La situación en República Centroafricana sigue siendo crítica. Así deja constancia monseñor Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, que desde mayo del pasado año alberga en el seminario diocesano a más de 2.000 musulmanes que huyen de las milicias antibalaka.

La situación se prolonga en el tiempo y la situación es tan precaria que niñas y mujeres refugiadas se están prostituyendo con los Cascos Azules de la ONU que supuestamente deben darles protección a cambio de algo de comida.


Esta es la denuncia que ha llevado a cabo el obispo misionero español y que recoge la agencia Fides. La ONU ha creado alrededor del seminario un perímetro de seguridad para proteger a las personas desplazadas, pero que solo disponen de agua. La comida escasea debido a las barreras de los antibalaka. “Están desesperadas, mueren de hambre y a menudo insisten en venderse para comer”, dice el obispo. Entre ellas hay algunas adolescentes que se han quedado embarazadas.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, visitó hace unas semanas Bangassou. “Le dije que hay mujeres violadas, que algunas son menores de edad, y que esto era un crimen contra la humanidad”, asegura monseñor Aguirre.


Milicianos antibalaka, llenos de amuletos al cuello

“Se abrió una investigación pero nada ha cambiado. Y no es la primera una vez que los soldados de la ONU se comportan de esta manera. En 2015 un grupo de soldados de paz congoleños fue expulsado por ofrecer cajas de lentejas a cambio de sexo. Y el atropello no terminó aquí. Las cajas vacías fueron compradas por un libanés por 1.000 francos, de esta manera las mujeres ganaban lo suficiente para comprar comida”.


La misión de la ONU en la República Centroafricana (MINUSCA) afirma haber llevado a cabo una investigación de las denuncias presentadas por el obispo de Bangassou, y ha concluido “que no hay ninguna evidencia tangible que pueda respaldar estas acusaciones”.

Sin embargo, la MINUSCA permanece en contacto con las partes locales para garantizar que se informe sobre eventuales, nuevos o anteriores, posibles abusos sexuales”, señala en un comunicado.

Monseñor Aguirre, que ha pasado un período de descanso en  España, regresa ahora a su diócesis. “La Iglesia católica es la última que apaga la luz. No podemos irnos”, dice el obispo que vive bajo gran estrés. “No duermo bien, tengo mucho estrés. Cada vez que rezaba, escuchaba explosiones de bombas y ráfagas de ametralladoras. Viví momentos de fragilidad psicológica y por eso me tuve que tomar este descanso”.