Doug Mainwaring es un activista por los derechos del matrimonio y de la infancia, que en breve publicará un libro bajo el título Marriage, Ground Zero: The Real Battle Dawns [Matrimonio, Zona Cero: comienza la auténtica batalla]. Doug es un católico con sentimientos de atracción hacia el mismo sexo que reconoce el beneficio espiritual recibido de la proclamación por la Iglesia de las exigencias de la Verdad. En un reciente artículo en The Public Discourse, critica a los políticos católicos que desacreditan la ley de Dios y las enseñanzas de Su Iglesia, y lamenta que haya pastores que guarden silencio ante ese escándalo:

Mientras seguía el debate de los candidatos a la vicepresidencia, me preocuparon las palabras del católico Tim Kaine [candidato de Hillary Clinton a vicepresidente]: "Hablemos sobre el aborto y la posibilidad de elegir. Hablemos de ello. Nosotros apoyamos la sentencia del caso Roe versus Wade [sentencia de 1973, por la cual el Tribunal Supremo reconoció -por 7 votos contra 2- el derecho al aborto]… El gobernador Mike Pence [candidato de Donald Trump a vicepresidente] quiere revocarla. Ha dicho que quiere enterrarla en el pozo de la historia y los jóvenes que nos ven ni siquiera habían nacido cuando se tomó esa decisión".


En primer término, Tim Kaine; de frente al lector, Mike Pence.

Sí, es verdad: los jóvenes que estaban en la audiencia ese día estaban allí porque sus padres no se aprovecharon del "derecho" legal de acabar con sus vidas. ¿Y el "pozo de la historia"? El candidato Pence tiene razón. Ahí es donde se envían las políticas y praxis equivocadas. Es interesante… los candidatos Kaine y Clinton han intentado tirar al pozo de la historia el matrimonio, el género y la libertad religiosa.
 
No durará mucho. En esta gran nación hay muchas buenas personas que pueden rescatar la verdad, la vida y la justicia de la tiranía, que es el resultado inevitable de las políticas progresistas.
 

Mientras escuchaba al senador Kaine, reflexionaba sobre mi vuelta a la Iglesia católica a lo largo de varios años. No fue un camino recto, hubo muchos altibajos. Sorprendentemente, el mayor obstáculo a mi vuelta fueron figuras públicas como Tim Kaine, que defienden una versión aguada de la enseñanza de la Iglesia que no me retaba a llevar una vida mejor como alguien que busca a Jesucristo, sino que me afianzaba aún más en los errores que mi conciencia me decía que tenía que dejar atrás. La Iglesia del Sr. Kaine aparentemente niega la vida nueva en el Espíritu que Cristo prometió.
 
Fue el auténtico testimonio público de la Iglesia lo que me hizo volver. Durante mis primeros veinte años, o más, de vida adulta iba a misa casi a diario. En 1995 dejé la Iglesia. Al cabo de un tiempo me divorcié de mi mujer y buscaba relaciones románticas con otros hombres. Viví como un hombre gay durante diez años. Pero cuando empecé a reflexionar sobre mi vida y a observar el mundo que me rodeaba, llegué a la inevitable conclusión de que había permitido que mi mente se cerrara a la verdad, lo cual, a su vez, me había permitido racionalizar un comportamiento depravado.
 
Recuperé el sentido común y me di cuenta de que la Iglesia tenía las respuestas que mi corazón anhelaba. Lo digo sin titubeos y soy feliz exponiendo mi vida al vapuleo con esta declaración.
 
De hecho, tengo tanto respeto a la Iglesia católica y sus enseñanzas que durante años, cuando aún no estaba en comunión plena con la Iglesia, iba a la iglesia casi cada día pero no comulgaba. ¿Por qué? Porque pecaba y aceptaba ese pecado en otros. Seguí de este modo durante unos cuantos años, incluso después de mi última relación gay. Mi conciencia no me permitía recibir la Eucaristía si no tenía la intención sincera de "no pecar más y evitar cualquier ocasión de pecado".

Hace un par de décadas, la Iglesia fue sacudida por un escándalo en el clero de largo alcance. Mientras intentaba evangelizar a mis amigos gays, era lo primero que me echaban en cara. Es difícil progresar cuando te fuerzan a arañar tu camino hacia arriba desde la profundidad de un pozo moral, sobre todo uno que había sido excavado por la misma Iglesia.
 
En los últimos años, la Iglesia ha dado grandes pasos adelante para corregir los problemas sistémicos que permitieron que ese difundido abuso sexual ocurriera. Ahora tiene que enfrentarse a un escándalo similar que reconoce y aborda con vacilación. [Doug se refiere a la pasividad que denuncia a continuación.]
 


Aunque parezca extraño, ser gay realmente me ayudó a ver la imposibilidad del matrimonio entre dos hombres o dos mujeres. Me permitió ver lo nocivo que es para los niños en general, y para mis hijos en particular.


