Santa Waltrudis (Valtrude, Waldetrudis, Waldtraut, Woutruide) de Mons, abadesa. 9 de abril, 12 de agosto (traslación de la cabeza), 3 de febrero (invención de las reliquias) y 2 de noviembre (canonización).
Esta santa forma parte de una familia de santos, tan típicas en la época medieval. Familias nobles y piadosas que donaban tierras a la Iglesia, construían monasterios para profesar en ellos y muchas veces dirigirlos. En torno a estos santos han surgido leyendas, confusiones, parentezcos irreales. Y en esta familia no deja de haberlo.


Waltrudis nació a principios del siglo VII, hija de San Walbert (11 de mayo), gobernador del distrito de Sambre et Meuse, y de la princesa Santa Bertilia (18 de septiembre). Fue prima fue Santa Avoie o Aya (18 de abril), mujer de San Hidulf de Lotharingen (23 de junio). Su hermana fue Santa Aldegundis de Meubeuge (30 de enero). Y, además, fue pariente de Santa Gertrudis de Nivelles (17 de marzo)

Muy joven se casó con San Madelgar (14 de julio y lunes de Pentecostés), funcionario de la corte del rey San Dagoberto I de Austrasia (9 de marzo). La leyenda dice que al volver de una misión diplomática en Irlanda, Madelgario se trajo como misioneros a los monjes San Fursey (16 de enero) y San Ultan (2 de mayo). Waltrudis y Madelgario tuvieron cuatro hijos, santos también: San Landeric de Metz, obispo (17 de abril), Santa Madelberta de Meubeuge, abadesa (7 de septiembre), Santa Aldetrudis de Meubeuge, abadesa (25 de febrero) y el pequeño San Dentelin (14 de julio) que murió poco después de su bautismo. Estos dos hijos varones santos, son un ejemplo de una canonizacion grupal, por el simple hecho de pertenecer al clan familiar. De Landeric hay que decir que todo lo que de él se sabe es legendario y ni siquiera aparece en los episcopologios de Metz. Al parecer lo asociaron a Waltrudis para darle orígenes ilustres y santos. Y lo mismo hay que decir de Dentelin, niño pequeño, canonizado solo por tener padres tales.

Aún siendo pequeñas sus hijos, ambos esposos decidieron vivir en continencia sexual y hacer vida monástica. Madelgario, con el consejo de San Aubert de Cambrai (13 de febrero en Cambrai y Arras; 13 y 15, en Gante, de diciembre), se retiró al monasterio en Haumont, y al profesar cambió su nombre por Vicente. En 653, fundó otro monasterio en Soignies, donde antes de morir dejó como abad a su hijo Landeric, futuro obispo de Metz, según la leyenda. Cosa esta normal en la Edad Media. Muchas veces la dignidad abacial estaba en posesión de personas de familias nobles y se heredaba de un pariente a otro, era su pequeño feudo. Por ejemplo, Pío IV nombró abad de un monasterio a su sobrino San Carlos Borromeo (4 de noviembre), con solo 12 años de edad. En esta familia del artículo lo vemos dos veces: Landeric "hereda" a su padre, Aldetrudis a su tía Aldegundis. Esto permitía dar estabilidad, prestigio y defensa al monasterio. Nadie osaba atacar, robar o litigar con un monasterio regido por una pariente o protegida de un rey o el emperador. Vicente Madelgar es patrono de Soignies, donde tiene una basílica y reposaban sus reliquias hasta la Revolución Francesa, aunque se veneran unas supuestas reliquias que habrían sido salvadas y halladas en 1803.


Al quedar libre, Waltrudis puso a sus hijas al cuidado y educación de su hermana Aldegundis, en Meubeuge, donde la sucederían como abadesa. En este tiempo tuvo una visión en la que San Géry de Cambrai (11 de agosto), le entregaba un cáliz, exhortándola a que no desfalleciera en el camino de la perfección que había comenzado, e invitándola a que renunciara al mundo definitivamente. Se le ocurrió contar esta visión a algunos, lo que le logró muchas burlas, y fama de loca y visionaria, hasta de borracha (por lo del cáliz). Se decía que era una loca, al dejar a los hijos, que sus penitencias eran falsas y su oración solo pereza. Pero todo esto le sirvió para ejercer su humildad, caridad y paciencia. Dos años duró este tormento, hasta que su confesor San Ghislain (1 de junio y 10 de octubre) le aconsejó se retirara como ermitaña. En el monte Castriloc, San Hidulf le construyó una casa suntuosa, pero la santa no quiso vivir en ella y Dios envió un huracán dejó el palacete en ruinas. Así que hizo lo mandado: una pequeña celda anexa a una ermita, con un ventanillo a altar y otro al exterior por donde recibir limosnas y hablar. Allí se emparedó luego recibir el velo de manos de San Aubert. Redobló su vida de ayuno, penitencias y oración. Tuvo tentaciones contra la soledad y la clausura que combatió con la oración y la perseverancia.

Al tiempo, se expandió la fama de su santidad por sus revelaciones, caridad y don de conciencias. Comenzó a ser consejera de nobles, obispos y religiosos y de doncellas que buscaban la perfección inspiradas en su forma de vida, por lo que terminó la paz de su retiro. Así, a los dos o tres años, la celdilla se convirtió en un monasterio lleno de santas vocaciones. Monjas nobles de sangre y letradas fue lo que caracterizó durante siglos al monasterio, que con el tiempo pasaron a ser canonesas, cuya abadesa tenía poderes de jurisdicción canónicos y civiles. A base de donaciones y compras, se establecieron tierras de labranza, comercios, granjas, lo que dio pie a una gran ciudad: Haynaut (Mons). Donde el monasterio siempre tuvo influencia espiritual e intelectual, por la devoción que atraían las reliquias de Waltrudis.

Cuenta la leyenda que, en una ocasión, habiendo salido a pasear al campo las monjas, al regresar al monasterio, lo hallaron cerrado y que Waltrudis hizo una oración y las puertas se abrieron. En otra ocasión, estando en oración supo que tanto ella como su familia tenían el cielo asegurado. Finalmente, después de una vida meritoria, murió el 9 de abril de 686 ó 688, después de treinta años de abadesa y cerca de los sesenta de edad.


En 727, el obispo San Humberto de Tongeren (15 de marzo y 3 de noviembre) la canonizó. En el siglo IX una monja de Mons, escribió su vida, legendaria, claro está. Sus reliquias descansan en Bergen, en una bellísima arca dorada. Allí se realiza una vistosa procesión en una carroza barroca. Es patrona de la ciudad de Mons, de los niños pequeños, contra las tormentas y heladas. Sus atributos son el báculo abacial, una maqueta de iglesia y un cáliz.



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