Jon Juaristi, escritor, columnista, catedrático de Literatura y antiguo militante de extrema izquierda que hoy es conservador, ha comentado asombrado en ABC la polémica del "autobús naranja" y de los niños transexuales y el linchamiento mediático y hostilidad política con los que se ha reaccionado. 


"La derecha católica no espabila", escribe en ABC Jon Juariti. "No se entera (o finge no enterarse) de que vive en un continente y en un país donde se persigue al cristianismo. No como en la Casa del Islam, donde matan directa y masivamente a los cristianos, sino de forma más artera, proscribiendo democráticamente el uso cristiano de la razón (o sea, el uso de razón), lo que no ha resultado difícil, porque el anticristianismo es una fobia mucho más extendida hoy que el antisemitismo en los años treinta, y participan de ella masas imponibles y anónimas, figuras del espectáculo y del deporte, jueces, fiscales, políticos de izquierda, derecha y centro, y macarras con pene o vulva y mando en plaza". 

"Y como no entiende nada, como ha reducido la fe de sus padres a moralismo y es incapaz de ver cómo está el patio y de dar una verdadera batalla política e intelectual, la derecha católica se deja entrampar en los carajales retóricos del enemigo e imita sus mismas tácticas (las de la campaña del Bus Ateo de 2009, por ejemplo) sin comprender que si de niños, penes, vulvas, publicidad mural y autobuses se trata, tiene todas las de perder, porque tendrá que explicarse y no sabrá hacerlo y acabará sacando el espantajo de una «inquisición gay», cuando lo que tiene enfrente es el mundo, la doxa, el resentimiento socializado, la banalidad del mal y un nihilismo sentimental y tóxico que utiliza a los niños como elemento patético", añade.


  Jon Juaristi reflexiona sobre la falta de estrategia católica

Juaristi recuerda que uno de los iniciadores de la ideología de género, el comunista y homosexual sadomasoquista Michel Foucault ya "adivinó que la modernidad no exigía reprimir la propia sexualidad, sino confesarla y describirla públicamente, viniera o no a cuento. Los únicos que se habrían escaqueado hasta ahora de esa obligación serían los niños". 

"Para que el niño confesara su deseo de vulva o pene era imprescindible el especialista que discerniera el sexo en lo que el niño dice y da a entender y no en lo que el cuerpo muestra. Pero ya ha llegado, ya está aquí. Había que dar la puntilla a Dios, que «macho y hembra los creó» (Génesis, 1, 27), intolerable intromisión en los derechos animales de la especie y origen por tanto de la lengua fascista que nos ha obligado a hablar de niños con pene y niñas con vulva. Gracias a Dios, Dios ha muerto, y viva el sexador de pollos".


Otro popular escritor y columnista de ABC, Juan Manuel de Prada, ha respondido a Jon Juaristi con su artículo Gritarán las piedras, para explicar que buena parte de la ineficacia de la Iglesia en este debate viene de la mala calidad de los líderes eclesiales, que ni siquiera presentan batalla.

"Es posible, en efecto, que los católicos hayan reducido su fe a moralismo; es posible que se muestren incapaces de dar una verdadera batalla política e intelectual; es posible que se dejen entrampar en los carajales retóricos del enemigo. Pero todo esto ocurre porque quienes más obligados estaban a hablar (hasta el derramamiento de la sangre) han callado, salvo contadas y heroicas excepciones, y no siempre por prudencia", denuncia Juan Manuel de Prada. 


   Juan Manuel de Prada denuncia que los "oficiales" en la Iglesia española son muy malos, adormecen o anulan a la tropa, y el resto prefiere pasarse al enemigo

El escritor compara a la Iglesia española actual con un ejército con malos oficiales. "En cualquier ejército, si al frente se ponen oficiales que actúan como gallinas distraídas, sólo atentas al estipendio y al escalafón, inevitablemente se cosechan derrotas. Si, además, tales oficiales permiten que sus tropas sean aleccionadas por el enemigo (aunque sea el enemigo en versión soft), poniendo altavoces y medios de propaganda a su servicio, o adormeciéndolos con cuentos, la derrota no sólo está asegurada, sino que además la tropa termina pasándose al enemigo (por inercia, por desfondamiento, por compadreo, por cobardía o ansia de medro); y los pocos fieles que no se pasan, son inevitablemente triturados".

"Con un método erróneo, con una táctica equivocada, cayendo en el juego del enemigo… Todo lo que quieras, querido Jon, pero ese autobús es la razzia desesperada, la incursión suicida de unos pocos soldados que, ante la pasividad de sus oficiales, prefieren morir matando antes que permitir que el «nihilismo sentimental y tóxico» que denuncias en tu artículo actúe con sus hijos como un «sexador de pollos», antes de que la «doxa» contemporánea los pervierta. Saben que los van a triturar, pero mientras los trituran, gritan. Gritan como las piedras, mientras otros callan", finaliza su artículo. 



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