El discurso de Doug Mainwaring oponiéndose a la consideración como matrimonio de la unión sentimental entre personas del mismo sexo rompe la unanimidad que pretende el lobby gay.

Soy un hombre con atracción hacia el mismo sexo y, de algún modo, Dios claramente ha usado esta condición para mi bien. No sé por qué tengo atracción por el mismo sexo. No sé si "nací así". Lo que sé es que si no hubiera sido una persona con atracción por el mismo sexo, no hubiera entendido la belleza de la ley natural, de la complementariedad y del matrimonio. Lo más seguro es que vería el matrimonio como lo ve el resto del mundo: como una tradición, algo normal, mundano y prescindible.
 
Dios, en su misericordia hacia mí, ha utilizado lo que el mundo, no hace mucho, decía que era una maldición -una abominación merecedora de la muerte- y que ahora dice que debe ser amparado y venerado como medio para acercarme a Él. El mundo, en ambos casos, está equivocado. Miente a las personas con atracción por el mismo sexo, diciéndonos que no podemos encontrar la felicidad en la complementariedad. Nos dice que estamos condenados a una vida de infelicidad a no ser que convenzamos al resto de la humanidad de que abandone la complementariedad; y que seguiremos estando insatisfechos, frustrados y ofendidos hasta que ésta sea erradicada de la experiencia humana. El mundo busca paliar esta "ofensa" fabricada contra las personas con atracción por el mismo sexo. Haciendo esto, ofende a Dios al rechazar la riqueza que Él nos ha donado con la complementariedad.
 
La atracción hacia el mismo sexo es lo que me condujo hacia Dios. Hizo que mi corazón gritara Su nombre. Me hizo reconocer que necesito a Dios cada día. Hizo que yo, este hombre supuestamente autosuficiente, pecador y duro de corazón, que había rechazado a Dios, reconociera que mi alma tenía un hambre más profunda que el mundo -y lo que éste proporciona- no podía satisfacer. Me hizo reconocer que tengo un alma que fue creada por Dios y para Dios. Es Su amor, Su Amor Divino, lo que mi corazón busca más que ninguna otra cosa.
 
Solo, hubiera elegido ser una de las personas sofisticadas del mundo, aceptando la concepción del mundo sobre la atracción por el mismo sexo y trabajando para rehacer el mundo como pensaba que debería ser. Si me hubiera mantenido en ese camino, hubiera rechazado no sólo para mí, sino para todas las otras personas con atracción por el mismo sexo, nuestro legítimo lugar en el cosmos. Pero gracias a la intervención de Dios en mi vida, al poder real de Su Cruz, a la Iglesia, a tantos hermanos y hermanas cuya fe ha sido un testimonio y un aliento constantes en mi vida, y gracias a los muchos santos que han vivido antes de mí y han sido mi inspiración, ahora veo todo eso como una locura.
 

Mi convicción personal sobre esto es lo suficientemente firme como para obligarme a oponerme públicamente al matrimonio entre personas del mismo sexo. He presionado a los legisladores y testificado ante asambleas legislativas de los distintos estados en oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo. He escrito artículos de opinión en The Washington PostThe Washington TimesThe Washington ExaminerAmerican Thinker, como también en Public Discourse. He escrito informes para el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. He dado conferencias y he participado en comités y sesiones de los ayuntamientos. Me han entrevistado para la televisión y la radio. He puesto sobre la mesa mis relaciones, todo en defensa de la Verdad.
 
Soy también un activista provida. La mayoría de los lunes me encontraréis, por la mañana, en Germantown, Maryland, cerca del despacho del doctor Leroy Carhart, el conocido abortista especialista en abortos tardíos. Cada semana, unas docenas o unos cientos de personas se reúnen allí para rezar y protestar pacíficamente. Muchos caminamos por la acera cerca del despacho de Carhart rezando el Rosario en pequeños grupos.


Carhart es uno de los aborteros más célebres de Estados Unidos por especializarse en abortos tardíos. Frente a sus abortorios en Nebraska y Maryland tienen lugar habitualmente concentraciones provida.

Una década después de mi divorcio luché para que mi familia se uniera de nuevo. Con éxito, puedo afirmar felizmente. No podía seguir infligiendo un hogar roto a mis hijos, privándoles de uno u otro de los padres. La ruptura con mi esposa fue también una fuente de dolor y arrepentimiento. Estoy encantado de decir que la relación se ha recuperado.
 

