de su anterior obispo, como dije. Los asuntos de administración en manos de nobles y seglares, presbíteros con posesiones y sirvientes, algunos amancebados y con hijos. Hugo comenzó una serie de predicaciones y penitencias públicas, exhortando a la conversión del clero y los fieles. Durante dos años predicó, visitó, castigó y perdonó a aquellos arrepentidos. Muchos le dieron la espalda, llegando, literalmente, a pasar hambre por no caer en negocios turbios. Creyendo era impotente para lograr la conversión de toda su diócesis, nuestro santo se retiró al monasterio benedictino de "Casa Dei", donde tomó el hábito, para vivir como un monje más, alejado del poder y del peligro de ostentar el mando. Pero sin embargo, al saber el papa Gregorio VII donde estaba, le mandó abandonar el monasterio y volver a su tarea de obispo. Por ello, Hugo salió del monasterio sin llegar a profesar como religioso. De vuelta en Grenoble se esmeró más aún en su labor y pronto tuvo resultados. En tres años la diócesis parecía otra: más fervor y recta vida en el clero y los fieles, y los asuntos políticos separados (hasta donde era pensable en el siglo XI) de los asuntos espirituales.

En junio de 1082 Hugo tuvo un sueño misterioso: Vio caer a sus pies 7 estrellas, que le guiaban a través de las montañas hasta un solitario paraje llamado Chartreuse. Allí vio a Jesucristo ordenando a los ángeles edificarle una casa para él. Hugo no sabía que significado tendría aquella visión, pues era más que un sueño, cuando le llegó la respuesta: Se presentó ante él San Bruno (6 de octubre), otrora canónigo de Colonia, con seis compañeros. Bruno le relató su inspiración de entregarse a Dios en la soledad, viviendo en común, pero manteniendo el aspecto eremítico de los antiguos Padres del Desierto. Para ello Bruno le solicitaba le cediera algún espacio solitario y alejado del mundo. Hugo entendió su visión y fue un entusiasta defensor de Bruno, colaborador en la fundación de la primera Cartuja y además, fue de gran valía para lograr la aprobación de la Iglesia sobre la nueva Orden.

Su cariño por Bruno y su peculiar estilo de vida se tradujo en las largas temporadas que Hugo pasó en la Cartuja, donde era recibido como un padre. Oraba con ellos, vivía en soledad, se penitenciaba y trabajaba como ermitaño, anhelando aquella vida para él mismo. Estaba tan a gusto allí, que más de una vez el abad debía decirle "Id a vuestras ovejas y dadles el pasto que les pertenece", pues Hugo parecía olvidar que era obispo.

Varias veces intentó el santo prelado le removieran de la carga del episcopado, pero tanto Honorio II como Inocencio II no quisieron oír hablar de ello. No fue sino hasta cuando la edad y le enfermedad se lo impidieron, cuando el papa aceptó su renuncia, nombrando en su lugar a Hugo II, monje de la Grande Chartreuse. Dícese que tomó el hábito cartujano, y por ello la Orden lo tiene como santo propio, pero no está muy claro, porque hay testimonios de que siguió viviendo en Grenoble, muy cercano a su sucesor. Si no fue cartujo legalmente, de corazón sí que lo fue con certeza.

Falleció Hugo el 1 de abril de 1132, Viernes de Pasión, teniendo más de 80 años. Sus funerales fueron un gozo pascual, celebrados con alegría más que con llanto. Le sepultaron en su catedral, donde se mantuvo incorrupto su cuerpo durante mucho tiempo después de enterrado. Los milagros junto a sus reliquias fueron tantos que el papa Inocencio II le canonizó el 22 de abril de 1134 en el marco del Concilio de Pisa, a tan solo dos años de su feliz tránsito. Pronto la Orden Cartuja obtuvo celebrar su memoria, y en 1258 pudo elevarla a categoría de Fiesta. Antiguamente la celebraban a 1 de abril, hoy a 22 del mismo mes.

Fuente:
"Santos y Beatos de la Cartuja". JUAN MAYO ESCUDERO. Puerto de Santa María, 2000.

A 1 de abril además se celebra a
La Estigmatización de Santa Catalina de Siena.
Santa Genoveva de Brabante, eremita.
Santa Teodora de Xalapa, virgen y mártir.