La basílica del Sacré-Coeur, del Sagrado Corazón, es uno de los lugares más emblemáticos de París y de toda Francia. Es el segundo monumento más visitado cada año en la capital francesa con más de 10 millones de visitantes. Y pese a todo no era considerado todavía por las autoridades como un monumento histórico pese a que se erigió hace más de un siglo.

El pasado 13 de octubre el Ministerio de Cultura y la comisión regional de patrimonio y arquitectura de Isla de Francia, la región en la que se engloba París, decidieron finalmente su intención de registrar este templo dedicado al Sagrado Corazón iniciado en 1875 y concluido en 1923 como monumento histórico.

Las reacciones ante lo que es una decisión administrativa no se han hecho esperar. Y las furibundas críticas a esta protección del conocido templo parisino esconden un importante componente anticatólico especialmente desde el ámbito masónico y comunista.

Un templo de expiación

Es conocida la profunda animadversión que despierta esta basílica en estos sectores por lo que representa: un templo expiatorio ante la derrota contra Prusia.  Meses después llegó la Comuna de París en 1871, que provocó miles de muertos y fue responsable del asesinato de decenas de personas, entre ellas muchos clérigos y católicos. Con estos acontecimientos tan dolorosos, también la expiación de tantos crímenes tuvo su lugar en los promotores de este nuevo templo.

La Comuna de París dejó un saldo de miles de muertos una vez fue aplastada por las autoridades francesas

Desde hace décadas el Sacré-Coeur ha estado en la diana e incluso en 2017 una iniciativa popular registró una petición en el Ayuntamiento de París con el objetivo de demoler este templo que “insulta a la memoria de la Comuna de París”. Evidentemente, no prosperó, pero si mostró el odio que desde la izquierda y la masonería hay hacia una iglesia que corona París en el Montmartre  y donde la Adoración al Santísimo no se ha interrumpido ni un segundo en 135 años, ni en tiempos de guerra ni de epidemias.

Según el Ministerio de Cultura, se debe a "una mala lectura de la historia" a lo que el templo del Sagrado Corazón no hubiera sido declarado todavía monumento histórico. Y a tenor de las críticas se observa por qué no se había hecho.

Los ataques de masones, comunistas y socialistas

Philippe Foussier, ex Gran Maestro del Gran Oriente de Francia protestó en Twitter contra la clasificación de la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre como monumento histórico, pidiendo una "desacreditación”. En su opinión, esta decisión es “un insulto a los 30.000 muertos de la Comuna”.

Este proceso revolucionario violento es un icono y referente para los comunistas, ya lo fue para el propio Marx. Y a día de hoy sigue siendo un símbolo para una parte de la izquierda francesa e internacional.

Ian Brossat, líder de los comunistas parisinos, ya ha apostado en varias ocasiones por eliminar el Sacré Coeur y reemplazarlo por un “espacio de solidaridad”.

Más allá fue el socialista Lionel Jospin, exprimer ministro de Francia y excandidato presidencial. En 2017 cuando se le preguntó qué monumento arrasaría si tuviera el poder de hacerlo su respuesta fue clara y rápida: el Sagrado Corazón de París, pues según dijo es un símbolo de “oscurantismo, mal gusto y reaccionario”.

A la derecha Jospin charlando con Manuel Valls; ambos llegaron a ser primeros ministros en gobiernos socialistas en Francia.

Precisamente, en Famille Chretienne recogen esta expresión de Jospin para desgranarla y explicar por qué comunistas, masones e incluso socialistas odian esta basílica que cada año visitan millones de personas.

El sacerdote Jacques Benoist, uno de los mayores expertos sobre la basílica del Montmartre, explica que la acusación de “reaccionario” que recae sobre el templo procede del Partido Comunista. Y así lo confirma el senador comunista Pierre Ouzoulias, que afirma que el Sacre Coeur “no es un monumento como cualquier otro” sino creado para “expiar los crímenes de la comuna”.

Los motivos de este odio

El religioso recuerda que en el texto oficial de la consagración, grabado en una placa de mármol colocada en el pasillo del Sagrado Corazón hacia 1914, aparecen escritas expresiones como "reparar nuestros pecados", "obtener la misericordia infinita del Señor”, “el perdón de nuestras faltas” o “poner fin a las desgracias de Francia”. No aparecen los comuneros, aunque en la mente de los impulsores del templo estuviera irremediablemente este suceso. Sin embargo, la construcción de esta iglesia se había decidido seis meses antes de estas revueltas.

Estos crímenes son indiscutibles. De hecho, la iglesia fue erigida en el mismo lugar donde el 26 de mayo de 1871, 49 rehenes fueron masacrados, incluidos 10 clérigos, por una turba furiosa. Y este acto no fue aislado. Luego llegó la represión del Gobierno a manos de Adolphe Thiers, que acabó con la comuna. "Los comunistas no lo han olvidado, quienes, bajo la influencia de Marx y luego de Lenin, integraron este evento, convertido en mito, en su memoria colectiva", explica el padre Jacques Benoist, por lo que hablar de expiación por los crímenes de la Comuna es algo que hace saltar a la mínima a los comunistas franceses.

Sobre la acusación de que el Sagrado Corazón de París es un símbolo del “oscurantismo”, el padre Benoist se sorprende por las declaraciones del líder masónico porque “los que estuvieron a cargo de Francia, desde principios de la década de 1870, fueron en verdad sus antepasados ​​espirituales. Había dos tipos de republicanos: los azules y los rojos. Los Blues, Thiers y Gambetta, donde la influencia masónica es poderosa, es la república burguesa, que teme a los rojos, a la extrema izquierda. En 1871, el primero masacró al segundo”.

El origen real de la basílica

Hay que tener presente que según la historia de Montmartre, la colina donde se construyó el Sacré Coeur, este siempre fue un lugar religioso. Primero fue un lugar druida; después, los romanos erigieron un templo dedicado a Marte y Mercurio y, más tarde, se edificaron numerosos edificios cristianos. Es más, el mismo nombre de Montmartre deriva de "Monte de los martirios".

En 1559, un incendio destruyó una abadía benedictina situada en la cima de la colina parisina, pero la presencia religiosa permaneció. Y en 1794, la última abadesa, la madre Marie-Louise Montmoreney-Laval, subió valientemente las escaleras de la guillotina. El vínculo, por consiguiente, entre expiación, Voto nacional y Monte de los martirios estaba claro.

Y así, a fin de ofrecer una penitencia pública, de expiar los pecados históricos de Francia y de contrarrestar la apostasía inminente, el gran deseo de Alexandre Legentil y Hubert Rahault  fue la construcción de un templo sobre la colina, para que iluminara París y actuara como punto de referencia para los ciudadanos distraídos e indiferentes de la metrópolis del siglo XIX.