Sin embargo, malos testimonios católicos pueden causar un enorme bloqueo a la fe. Desde luego, a mí me lo causaron. Muchas personalidades públicas católicas me han dicho -lo han dicho al mundo- que la Iglesia está equivocada respecto al matrimonio. Que debería seguir mis impulsos de atracción por el mismo sexo. Que debería casarme con un hombre. Tim Kaine incluso ha dicho que espera que un día la Iglesia acepte el matrimonio homosexual. Aunque intento ser un católico bien informado, nunca he podido entender por qué la Iglesia sigue abrazando calurosamente a gente como Kaine, el vicepresidente Joe Biden, la líder de la minoría en la Cámara Nancy Pelosi, el juez del Tribunal Supremo Anthony Kennedy y mi antiguo gobernador [en Maryland] Martin O’Malley.


El vicepresidente Joe Biden y Nancy Pelosi, líder demócrata en la Cámara de Representantes, ambos católicos partidarios del aborto y del matrimonio entre personas del mismo sexo.

No sé si la jerarquía es consciente del gran daño que estas figuras públicas ocasionan a la Iglesia católica. Disfrutan de su papel de disidentes destacados, dirigiendo el ataque dentro de la Iglesia para instituir lo que se sabe que es objetivamente malo. Debilitan el catolicismo y la fe de cada católico. Aman lo que consideran progreso más de lo que aman la Verdad. Difunden de manera muy activa mentiras nocivas que hieren a otras personas, sobre todo a los más jóvenes y vulnerables de nosotros. Estos VIPs católicos no son progresistas. Son regresivos y nos retrotraen a un periodo de la historia anterior al respeto por la dignidad humana y la propia vida humana.
 
Igualmente inquietante han sido las recientes revelaciones de WikiLeaks acerca del intercambio de emails entre miembros del personal de Hillary Clinton en los que se ridiculizaba a la Iglesia católica como nada más que "una dictadura medieval". De nuevo, católicos prominentes como John Podesta (jefe de campaña de Clinton) y Jennifer Palmieri (directora de comunicaciones de Clinton) revelan su desprecio personal por la enseñanza de la Iglesia y demuestran su inclinación a minar, no a proteger, la fe católica.


La abortista Hillary Clinton junto a su jefe de campaña, John Podesta, un católico que ridiculiza las enseñanzas de la Iglesia.

Actualmente está en marcha un esfuerzo sin precedentes, masivo, para debilitar -incluso neutralizar- el testimonio de la Iglesia. Esto es lo que yo sé que es verdad: la Iglesia de Kaine y Kennedy, Pelosi y Biden, Sebelius [Kathleen Sebelius, ex secretaria de Salud con Barack Obama, católica responsable del mandato abortista en los seguros médicos que ha llevado a la Administración a perseguir a las Hermanitas de los Pobres], Podesta y Palmieri no exige nada a la gente, no quiere dedicación, no quiere sacrificio.

Si exiges poco a la gente, esto es exactamente lo que recibes: una Iglesia llena de gente no comprometida y distraída y, al final, no creyente. En cambio, si exiges cosas grandes a la gente, como hizo el propio Jesús cuando dijo: "Está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio", acabas teniendo una Iglesia rebosante de almas dedicadas que desean entregar sus vidas y que están dispuestas a hacer todo lo que puedan por el Reino de Dios.
 
Y ahora lo que tenemos es un candidato a la vicepresidencia católico con un apoyo del 100% de NARAL y Planned Parenthood [las dos principales organizaciones abortistas del país], que apoya el matrimonio entre personas del mismo sexo y que demostró estar tan comprometido con la causa de la ideología de género que, curiosamente, en el debate vicepresidencial no pudo referirse a él mismo como un hombre. En cambio, prometió ser "la persona de confianza de Hillary Clinton" y no su hombre de confianza [según la frase hecha]. Uno se pregunta cuáles serán sus pronombres preferidos.
 
Sé que muchos obispos no quieren que parezca que están utilizando como arma el sacramento de la comunión si se lo niegan a individuos como éstos. Pero esto es exactamente lo que esta gente está haciendo: utilizar la comunión como un arma para crear la apariencia de que la Iglesia acepta totalmente sus peligrosos puntos de vista mundanos. A sabiendas o no, esta gente ha conseguido causar un gran daño y sigue causándolo y, sin embargo, gozan de fraternidad y camaradería dentro de la Iglesia. Un día encabezan los acontecimientos organizados por la Iglesia y, al día siguiente, son los portavoces de Planned Parenthood o Human Rights Campaign.


Arriba, un tuit de Joe Biden en agosto de este año donde se muestra "orgulloso de casar a Brien y Joe en mi casa" [la sede de la vicepresidencia]: "No podría estar más feliz, dos veteranos empleados de la Casa Blanca, dos tipos estupendos". Abajo, Biden comulgando con el cardenal arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, en primer término.

 
La Iglesia católica, al no pronunciarse de modo claro en oposición a esta gente, condenando sus puntos de vista públicamente o negándoles la comunión, está aprobando de manera tácita sus violaciones de la dignidad humana.
 
Si Tim Kaine gana, la Iglesia Católica pierde.

Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).