San Serapión de Antioquía, obispo. 30 de octubre.

Aunque de San Serapión la mayor parte noticias de las noticias son fiables, hay algunas lagunas que, oportunamente, las leyendas y las suposiciones llenaron. Fue obispo vigilante, gran evangelizador y defensor de la fe católica. La leyenda del Carmelo nos cuenta que, aun admitiendo que no se sabe de sus padres y orígenes, nació Serapión por el año 140, y fue un niño prodigio. Desde infante su alivio eran las soledades y la lectura de las Escrituras, por lo que supone que sus padres serían cristianos fervientes. Siendo joven, tuvo conocimiento de los ermitaños del Carmelo, hijos de San Elías, y desencantado de las vanidades del mundo, al Carmelo se fue a vivir una vida de penitencia y oración, al estilo del santo profeta. Allí, en el silencio y el recogimiento, se formó más aún en el conocimiento de la Palabra de Dios. Y pasaron los años, siendo un monje fervoroso, paciente, caritativo y humilde, escondiendo su sabiduría a los hermanos, hasta que Dios dispuso otra cosa.

En el año 191, o 192, según San Jerónimo (30 de septiembre y 9 de mayo, traslación de las reliquias) murió Máximo de Antioquía, y conociendo la iglesia antioquena “el buen olor de sus prendas, porque los santos son plantas aromativas, que comunican sus fragancias desde lejos” (Flores del Carmelo), le eligieron como obispo de la sede apostólica, siendo el octavo sucesor de San Pedro. La “Doctrina de Addai”, un texto del siglo IV pone a San Serapión consagrado por el papa San Ceferino (26 de agosto), pero en realidad ya era obispo antes del tiempo de Ceferino. Viéndose con la responsabilidad del obispado, comenzó un profundo ejercicio de apostolado y misión, especialmente para advertir de las herejías que amenazaban la fe de Cristo. Para ello escribió varias cartas a otros obispos y abades, especialmente duras con el montanismo, herejía milenarista que insistiendo en la inminencia de la venida de Cristo exigía renuncias y penitencias exageradas a los fieles. Era restrictiva con el perdón y la misericordia, impedía a los esposos tener relaciones, etc. Montano y dos mujeres llamadas Maximilla y Priscila, las cuales profetizaban en nombre del Espíritu Santo la llegada de la Jerusalén Celeste, en un día y sitio concretos. Como suele pasar, entre los creyentes de esta herejía había uno muy listo, de nombre Alejandro, el cual buscaba su provecho personal. Contra esta desviación escribió una carta Serapión, firmada y avalada por otros obispos, entre ellos Elio Publio Julio, obispo de Debeltum, que llegó a exorcizar a la tal Priscila.

También se opuso al docetismo, herejía que enseñaba que la Encarnación del Hijo de Dios era solo aparente, pues Cristo no era verdadero hombre. Serapión escribió algunos tratados sobre la Encarnación, alertó a prelados sobre el peligro de estas creencias, que igualmente llevaban a renuncias extremas e inadecuadas, y para nada cristianas. Pero el principal combate por el que se le conoce es contra el llamado “Evangelio de Pedro”, un texto leído con veneración en la antigua Iglesia, aunque nunca fue considerado inspirado por la Iglesia. La obra suscitó algunas controversias entre obispos y fieles y Serapión, hay que decirlo, obró con cierta ligereza, al responder "si esto es lo único que crea la diferencia entre vosotros, que sea leído", sin leer y estudiar la citada obra. Pero luego se retractó, y con una simple lectura comprendió que no era un “evangelio” ortodoxo, sino que coqueteaba con el docetismo, más por sus supresiones sobre la naturaleza humana de Cristo, que por las opiniones sobre esta. Como suele pasar, las omisiones causan tantos estragos como las malas obras. A los fieles de Rhossos les escribe una carta, en la que les prohíbe leer dicho “evangelio” en público, a la par que les anima a permanecer en la verdadera fe apostólica, la cual promete predicarles en persona:

En cuanto a nosotros, hermanos, recibimos a Pedro y a los demás apóstoles como a Cristo. Pero rechazamos los escritos que circulan falsamente bajo su nombre, como hombres experimentados que sabemos que tales escritos no nos han sido transmitidos por tradición. Cuando estuve entre vosotros yo me figuré que todos profesabais la fe verdadera; y sin haber leído el Evangelio que presentaban ellos bajo en nombre de pedro, dije: si es éste el único motivo que parece causar disensiones entre vosotros, no se lea. Pero ahora se, por lo que me han dicho, que su mente se escondía en algún repliegue de Herejía. Por eso procuraré volver a vosotros. Esperadme pues, pronto. Pero nosotros, hermanos, comprendiendo a qué clase de herejía pertenecía Marciano, pues con la ayuda de otras personas que habían practicado este mismo Evangelio, es decir, con la ayuda de los sucesores de los que lo pusieron en circulación a quienes llamamos Docetas (porque la mayor parte de las ideas pertenece a su doctrina) hemos podido hacernos con el libro que ellos nos prestaron, revisarlo y descubrir que, si bien la mayor parte está, efectivamente de acuerdo con la doctrina verdadera de Salvador, han sido añadidas algunas cosas, que hemos anotado para vosotros”.



Luego mandó borrar el nombre de San Pedro de semejante obra (en el siglo XIX se hallaron restos de unos papiros del siglo II del tal evangelio). Y no sabemos mucho más del santo. La leyenda carmelitana le pone falleciendo en 213, otros en 211. Siempre antes de 215, podemos afirmar. En 362, en el célebre Concilio de Alejandría contra algunas herejías, los escritos de San Serapión fueron puestos en valor por San Atanasio (2 de mayo y 18 de enero) ante los obispos, retomándolos para rebatir a los herejes. Lezana y otros escritores carmelitas no dudan en hacerlo santo de la orden, y en el siglo XVI está inserto en el propio del Carmelo.


Fuentes:
-"El Carmelo Ilustrado con favores de la Reina de los ángeles". P. FRANCISCO COLMENERO. Valladolid, 1754.
-“Flores del Carmelo, vidas de los santos de N. S. del Carmen”. FR. JOSÉ DE SANTA TERESA. Madrid, 1678.
-“Glorias del Carmelo”. Tomo III. P. JOSÉ ANDRÉS. S.I. Palma, 1860.
-"Vidas de los Santos". Tomo XII. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.