Santa Eva, madre de los vivientes. 24 de diciembre.

Sí, me refiero a Eva, mujer de Adán, aquella primera mujer formada por Dios del costado de Adán, según el mito bíblico. Empleo la palabra mito y su acepción: un relato tradicional que se refiere a acontecimientos antiguos de los que no se tiene conocimientos y por lo tanto idealizan hechos y personajes. Los mitos explican un fenómeno de origen natural o espiritual. Son esenciales para conocer las culturas y su historia. En el fondo del mito hay un trasfondo de verdad. Un ejemplo sería el diluvio universal, presente en varias culturas, aparentemente desconectadas entre sí y que lo contienen en su acervo cultural con diferentes explicaciones. En el caso que nos ocupa, Adán y Eva, es un mito fundacional de la zona mesopotámica, origen de nuestra cultura judeocristiana. Busca explicar el origen del hombre y, sobre todo, la entrada del mal y el pecado en el mundo. Pero todo mito también alude al momento en que se consolida y se plasma por escrito, o sea, cuando se convierte en historia. El relato bíblico del Génesis se escribe a partir de la tradición oral en la época de Salomón, dado a tener varias esposas y a consolidar pactos mediante matrimonios, asimismo dado a la idolatría, especialmente de una divinidad en forma de serpiente. Teniendo claro este contexto histórico, el mito toma más sentido si comprendemos que el Génesis en la pareja de Adán y Eva hace una apuesta por la unión esponsal monogámica, la fidelidad y la adoración de único Dios, desoyendo a los dioses extraños.

De lo que nos dicen las Escrituras, lo primero que llama la atención es el “motivo” de la creación de Eva: viene a solucionar la única cosa que Dios vio que no estaba bien en el mundo: la soledad del hombre. (Gen 2, 20). Lo segundo, es la forma de la creación: No la hace del mismo modo del hombre, con barro, sino que la saca de este, y es que existiendo ya la humanidad, el barro es inncesario, ambos seres son de la misma carne y de los mismos huesos (Gen 2, 23), son iguales en dignidad y valía. Es significativo que el “el hombre tendrá autoridad sobre ti” (Gen 2, 16) no sea sino fruto del pecado y de la ruptura de la relación del hombre y Dios y de los hombres entre sí, y de ello se hace eco Edith Stein en “Ensayos sobre la Mujer”.

Comúnmente se cree la muerte, el dolor (los de parto en caso de Eva) y el trabajo son el castigo que Dios impone a la humanidad por pecar, cuando son las consecuencias de esta ruptura de relaciones. Dios está advirtiendo de las consecuencias, no imponiendo el castigo. De hecho, lo único que determina Dios en el relato de la caída humana es la Redención. Avisa, en Gen. 3, 15, que si bien la serpiente tuvo una victoria temporal (morder el talón), la victoria de la mujer en su descendencia será definitiva (aplastar la cabeza).

Sobre la “vida” de Eva pues poco hay que decir, salvo lo que el Génesis capítulos 2 y 4 ya nos dicen. Eva, como primera madre de los vivientes, recordando que es un mito que no busca historicismos, ni la Biblia tampoco lo pretende. Más que lo que haya sido de la vida de Eva, no podemos decir, pues ciertas revelaciones, como las de la Beata Ana Catalina Emmerick (4 de febrero) o las de Sor María de Jesús de Ágreda más que aportar datos o enseñanzas, aportan fabulaciones sobre lo que pasó, o sea, aportan mitos. Leyendas sobre que vivió más o menos que Adán, que hizo penitencia toda su vida, o que Adán fue enterrado en el monte Calvario, pues las dejamos de lado. Más interesante es la luz que arroja el personaje de Eva en la redención humana. Su papel de madre de todos los vivientes creó el evidente paralelismo con la Santísima Virgen María. Paralelismo situado al margen de una primera analogía: Adán-Cristo, pecado-redención. Esta concordancia la disfrutaron y explicaron los Padres de la Iglesia, que hallan en ella una gran riqueza teológica: Si Eva nos dio la vida natural, María nos dio la sobrenatural. Y traigo algunos ejemplos, aunque muchas más hay:
 

