San Pedro Damiani, camaldulense, cardenal y Doctor de la Iglesia. 21 y 23 de febrero (en Font-Avellano). 

Su vida la escribió su amigo y compañero San Juan de Lodi (7 de septiembre). Según este, Pedro nació en 1007 ó 1008, en Rávena. Muy pequeño quedó huérfano y su hermano mayor le mandó cuidar cerdos, y le humillaba constantemente. En una ocasión, encontró una moneda en la calle, en lugar de quedársela, se fue a la iglesia más cercana, dio la moneda al sacerdote para que oficiara una misa por sus padres. Tal gesto de fe, llevó al cura contarle el hecho a un hermano suyo, el arcipreste de Rávena, que compadecido, se interesó por él, le sacó de la condición de porquero y le costeó los estudios. Esto llevó a Pedro a adoptar un segundo nombre: Damián, en agradecimiento al arcipreste, que así se llamaba. Este presbítero, al final de sus días, también abandonó la vida secular y entró monje camaldulense, muriendo con fama de santidad.

Fue un estudiante brillante, en Faenza, como en Parma, tanto que a los 25 años ya era profesor en la misma universidad donde estudió. Fue un joven piadoso, humilde y castísimo. En una ocasión fue tentado por la carne de un modo tremendo, y se fue a río helado hasta el amanecer, luego comenzó a rezar todo el salterio hasta que abrieran una iglesia, donde oyó misa y quedó libre para siempre de esas tentaciones.

Letras, aplausos y honores no eran lo suyo, y a pesar del porvenir que se avecinaba, en 1035 entró con los monjes camaldulenses de San Romualdo (19 de junio), en el monasterio de Font-Avellane,  Fue un religioso ejemplar, muy penitente, orante, paciente y humilde. Ya monje se dedicó al estudio de la Sagrada Escritura y los Santos Padres. De varios monasterios reclamaban su presencia para instruir a los monjes. En  1043, 1041, según Butler, fue nombrado abad. Fundó cinco eremitorios, con priores sujetos a su autoridad. Era un gran amante de la vida monástica, pero fue llamado de su soledad por San León IX (19 de abril) al servicio de la Iglesia.

Son estos siglos del siglo IX al XII en los que se afianzan muchas costumbres, pensamientos teológicos, ritos litúrgicos, normas disciplinares aún hoy vigentes y que antes se practicaban, pero de manera irregular. Pedro Damiani fue un gran apoyo de los Papas contra los abusos contra y de la Iglesia, porque los combatió firmemente; por ejemplo la simonía, o sea, el comprar con dinero dádivas espirituales o cargos eclesiásticos, una costumbre que tardó en erradicarse. Luchó también contra la injerencia del poder político en los asuntos eclesiásticos. Fue a Milán, donde el amancebamiento de los sacerdotes era público, corrigió a base de predicar, sancionar y reformar las costumbres. No fue un santo acomodado San Pedro Damiani en la Iglesia, ni adulador los Papas reinantes, y conoció a varios, casi ninguno ejemplar, como Benedicto IX, que fue papa por tres veces (la primera vez con 12 años e impuesto por el rey de Bohemia), la segunda vez reinaría por 20 días, y fue depuesto por intereses políticos y económicos, la tercera vez estuvo ocho meses, hasta que San Bartolomé de Gottaferrata (11 de noviembre) le hizo abdicar y se retiró como un simple monje solitario al monasterio de Gottaferrata. También conoció a Dámaso II, impuesto por Enrique III de Alemania, a esta imposición contestó Pedro Damián, pero no fe escuchado.

Sus dotes de predicador y sobre todo, su austeridad de vida y santidad, hicieron que Esteban IX, Nicolás II y Alejandro II, los tres muy interesados en la reforma de la Iglesia, de las normas disciplinares, la liturgia, la vida honesta de los eclesiásticos, le llamaran a su lado para ayudarles en tamaña tarea. Por ello Esteban IX le nombró cardenal y obispo de Ostia en 1057, a lo que aceptó por obediencia y a la fuerza. Su persona fue decisiva para condenar como antipapa a Honorio II, frente a Alejandro II, en 1061. Y, para que se vea que todos los santos fallan y no son perfectos, ni mucho menos, Pedro profetizó que Honorio moriría al año siguiente, justo el aniversario de su salida del trono de San Pedro, cosa que no sucedió.

Su intensa obra reformadora, misionera y oratoria, caló en gran parte de la curia romana y de Francia, que se preparó para la reforma eclesiástica. Además su habilidad diplomática, preparó al monje Hildebrando, aunque tenían ciertas diferencias sobre el modo de la reforma de la Iglesia, para ser elegido papa al año siguiente de la muerte del mismo Pedro Damiani, con el nombre de San Gregorio VII (25 de mayo), que intentó poner fin a la intromisión del emperador de Enrique IV en los asuntos eclesiásticos (aquí sucedió la famosa entrevista en Canossa, la falsa penitencia de Enrique y el sincero perdón de Gregorio), pero este asunto no quedaría solucionado sino con Calixto II (11191124).

Escribió su libro "Libro sobre Gomorra, contra la cuádruple putrefacción de la corrupción carnal", muy duro con los eclesiásticos y nobles corrompidos por la lujuria. También escribió sobre liturgia, cánones en general, apologías de la fe ante el judaísmo, normativas para los monjes, teología sacramental, oraciones, himnos, poemas, biografías, etc. Su obra epistolar es muy intensa, ruda en el lenguaje, firme en el ideal y amorosa en el objetivo y el trato. Toda su obra se resume en su gran misión: la reforma de la Iglesia. Luego de tantas , renunció al obispado de Ostia, para retirarse a su soledad camaldulense. Desde su retiro aún escribió otras normas, tratados espirituales y devocionales. Escribió la vida de su discípulo y admirado abad del monasterio La Trinidad, Santo Domingo Loricato (14 de octubre) que recoge el "Acta Sanctorum". En 1069 el papa lo sacó de su retiro para enviarle como legado suyo al sínodo de Frankfurt, donde impidió que Enrique IV de Alemania se separara fraudulentamente de Bertha, condesa de Las Marcas, amenazándole con graves penas espirituales.

De nuevo regresó Pedro Damiani a su tranquilidad de Font-Avellane, a una vida totalmente de encierro, ayuno y penitencia perpetua. Solo salía de su celda los días de fiesta. Usaba cilicios, hacía varias cuaresmas al año, solo ingiriendo pan, agua y unas hierbas. Fiel al espíritu benedictino, trabajaba haciendo cucharas y otros utensilios de madera para el sustento del monasterio. En 1072, con 83 años, de nuevo fue sacado de su soledad, por Alejandro II para intervenir en el castigo y penitencia del ya excomulgado obispo de Rávena (este murió antes de llegar Pedro) y sus cómplices, acusados de crímenes, estafas, abusos y corruptelas; así como para poner orden en la diócesis. De regreso de esta legación, se sintió mal llegando a Faenza, fue levado al monasterio de Santa María y allí padeció durante ocho días. Murió a los maitines del 22 de febrero, día de la Cátedra de San Pedro, signo visible de la unidad de la Iglesia por la que tanto había luchado.

Fue canonizado por León XII en 1828, 756 años tras su muerte, aunque ya era venerado por la Orden Camaldulense y por varias iglesias locales. Junto a la canonización recibió el título de Doctor de la Iglesia. Es patrono contra los dolores de cabeza.


Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo II. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.