Santa Avia o Avoye, virgen y mártir. 6 de mayo y 21 de octubre.

Según la leyenda, era natural de Sicilia, y sus padres fueron un reyezuelo local, pagano y perseguidor de cristianos, llamado Quintiano, y su su madre, llamada Gerásima, era de origen real inglés, y cristiana. Poco a poco, la madre logró convertir a su esposo, que se bautizó y fue un cristiano ejemplar. Tuvieron tres hijos y nueve hijas, de las que Áurea (nombre original) fue la menor de todas. Desde niña destacó sobre sus hermanos por su piedad, discreción y docilidad. Cuando cumplió los 13 años, una día al salir de la iglesia, un joven le declaró su amor, pero ella ya había hecho un voto de virginidad a Jesucristo, por lo que le rechazó. No contenta con ello, aborreciendo ser bella y ocasión de pecado, comenzó una vida penitente, abandonando joyas y vestidos, alimentándose de pan y agua, con la esperanza de perder la belleza. Asimismo se recluyó en una pieza de su casa, dedicada a la oración y para no ser vista por hombre alguno.

En este retiro la visitó un ángel, que le confirmó que Jesucristo aceptaba su voto, y como en las Escrituras se lee, le cambiaba el nombre, llamándole Avia, a partir de entonces. Avia, le preguntó como podía servir a Cristo totalmente y el ángel le indicó que llegaría en momento en que iría a la Gran Bretaña, junto a su prima Úrsula, y junto a ella alcanzarían el cielo de forma gloriosa. Pues sí, porque resulta que la leyenda hace a Gerásima hermana de Daría, madre de Santa Úrsula (21 de octubre). Llegó el momento en que Dionet y Daría concertaron el matrimonio de Úrsula con Holofernes, un príncipe de Gran Bretaña y Gerásima, viuda a la sazón, y sus hijos fueron invitados.

Partió Gerásima con sus hijas Avia, Babila, Juliana, Victoria y el pequeño Adriano, de 10 años. Al llegar, conocieron del proyecto de Úrsula de retrasar el matrimonio, para viajar a Roma junto a un séquito impresionante de 11.000 vírgenes, presentes para la boda. Y así hicieron, viajaron a Roma donde se les unió el legendario papa San Siricio (21 de octubre), cardenales y clero romano, en su regreso a Gran Bretaña. Llegados a Colonia fueron sorprendidas por los hunos, que martirizaron al grupo, Gerásima y sus hijos incluidos, menos Avia, a la que un jefe huno hizo cautiva pensando doblegarla y que renunciase a su fe y voto virginal mediante la cárcel y la tortura. En la cárcel Jesucristo la consoló, alentándole a permanecer fiel y descubriéndole que su martirio, dilatado en el tiempo, sería más glorioso. La Santísima Virgen la consolaba frecuentemente, llevándole panes hechos por los ángeles. En fin, que ni tormentos ni amenazas lograban vencerla, por lo que el huno se cansó y la arrojó a un foso con leones, como al profeta San Daniel (20 de julio), pero estos no la tocaron y pudo escapar.

No sabiendo adonde dirigirse, se embarcó en una artesa de piedra, como vimos con Santa Edwette (15 de abril), adonde el mar la llevase, llegando a Pas-de-Calais. Una tradición la hace visitando Pleumélée, donde bendijo una fuente a la orilla del mar en la que ocurrían milagros. Principalmente curaciones de la vista, parálisis, niños que no caminan, ect. Se retiró a un bosque junto a un poblado llamado Divernie, construyó una ermita, donde vivió durante años. Finalmente, en una invasión de los bárbaros cayó en manos de estos, que la azotaron con cadenas, le cortaron los pechos, le arrancaron los ojos, y le cortaron la cabeza, culminando el martirio por Cristo, como deseaba.

Su culto se extendió por varios sitios de Francia, como Rouen, o Reims. En Pluneret, Morbihan tiene una hermosa capilla del siglo XVI donde se venera una piedra ahuecada identificada con “el barco” que la llevó a tierras francesas. En París tiene una bella iglesia dedicada, donde se hallaban sus reliquias hasta 1793, cuando fueron profanadas por los revolucionarios. Como en otros casos, se trata solamente de un culto local perdido en el tiempo, tal vez una mártir o una ermitaña, a la que se le ha dado una "historia" entroncándola con la leyenda ursulana, que da para mucho.


-“Les vies des saints de la Bretagne Armorique”. Fr. Albert le Grand. 1636.