San Silvestre, papa. 31 de diciembre y 2 de enero (Iglesias Orientales).

La historia:
Esta trae poco de Silvestre, sólo que fue elegido papa el 31 de enero de 314, y que sucedió a San Melquíades (10 de diciembre). Aún era época turbulenta, por lo que Silvestre pasó un tiempo escondido, hasta la paz de Constantino y la proclamación de la libertad del cristianismo. Comúnmente Silvestre aparece como el papa a quien correspondió el tránsito de las persecuciones a la paz, aunque hay que aclarar que en 311 Galerio publicaba el derecho de los cristianos de profesar su fe, como los demás, siempre que no alteraran el orden. La Iglesia obtenía personalidad jurídica, y podía levantar y recuperar basílicas. En 312, el papa Melquíades pudo celebrar la Pascua con toda solemnidad y con toda la tranquilidad del mundo. Además, se le regaló el palacio de Monte Celio, llamado de Letrán, donde estableció su sede y actualmente es la catedral de Roma. En 313 Constantino y Silvestre no partieron de cero, sino que había una base de tolerancia oficial.

Silvestre, por su edad y salud no participó en el concilio de Nicea (325), aunque envió dos sacerdotes con sus recomendaciones y decretos. En este concilio se condenó firmemente el arrianismo. Al parecer, Silvestre fue quien ordenó que el Crisma debía ser consagrado solo por los obispos, y extendió a los sacerdotes la administración de la confirmación en casos extremos. También dictó que los diáconos llevarían dalmática al servir al altar y que los corporales solo debían ser de lino y blancos, sin teñir. Prescribió el ayuno en miércoles, viernes y sábados, en honor del Jueves (día de la instición de la Eucaristía) y del domingo (día de la Resurrección). Digo “al parecer”, porque cuando se estudia de liturgia e historia de la Iglesia, se da cuenta uno de que pocas cosas han sido instituidas en un solo día, y por un decreto determinado; mucho menos que tal o cual costumbre o norma hayan sido adoptadas uniformemente, sino que ha habido evolución e involución en la liturgia.

Silvestre murió el 31 de diciembre de 335, día en que se celebra su memoria y es de los primeros santos no mártires en ser venerados públicamente por la Iglesia, pues en 354 ya consta su memoria en Roma. Está enterrado en San Silvestre de Roma, iglesia que se construyó sobre las catacumbas de Priscila, aunque un brazo es venerado en la catedral de Chalon-sur-Saone, una supuesta cabeza en Croacia y otras reliquias están desperdigadas. 

La leyenda: 
La extensa leyenda, obra de San Simeón Metafraste (27 de noviembre) dice que era hijo del presbítero Rufino y Justa, y que nació bajo el papado de San Cayo (22 de abril y 11 de agosto). Padeció persecución al enterrar a Timoteo, un mártir perseguido desde Antioquía. Siendo llamado a sacrificar a los dioses y negarse, Tarquino el prefecto le amenazó con torturas, a lo que Silvestre le profetizó que esa misma noche moriría, como sucedió, pues Tarquino murió atragantado por una espina. Silvestre fue liberado y desde entonces ganó fama de predicador y santo entre el pueblo romano, por lo que a la muerte del papa Melquíades fue elegido papa en el 312. Apenas fue elegido, mandó hacer una lista de todos los huérfanos, viudas y pobres de la ciudad, para que los cristianos les socorriesen permanentemente. La leyenda le pone curando a San Constantino (21 de mayo), aquejado de lepra, luego que San Pedro y San Pablo se le aparecieran al emperador y le enviaran donde Silvestre, que estaba escondido en Monte Soracte. Allí Silvestre le llevó a una fuente milagrosa y, a cambio de desterrar el paganismo y convertirse, le bañó y le bautizó. Mediante el bautismo, Constantino obtendría la salvación y la curación corporal, después de haber intentado obtener la salud mediante ritos paganos, o estar a punto de bañarse en sangre de bebés. Pero sabido es que Constantino no fue bautizado hasta 337, y Silvestre murió en 335, dos años antes; sin embargo, hasta la reforma del Martirologio Romano y del Breviario, ambos afirmaban que San Silvestre bautizó a Constantino.

Pidió, y obtuvo, que se construyera una basílica dedicada al Salvador en un antiguo palacio de descanso de Diocleciano: que ya vimos son los orígenes de San Juan de Letrán, iglesia a la que Constantino dotó ricamente. Asimismo se construyó la basílica de San Pedro, sobre la venerada tumba del apóstol. También intentó la leyenda dar un lugar más relevante a Silvestre con respecto al importantísimo concilio de Nicea, recreando un supuesto sínodo de 277 obispos, que Silvestre reunió en Roma al regreso de sus legados, Víctor y Vicente, según cuenta la ficción. Este sínodo presidido por Silvestre ratificaría las resoluciones de Nicea con la autoridad papal. Lo cierto es que Eusebio no menciona para nada semejante sínodo.

Una parte muy extensa de la leyenda habla de un debate con doce maestros judíos sobre la divinidad de Cristo, la maternidad virginal de María, la fe cristiana. Este debate fue llevado a cabo a instancias de Santa Elena (18 de agosto), y en presencia de Constantino. Sobra decir que Silvestre salió victorioso de todos. Once de los judíos aceptaron su derrota y su error, pero el duodécimo, llamado Zambri, retó a Slvestre a demostrar su fe y poder, quitando la vida a una criatura. Eligió a un toro y al susurrarle una palabra en la oreja, este cayó muerto. Silvestre, viendo que el judío había invocado al diablo, se acercó al toro y le dijo: "Tú, señor de la maldición y la muerte, yo te mando en nombre de Jesucristo que este toro se levante y regrese a su rebaño". Y así fue. Esto logró la conversión de los demás judíos presentes.

Otra parte de la leyenda narra como Silvestre dominó un dragón que vivía en un pozo cercano y que mataba solo con su aliento. Con la señal de la cruz y en nombre de Cristo, le puso una cadena, un collar de hierro del que pendía una cruz y lo sacó mansamente del pozo. Ambas leyendas han propiciado patronatos sobre los animales, las aguas, contra los envenenamientos. En la Borgoña, trabajar en su día podía atraer la mala suerte, la destrucción de la cosecha y morir mordido por una serpiente. Se acostumbraba en Bélgica, Alemania y Francia hacer peregrinaciones y pedir la protección del santo para los animales y cosechas. También es patrono de albañiles y canteros, sobre todo en Francia. Las figuras del toro y el dragón forman parte de la iconografía del santo. Además le acompañan la paloma y la rama de olivo, símbolo de la paz del cristianismo, traída por Constantino.


Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo XV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.