Se cumple este 13 de mayo el cuadragésimo aniversario del intento de asesinato de San Juan Pablo II por parte del terrorista turco Ali Agca. Pese a las sospechas que apuntan al KGB, nunca se ha podido demostrar que actuase formando parte de una conspiración. El 22 de julio de 1981 fue sentenciado a cadena perpetua, aunque fue indultado en el año 2000 a petición del Papa. Extraditado a Turquía para cumplir condena por otros delitos, salió de la cárcel en 2010.

Quien sostuvo la acusación y logró la condena del criminal fue Nicolò Amato, quien tras una larga carrera como jurista y profesor de Filosofía del Derecho vive hoy retirado, a sus 88 años. Ha sido entrevistado sobre aquel célebre caso por Lorenzo Bertocchi en Il Timone:

-Perdone, profesor Amato, pero los juicios posteriores y las investigaciones revelaron que detrás del atentado contra el Papa, si bien no se tienen pruebas decisivas, había una organización, una conspiración internacional...

-Le explico en qué sentido creo que Agca actuó solo.

-Por favor, sí.

-Considere el modo como se llevó a cabo el atentado: un hombre, en la Plaza de San Pedro, en un día de audiencia pública del Papa. El terrorista está en medio de miles de personas, rodeado por las fuerzas del orden. Dispara sabiendo que será detenido. La posibilidad de evitar el arresto es prácticamente nula. Por lo tanto, si Agca hubiera sido un mandatario de un servicio secreto o, incluso, de un Estado ¿cree usted que habría llevado a cabo el atentado de este modo, cuando habría podido asesinar al Papa de mil maneras diferentes?

»Pongamos un ejemplo: usted sabe que el Papa pasaba periodos en Castel Gandolfo. Pues bien, en este lugar, con un fusil de francotirador y con la debida distancia hubiera podido conseguir perfectamente el efecto deseado.

»Con los medios infinitos de que dispone un servicio secreto, ¿habría elegido enviar a un sicario a la Plaza de San Pedro? ¿Un sicario que con toda probabilidad habría sido arrestado y al que, una vez detenido, se instaría a hablar? Sinceramente, me parece poco plausible.

-Pues incluso se habló del KGB...

-Repito: imaginar que un servicio extranjero, y del nivel del que usted cita, que dispone de recursos prácticamente inagotables y sofisticados, haya actuado conscientemente de este modo, me parece imposible.

Juan Pablo II con Nicolò Amato (a la derecha de la foto). Foto: Fundación Nicolò Amato.

-Sin embargo, también hay una pista que lleva a actividades de la CIA, por lo menos tras el atentado, para enturbiar las aguas. Por consiguiente, es necesario reconocer que, si no antes, sí que hubo después varios servicios de inteligencia que estaban implicados en la Guerra Fría formando parte del escenario del atentado del Papa.

-Esto es verdad. Pero debemos distinguir las cosas, y esto me permite explicar mejor la idea que he madurado a lo largo de los años sobre la responsabilidad del atentado de 1981.

»Para comprender la organización del atentado contra el Papa, las hipótesis son tres: la primera es que Agca actuara totalmente solo, animado por una suerte de fanatismo religioso-político; la segunda es que actuara como mandatario consciente de una entidad externa; y la tercera es que estos terroristas -porque Agca era evidentemente un terrorista, miembro de la organización de los Lobos Grises-, se formaran en campos de entrenamiento adecuados, en los que son sometidos a exigencias varias.

»Me explico mejor porque la cuestión es, en mi opinión, fundamental. El ambiente en estos campos de entrenamiento está muy fuertemente agitado y orientado por potencias extranjeras y servicios secretos de medio mundo. Hay grandes intereses económicos y políticos alrededor de estos campos de entrenamiento, y cualquiera puede utilizar la pistola de uno de estos terroristas sin que sea necesario llamarlo directamente o hacerle el encargo de manera explícita.

-¿Y cómo funciona?

-Dentro de este clima tan particular, basta con mover los hilos adecuados de manera indirecta. Anónima. Basta con subir el volumen sobre el objetivo a abatir y encontrar oídos dispuestos, animados por el fanatismo y el afán de protagonismo. Es el caso de Agca. Es la razón por la que creo que esta tercera hipótesis es la más probable para comprender la génesis del atentado.

San Juan Pablo II visitó a Ali Agca el 27 de diciembre de 1983 en la cárcel romana de Rebibbia y le perdonó.

-¿Por este motivo pidió usted la condena de Agca excluyendo otras pistas?

-Me gustaría añadir otra consideración, de orden práctico y de sentido común. En la época del primer juicio, del que fui el fiscal, muchos me instaban a no cerrar la investigación. Pero siempre pensé que seguir investigando significaba perder tiempo y dinero. Y, de alguna manera, el juicio siguiente sobre la "pista búlgara" lo demostró. ¿Cómo habríamos podido nosotros, en Italia, un juez italiano, encontrar las pruebas de una conspiración en ese contexto? Yo entonces no excluía otras pistas, pero consideré que era fundamental llegar a una condena de Agca y concluir el juicio. Intenté diferenciar los aspectos judiciales de otro tipo de cuestiones, incluso políticas, que nunca llevaron a ninguna conclusión. Sigo pensando que si no hubiera cerrado ese juicio, tal vez seguiríamos esperando la condena de Agca.

-Profesor, ¿qué sintió, a nivel personal, por ese atentado?

-Disparar al Papa en la Plaza de San Pedro es algo sobrecogedor, es un desafío a toda una civilización.

Traducción de Elena Faccia Serrano.