"Así como Cristo se dice nuevo Adán, así también María se puede llamar nueva, y feliz, Eva. Y esto mismo parece que quiso indicar el Arcángel San Gabriel en la palabra "ave", que leída al contrario dice "eva". Porque si la primera Eva perdió a todos los hombres, la segunda Eva, María, ganó a todos los hombres. Si la primera Eva fue engañada por la serpiente, la segunda Eva, María, quebrantó la cabeza de la serpiente. Si la primera Eva comió la muerte, gustando del fruto vedado, la segunda Eva, María, nos dio a todos la vida con el fruto bendito de su vientre". P. Francisco Javier Dorn. S.J.

"si de Eva proceden por generación todos los hombres, de María nace la vida al mundo, pues dando a luz al Viviente, ella se convierte en madre de todos los vivientes". San Epifanio.

"…la que por su pecado había introducido en nuestra naturaleza y había sido condenada a dar a luz con sufrimiento y dolor, era absolutamente necesario que la madre de la Vida comenzase su embarazo con gozo y concluyese su alumbramiento en la alegría". San Gregorio de Nisa.

En cuanto al pecado, por el honor del Señor, yo entiendo que ni se debe mencionar respecto de la Santísima Virgen María, la cual mereció concebir y dar a luz al que evidentísimamente lo fue sin pecado”. San Agustín. La naturaleza y la Gracia, 36.

"¿Acaso no imitan los pecadores a Eva; y no es más bien por ella por quien tuvo origen el pecado del género humano? Por la mujer fue el comienzo del pecado, y por causa de ella, como está escrito, todos morimos. (...) es precisamente por ella, por lo que habla el Apóstol de un solo hombre, por el que entró en el mundo el pecado, sino porque quería dar a entender que el pecado se transmite, no por imitación, sino por generación? El comienzo del pecado fue por la mujer; el comienzo de la generación, por el hombre; antes que dé a luz la mujer, siembra el varón; por un hombre, pues, entró en el mundo el pecado, porque entró por el camino de la semilla fecundante que, al recibirla, concibe la mujer; sólo el que nació de una mujer sin pecado no quiso nacer de esta manera". San Agustín. Réplica a Juliano, 56.

"¡Pobres de nosotros que siendo hijos de la infeliz Eva, y por lo mismo reos ante Dios de la misma culpa, condenados a la misma pena, andamos agobiados por este valle de lágrimas, lejos de nuestra patria, llorando afligidos por tantos dolores del cuerpo y del alma! Pero ¡bienaventurado el que, entre tantas miserias, con frecuencia se vuelve hacia la consoladora del mundo y refugio de miserables, a la excelsa Madre de Dios y devotamente la llama y le ruega! “Bienaventurado el hombre que me escucha y vigila constantemente a las puertas de mi casa” (Pr 8, 34). “¡Dichoso –dice María– el que escucha mis consejos y llama constantemente a las puertas de mi misericordia, suplicando que interceda por él y lo socorra!" San Alfonso María de Ligori. 
 

Y para terminar, señalar que podría extrañar que se les considere santos, habiéndonos traído el pecado original que todos hemos heredado. Pero los cristianos sabemos que la redención de Cristo alcanza a todos y que no hay razón plausible para negarla a los primeros padres. A aquellos que desde el seno de Abraham esperarían la venida del Mesías. Aún con más ansia la esperarían los primeros depositarios de esta esperanza: Adán y Eva. De hecho su memoria litúrgica, que no pertenece a Occidente, está señalada a 24 de diciembre no en balde, sino con todo sentido, recordando que si bien pecaron, la “Descendencia de la mujer” ha derrotado definitivamente a la antigua serpiente por su Encarnación, Muerte y Resurrección gloriosas.


Fuentes:
-"Virgen singular: la reflexión teológica mariana en el siglo XX". Juan Luis Bastero de Eleizalde. Madrid, 2001.
-"María, nueva Eva en Justino, Ireneo, Tertuliano y Agustín". Claretianis, 1996.
-"María, nueva Eva según las Escrituras". Athenas, 1959.
-“Las glorias de María”. ALFONSO MARÍA DE LIGUORI. Barcelona, 1860.