San Zósimo de Siracusa, obispo. 30 de marzo y 21 de enero (Iglesias Griegas).

Fue hijo de unos ganaderos acomodados de Siracusa, donde nació en 571, muy cerca del santuario y monasterio de la gran Santa Lucía (13 de diciembre), que seguía la regla basiliana. Fue niño piadoso y a los siete años pidió a sus padres le dejaran entregarse a Dios. Estos acpetaron y así, en 578 entró como oblato al monasterio, sin estar interno, sino que vivía en su casa y servía en el culto de la iglesia. Su primer oficio fue custodiar la limpieza, las velas y flores de la capilla de Santa Lucía, donde se veneraba el cuerpo de la santa, a la que Zósimo tomó gran devoción. Le rendía culto y, admirado por su martirio, se encomendaba a ella para que le preservara en la pureza y la obediencia a Dios. Tanto era su afecto por este trabajo que cuando Fausto, el abad, mandó ponerle en otro oficio, Zósimo se rebeló y se fue adonde sus padres, para no volver más al monasterio. Estos, con dolor y sentido del deber, le devolvieron al monasterio, y el abad entonces, con gran paciencia, le volvió a encomendar el cuidado de la capilla de Santa Lucía.

Esa noche, cuando se despedía de la santa, esta se le apareció, le pidió jamás volviera a separarse del servicio divino, e iba a castigarle, cuando la Santísima Virgen también apareció y le protegió. Santa Lucía le perdonó y le prometió que intercedería por él siempre si no abandonaba su servicio. A partir de entonces, dedicó más tiempo a su trabajo y la veneración a Santa Lucía, yendo a su casa solamente para ver a sus padres y que estos le vieran, regresando rápidamente a su sitio. Fue testigo de varios milagros de Santa Lucía, y según la leyenda, de lo mal que se las gastaba la santa con los falsos devotos. Cuéntase que una dama noble que padecía una enfermedad, fue a rogar a la santa, y le hizo peticiones impropias de un cristiano y la santa en el momento la hizo caer de un golpe. Zósimo avisó a los criados y estos al llegar la hallaron muerta.

Treinta años estuvo Zósimo al servicio del culto de Santa Lucía. Al cabo, el abad Fausto murió y los monjes no se ponían de acuerdo para elegir sucesor, Fueron todos a ver al obispo San Juan (23 de octubre) y este les preguntó: "¿No hay nadie más aparte de vosotros en vuestro monasterio?" "No", dijeron los monjes, y el obispo les replicó "no puede ser que hayáis dejado el monasterio solo". Los monjes admitieron que habían dejado al custodio de la capilla de Santa Lucía, un monje con el que no contaban para nada. El obispo mandó buscarle y apenas entró Zósimo a su presencia, el obispo tuvo una revelación y dijo solemnemente a los monjes: "He aquí a quien el Señor ha elegido". Y los monjes le aceptaron como abad, por lo cual el obispo le ordenó presbítero. Fue abad durante cuarenta años, siendo un padre amado por todos, por su justicia, prudencia y caridad. Embelleció el santuario y jamás olvidó la capilla de Santa Lucía, de la que se ocupaba siempre que podía. Así, en 649 murió el obispo San Pedro de Siracusa (7 de enero) y hubo una doble elección: el pueblo clamó por Zósimo como obispo, y el clero por su parte eligió a Venerio, un presbítero engreído y amante de los placeres. Zósimo no quería ser obispo, y menos luego de una pelea por la sede. Así que el pueblo elevó el caso ante el papa Teodoro, al que Zósimo fue a visitar. El papa se decidió por Zósimo, que era apoyado por la ciudad y tenía virtudes probadas para ello.

Regresó Zósimo a Siracusa, y halló una impresionante bienvenida propiciada por los pobladores de Siracusa en el puerto de Ortigia. Se enfrentaba Zósimo a una sede empobrecida, a pesar de ser una región rica, con buen puerto y tierras. Trabajó el santo por devolver a la ciudad su esplendor, sin olvidar la vida espiritual y moral de sus hijos. Para ello redactó enseñanzas, cartas, sermones. Fue caritativo a mares, sin dejar nunca de socorrer a los pobres, logrando milagros para ello si era necesario. Una leyenda cuenta que un día envió a Juan su diácono asistente, a dar dos monedas a un pobre. Juan le dijo: "Nuestra bolsa está vacía". "Ve y vende tu manto y dalo al que sufre", fue la rápida y evangélica respuesta del obispo, que tomando su propia capa, la dio a Juan para que la vendiera y aliviara al mendigo. Al acto de hacerlo, llegó al palacio un joven que dejó una bolsa de monedas de oro para el obispo. Entonces Zósimo reprendió a Juan por su falta de fe en la Providencia. Otra anécdota cuenta que un día caluroso, mientras dormitaba, las moscas le molestaban. Había allí un presbítero que leía su salterio e interrumpió la lectura para espantar las moscas que molestaban al obispo. Cuando Zósimo despertó, le agradeció y añadió: "Pero nunca lo vuelvas a hacer, quédate en paz y lee tu salterio".

Reconstruyó y embelleció la iglesia de Santa María, que consagró el día que cumplía 82 años, en 653. En 656 ya estaba Zósimo enfermo y pasaba mucho tiempo en su cama, que no era más que un jergón de paja. Residía en Siracusa Caprasio, mayordomo del emperador Constante II, y sabiendo la pobreza del lecho de Zósimo, le regaló alfombras y mantas bellísimas y cómodas para que le preparasen un lecho más apropiado. Zósimo lo agradeció con cortesía y apenas estuvo solo, mandó a sus presbíteros que vendieran aquello a favor de los pobres y le preparasen su lecho de paja. Su muerte no está clara cuando ocurrió, entre 656 y 660. El pueblo le lloró muchísimo y le veneró en su sepulcro, donde ocurrieron algunos portentos.


Fuente: 
-"Vidas de los Santos". Tomo III. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.