San Vivien de Saintes, obispo. 28 de agosto y 13 de enero (traslación de las reliquias).

Según la Miracula Sancti Viviani", este era hijo de un pagano y de una cristiana llamada Maurella. Aunque fue educado en las costumbres y tradiciones galo-romanas, el paganismo no hizo mella en él, y a los 16 años, con alegría de su madre, fue bautizado por San Ambrosio de Saintes (28 de agosto). Su mente despierta y las influencias de su padre le hicieron escalar puestos en el servicio público, llegando a ser gobernador de distrito. A los 33 años, se hastió del mundo, lo dejó todo y se fue adonde su obispo, que conociendo su piedad y sabiduría, le concedió el presbiterado. Cerca del año 450 Ambrosio murió y el clero y el pueblo eligieron a Vivien para sucederle como obispo. Aunque se negó, nada pudo hacer al aparecer sobre él una paloma blanca, que fue tomada por todos como signo de elección divina.

Le tocó hacer frente a las dificultades de un Imperio que hacía agua por todas partes: corrupción, crisis de fe, neo-paganismo, y lo peor: los bárbaros asolando las fronteras del Imperio y adentrándose en los territorios cristianos. Se dio todo a todos, al decir de San Pablo, protegiendo a los refugiados, acogiendo a monjes que huían y fundando nuevos monasterios, organizando la caridad e incluso los servicios públicos y militares de su ciudad. También comenzó la construcción de la catedral de San Pedro, que hubo de interrumpir por la irrupción de los herejes arrianos procedentes de España. Eran cristianos, pero no se detenían ante cualquier botín que pudieran arramblar, y con más deseo aún si eran bienes de los católicos. Saintes fue atacado, y los que no huyeron, fueron apresados y llevados a Tolosa. Con ellos se fue San Vivien, que desechó el cómodo carro y caballos que le ofrecieron los nobles, para usar un simple carro tirado por bueyes. Llegados a Tolosa, Vivien veneró las reliquias de San Saturnino (29 de noviembre). Luego se retiró a un monte, para hacer oración en soledad y pedir a Dios ayuda e inspiración. Estando allí, un arriano le robó sus bueyes para transportar lo que había saqueado en diversos sitios, pero apenas los sacó de la cuadra, quedó paralizado, por lo que clamó a Dios y pidió perdón al obispo a gritos. Oyéndole Vivien, fue, le perdonó y el hombre quedó libre. Además, se convirtió a la verdadera fe de Cristo.

Este portento llegó a oídos de Teodorico II, rey de los visigodos, que quiso conocer a Vivien, para lo cual le invitó a su mesa. Al llegar vio que la mesa estaba ocupada por obispos arrianos. El rey quiso honrar a todos los prelados dejándoles beber de su propia copa. Al llegar a Vivien, este le dijo: "Su Majestad, como líder de la iglesia, solo puedo aceptar esta copa a menos que cambie a la verdadera Iglesia", y se retiró de la mesa ante el enfado del rey, para pasar la noche junto a la sepultura de San Saturnino. Esa noche Teodorico tuvo un sueño en el que le era revelada la santidad y la razón que tenía Vivien, por lo que a la mañana fue a verle y disculpándose, le ofreció le pidiese lo que quisiera. Vivien aprovechó para pedirle: “me gustaría diera la libertad a todo mi pueblo y le devuelva todos sus bienes". Teodorico aceptó y les dejó libres y con sus posesiones restituidas. Saintes recibió triunfalmente a su obispo, llevándole en andas a la catedral en construcción. Entre todos se dieron a la tarea de la reconstrucción de la ciudad, volviendo a la vida cotidiana.

Pero poco duró la paz: en menos de dos años aparecieron los sajones ante las puertas de la ciudad. Allí estaban los ejércitos, y cuando ya socavaban las murallas de la ciudad, de pronto un estruendo de armas y gritos de soldados desde dentro de Saintes, creó confusión entre los sajones, que huyeron despavoridos ante aquello. Y fue cosa de milagro, pues los soldados eran pocos y la mayoría del pueblo estaba orando junto a su obispo, al que “responsabilizaron” de aquel milagro. Finalmente, puedo concluir la construcción de su amada catedral, pero supo por revelación que no vería la dedicación. Reunió a su clero, les dio a conocer su próxima muerte y designó a San Troian (30 de noviembre) como sucesor. Efectivamente, murió la víspera de la dedicación de la catedral, celebrándose su funeral a la par que la consagración del templo. Curiosamente no fue sepultado en la catedral, sino a las afueras de la ciudad, tal vez con la intención de levantar una iglesia dedicada a su memoria sobre su sepulcro. Pronto comenzaron los milagros junto a su tumba: paralíticos, artríticos, lisiados, etc. Entre ellos, una pobre mujer, cuyas uñas crecían hacia adentro de sus manos ya había quedado imposibilitada de trabajar, visitó al santo, y haciendo oración halló la sanación de su mal, pudiendo mantener a sus hijos.

En una fecha incierta, pero antes de 1020, sus reliquias fueron trasladadas al célebre monasterio de Figeac, competidor en los ámbitos material y espiritual de la vecina abadía de Santa Fe de Conques. Es en este contexto en el que se escriben las obras "Miracula Sancti Viviani" y "Translatio", que rellenan las lagunas que la vida y culto del santo se tenían, y lo hace con portentos comunes a otros santos, y sin mucha crítica. En Rouen tiene una iglesia y plaza dedicadas a su memoria.


Fuentes:
-"Office de Saint-Vivien, évêque de Saintes". Rouen, 1845.
-"Les sociétés de l´an mil: Un monde entre deux âges". PIERRE BONNASSIE. Bruselas, 2001.