La Dedicación de Santa María la Mayor. 5 de agosto.

En la liturgia de la Iglesia, la Dedicación de una iglesia es una ocasión festiva y solemne, cuya liturgia está plagada de un fuerte simbolismo que remite a la Jerusalén celeste, al paraíso, definitivo templo de Dios y del hombre. El templo cristiano es anticipo del paraíso, es lugar donde mora Dios y donde ocurre el encuentro del alma con Dios por medio del sacrificio eucarístico. Por ello, y muchas otras razones, la dedicación de la propia iglesia, al menos la iglesia catedral, siempre debería ser celebrada anualmente. En la liturgia de toda la Iglesia tenemos varias dedicaciones, la de las Basílicas de San Pedro y San Pablo, a 18 de noviembre, la del Salvador, a 9 de noviembre y a 5 de agosto, la de Santa María. Todas basílicas romanas y de todos los cristianos.

El origen de esta basílica quiere ser milagroso. Una leyenda, ampliamente conocida y por ello no me entretengo en contarla exhaustivamente, dice que fue edificada gracias a la generosidad de un matrimonio romano, y que el papa Liberio soñó con una colina nevada donde debía levantarse una iglesia dedicada a la Madre de Dios. Se dirigió el papa al monte Esquilino, donde efectivamente, la cima aparecía cubierta de nieve (en pleno agosto romano), por lo cual se decidió construirla allí mismo. Pero esta leyenda no aparece sino hasta muy tardíamente, y ningún escritor antiguo que habla de la basílica la menciona.

Fue dedicada solemnemente por el papa Liberio el 5 de agosto de 363, con la asistencia del emperador Constancio, el clero y varios obispos. Este dato nos da una pista importante: el culto mariano ya era fuerte en la iglesia como para que se le dedicara una basílica a la Santísima Virgen. Ciertamente hay otros indicadores más antiguos, pero este es uno irrefutable y perfectamente documentado. En 437, casi a punto de celebrarse su centenario y con ocasión de agradecer la proclamación dogmática de la Maternidad Divina en el Concilio de Éfeso, en 431, el papa Sixto III reparó la basílica y la dotó con un ajuar de plata (altar, pila bautismal, cálices, etc.) del que San Jerónimo daría testimonio, admirado por tanta belleza, al visitarla unos 40 años después. También puso Sixto, según escribe el papa Adriano en una carta a San Carlomagno, "muchas imágenes y pinturas de gran valor".

Fue llamada basílica liberiana, basílica sixtina, basílica de Santa María, quedando como definitivo Santa María “la Mayor”, para identificarla de las otras muchas basílicas marianas en Roma y, por supuesto "de las Nieves", por la leyenda someramente referida antes. También se le conoce como "del Pesebre", por hallarse allí una supuesta reliquia del pesebre en el que habría sido puesto Nuestro Señor al nacer. Pero en realidad se trata de un pesebre que formaba parte de un antiquísima representación plástica de la Natividad en la misma basílica.

La imagen de la Madre de Dios venerada en la basílica, un icono oriental del siglo VI, con una leyenda de haber sido pintado por San Lucas (como tantos) fue colocada en el altar mayor por San Gregorio Magno (12 de marzo y 3 de septiembre, elección papal), y a ella la invocó en en 593, en una magna procesión para clamar a Dios contra una epidemia de peste que asolaba la península itálica. A ella se encomendó el papa San Martín I (13 de abril) en 653, y ante ella celebraba la misa cuando un asesino pagado por el exarca de Rávena entró para asesinarle, quedando cegado por milagro de la Señora. En 1571 San Pío V (30 de abril) le encomendó la victoria de las tropas cristianas en la Batalla de Lepanto. No hubo santo que visitara Roma que no se encomendara a Nuestra Señora. Entre ellos San Ignacio de Loyola (31 de julio y 24 de mayo, Conversión), quien ante ella agradecería la aprobación de la Compañía de Jesús, y ante la cual los primeros religiosos ofrecieron sus vidas y las intenciones de profesar sus votos. La Compañía siempre tuvo especial devoción a esta imagen de la Madre de Dios, y que incluso propagó por parte de Europa y América.

En el siglo XIX, sería tanta su devoción, que sería llamada "Maria Salus Populi Romani". Gregorio XVI ordenó la coronación canónica el 15 de agosto de 1838 y el papa Pío XII la coronó, personalmente, en el Año Mariano de 1954. En 2000 Juan Pablo II la declaró Patrona de las Jornadas Mundiales de la Juventud. En 2013 y en 2016 fue llevada procesionalmente a la plaza de San Pedro para presidir sendas celebraciones pontificias. Este año de 2018 ha sido restaurada.

Fuentes:

-https://www.heiligenlexikon.de/
-http://heiligen-3s.nl/
-"Dos Mil años de Santos". Tomo II, Agosto-Diciembre. FRANCISCO PEREZ GONZALEZ. Ediciones Palabra, 2001.
-"Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año". Agosto. P. Jean CROISSET . S.J. Barcelona, 1863.

A 5 de agosto además se celebra a:
San Abel de Reims, obispo.
Santa Afra de Ausburg, mártir.
Beato Guillermo Horne, cartujo mártir.