San Lubin de Chartres, obispo. 14 de marzo y 15 de septiembre (traslación de las reliquias).

Lubin era hijo de padres pobres, y nació a finales del siglo V, cerca de Poitiers, reinando Clodoveo I. Su niñez transcurrió entre el trabajo del campo y el pastoreo, pero era un niño despierto y con ganas de saber. Por esto se hizo amigo de un monje, que le dibujó el alfabeto en un cinturón de cuero para que pudiera aprender las letras mientras trabajaba. Sus padres, viendo sus deseos de aprender e hicieron un gran esfuerzo prescindiendo de sus brazos y lo como entregaron al monasterio de Liguge (el de Nouaille, según otras versiones). Trabajaba largas horas y por su esfuerzo le encargaron la tarea de cillerero, o sea, el monje encargado de la provisión de los monjes, y que no falte nada de lo necesario. Como esta faena le tenía ocupado durante todo el día, comenzó a restar horas de sueño para poder estudiar. Como su lámpara molestaba a los hermanos (en los antiguos monasterios los dormitorios eran comunes) se las agenció para meterla bajo las sábanas y poder leer.

En esta pasión por el estudio y los trabajos para poder aprender, pasaron ocho años, sabiendo de la vida penitente de San Avito (17 de junio) y San Calais (4 de julio), que junto a santos Daumer y Gall (4 de mayo) se habían retirado a una vida oculta cerca de Orleáns, quiso conocerles y pedirles consejo. Sabido aquello por Calais, monje diácono del monasterio, este le aconsejó que jamás aceptara cargo en casa de obispo o palacio alguno, pues las tentaciones del mundo estaban muy presentes allí. Igualmente le advirtió que no se quedara en pequeños monasterios, donde todos querían ser superiores y la disciplina se relajaba pronto. Con estas ideas, visitó Lubin a Avito y Calais. Estos oyeron sus quejas sobre lo que le costaba orar y estudiar, y le aconsejaron permanecer un tiempo más en su o en otro monasterio y luego se uniera a ellos en su ermita, donde la provisión era lo de menos y podría dedicar tiempo a la oración y el aprendizaje.

Así que Lubin retomó su plan primero: ser un simple monje en el célebre monasterio de Lerins, donde el saber era primordial y los monjes dedicaban largos ratos a la erudición. Se encaminó a Lerins, pero de camino encontró un monje que de allí venía y le persuadió, así que se dirigieron a Javoux, donde el obispo San Hilario (23 de mayo) les recibió en el monasterio que también dirigía. Pero a su amigo no le satisfacía la vida que allí llevaban y se fueron al monasterio Ile-Barbe, cerca de Lyon, en el que gobernaba San Lupo (25 de septiembre). Al cabo de unos meses el monje liviano igualmente se cansó y quiso ir a otro monasterio, pero Lubin, reconociendo la mala influencia de este monje liviano, se negó a irse y se quedó al menos cinco años más en Ille-Barbe. Al cabo de este tiempo estalló entre los francos y borgoñones una guerra, que terminó con la derrota de estos últimos a manos de hijos del rey Clovis. La abadía de Ille-Barbe fue invadida por los soldados ávidos de botín, pero los monjes habían huido y solo estaban Lubin y un monje anciano. Los soldados amenazaron a los dos para que entregasen los tesoros del monasterio, y el viejo monje dijo que él no sabía nada, pero que Lubin sabía donde se guardaban. Así que los soldados tomaron a Lubin y le atormentaron para que dijera lo que sabía. Le ataron una cuerda en la cabeza, sujeta por detrás con un palo a modo de volante, que al ser girado, apretaba la cabeza hasta límites insoportables. Se le hundían las sienes más y más, aunque el santo aunque decía la verdad, que no sabía nada de tesoros. Luego le ataron de los pies y sumergían su cabeza repetidamente en un río, pero nada. En eso, pensando que le habían ahogado, le dejaron abandonado a la orilla del río y el santo pudo escapar al quedarse solo.

Se dirigió a Perche, donde estaba San Avito, y quedó con él hasta la muerte de este. Luego se retiró con dos compañeros al desierto de Charbonniers, donde construyeron tres pequeñas celdas. Vivieron cinco años en la soledad y la paz de la oración, la penitencia y el trabajo sencillo, pero los estupendos milagros que realizó Lubin le hicieron conocido: en una ocasión conjuró una tormenta con solo rociar el aire con aceite bendecido, y lo mismo hizo para calmar un fuego desatado en un bosque. Llegados estos sucesos al obispo San Eterio de Chartres (11 de marzo), este le hizo salir de su soledad, le ordenó presbítero y le puso al frente de la comunidad monástica de Brou. Fue abad por poco tiempo, pues pasó por allí San Aubin de Angers (1 de marzo), de camino a visitar a San Cesáreo de Arlés (27 de agosto) y le pidió le acompañase. Lubin, deseoso de llegar a Lerins, le siguió, pero cuando estaba cerca de alcanzar su sueño, Aubin le regañó por preferir su propia voluntad a la voluntad de Dios, que era otra. Así que, acabada la visita, tuvo que regresar a Brou. Y allí estuvo hasta 544, cuando murió el obispo Eterio y el clero eligió a Lubin como obispo para la sede de Chartes. La leyenda nos cuenta que se negó rotundamente a ser consagrado obispo, por lo que el clero urdió una treta, diciéndole que eligiera entonces entre los monjes de su monasterio a quien debía ser obispo. Lubin aceptó, y el monje elegido le pidió le acompañase a la ordenación episcopal. Al llegar a la catedral, el clero cerró las puertas y comenzó a aclamar a Lubin, diciendo era voluntad de Dios y el rey que asumiera el gobierno de la sede. Y viéndose atrapado, no le quedó más que aceptar.

Aunque ser obispo estaba lejos de lo que creía su vocación, Lubin se empleó a fondo en su labor apostólica. Reformó monasterios, adecentó iglesias, promovió la vida moral del clero y los fieles. Estuvo presente en los concilios de Orléans, en 549 y el segundo de París, en 551. De sus milagros como obispo se cuenta que resucitó a una niña, dio vista a un ciego y que con solo tocar su manto, ya sanaban los enfermos. Otros, relacionados con el uso del agua bendita, también se narran.

Entró en la gloria a 14 de marzo de 587. Fue sepultado en en la iglesia de S. Martin-du-Val, y sus reliquias fueron veneradas hasta 1568, cuando los herejes calvinistas las profanaron, quemándolas y arrojando las cenizas al viento. Solo quedó el cráneo, que también se perdió en la Revolución Francesa. Es abogado contra el reumatismo.
 

Fuentes:
-"Vidas de los Santos". Tomo III. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.
-"Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año: Marzo. P JEAN CROISSET. S.I. Barcelona, 1863.