Cada vez se escucha con mayor frecuencia hablar de selección de embriones, manipulación genética, detección temprana de enfermedades... La palabra "eugenesia", sin embargo, procura evitarse, a pesar de que es el concepto que está detrás de todos esos supuestos o reales avances científicos. Incluso empieza a deslizarse la idea de una obligación moral de buscar el hijo perfecto, censurando socialmente a quienes aceptan a los hijos imperfectos.

Un reciente artículo de Fraser Nelson describe la historia de la eugenesia, su vinculación no tanto a la Alemania nazi como a la Inglaterra victoriana y sus formas actuales de manifestarse. Lo reproducimos de The Spectator, semanario británico casi bicentenario, y arranca curiosamente con una frase publicada en esas mismas páginas hace un siglo:

"El único modo de acabar con el constante flujo de idiotas, imbéciles y retrasados mentales que llenan nuestras cárceles, asilos, reformatorios y manicomios es evitar que las personas con deficiencia mental tengan descendencia. Indudablemente, el mejor modo de hacer esto es controlando a todos estos retrasados y enfermos mentales. Incluso si esto puede parecer duro para el individuo, es necesario si se quiere preservar la raza". The Spectator, 25 de mayo de 1912.

Es consolador pensar ahora en la eugenesia como un mal que surgió de la oscuridad de los corazones nazis. Conocemos bien el tema: algunos hombres nacen siendo grandes, otros siendo peleles y en ambos casos pasan sus rasgos a sus hijos. Por lo tanto, para mejorar la sociedad -siempre según este razonamiento-, debemos animar a los mejores a tener hijos y, al contrario, debemos impedir que los estúpidos, los enfermos y los malignos transmitan sus genes defectuosos. Hitler llevó esta idea hasta el genocidio, pero los fundamentos hay que buscarlos en Inglaterra. Y la idea está volviendo de manera alarmante.

Hijos a la carta, eliminando a los demás
Hace cien años, la eugenesia incluía una serie de técnicas crueles: sobornar a las personas "adecuadas" para que tuvieran familias numerosas y esterilizar a los no adecuados. Actualmente, los asombrosos avances científicos están creando opciones que los primeros eugenistas sólo podían imaginar en sus sueños. La tecnología de la fertilización in vitro nos permite detectar embriones portadores de enfermedades hereditarias como la fibrosis quística. Y pronto los padres podrán controlar todos los otros rasgos, desde el color del pelo al carácter, eligiendo así a su hijo "perfecto".


"Niña, rubia, ojos azules y lista, ¿no?". Dibujo: Design & Technology.

La era de los bebés diseño, narrada hace tiempo por novelistas y guionistas distópicos, está llegando a gran velocidad. Según Hank Greely, profesor de Derecho y de Biociencias en Stanford, las dos generaciones siguientes pueden ser las últimas que acepten lo que venga con respecto a la procreación. Hacerlo, añade, pronto será considerado como una total irresponsabilidad. En su próximo libro The End of Sex habla de un valiente nuevo mundo en el que a las madres se les entregará un menú con las distintas opciones biológicas. Pero incluso él evita la palabra que resume todo esto. El profesor Greely, como la mayoría de las personas relacionadas con el campo de la nueva biociencia, nunca menciona la eugenesia, como si no quisiera admitir que la historia ha cerrado el círculo.

La palabra "eugenesia" fue acuñada en 1883 por Francis Galton, un erudito que inventó la toma de huellas dactilares y muchas de las técnicas de la investigación estadística moderna. Todo empezó con una corazonada: muchos grandes hombres proceden de las mismas familias porque el genio es hereditario. Fascinado por los argumentos sobre la evolución de su primo Charles Darwin, se preguntó si los avances en la sanidad y en el bienestar no habrían manchado el fondo genético nacional permitiendo no sólo la supervivencia de más enfermos y minusválidos, sino facilitándoles además llevar una vida familiar normal. Empezó a recoger datos y el resultado fue su teoría de la eugenesia, que fue aclamada no como una teoría, sino como un descubrimiento, una nueva ciencia de la vida humana, con leyes tan inmutables como las de Newton. Podría crearse una raza de hombres dotados, dijo, "tan ciertamente como que podemos propagar la idiotez emparejando a los cretinos".

De Winston Churchill a Bertrand Russell
Muchos de los nombres más respetados de la historia británica se lo tragaron. Cuando era ministro del Interior, Churchill escribió al Primer Ministro apremiándole para que hiciera algo más con el fin de detener la "multiplicación de los no adecuados". El propio Darwin temía que "si los prudentes evitan el matrimonio mientras los insensatos se casan, los miembros inferiores tenderán a suplantar a los mejores miembros de la sociedad".

En 1908, una Comisión Real transmitió la grave noticia de que en Gran Bretaña había ciento cincuenta mil "débiles mentales". ¿Qué había que hacer con ellos? Como dijo un reformista: “Deben depender del Estado… pero perdiendo total y permanentemente sus derechos civiles, incluyendo no sólo el derecho al voto, sino también la libertad civil y el derecho a ser padres". Son palabras de William Beveridge, fundador del estado del bienestar social.

Un informe en The Times transmitió, prosaicamente, un resumen de la conferencia que dio el Dr. Grunby a la Sociedad de Eugenesia tras una investigación llevada a cabo entre la gente de Devon. "Respecto a los imbéciles", dijo, "hay una única cosa que se puede hacer con ellos: exterminarlos en el momento de nacer". Fue una sugerencia planteada con fines puramente humanitarios.

La eugenesia equivalía a modernidad: creer en ella era la declaración de la propia creencia en la ciencia y el racionalismo, significaba ser libre de prejuicios religiosos. Algunos de los nombres más respetados de la historia inglesa se tragaron esto también. El obispo [anglicano] de Birmingham hizo un llamamiento en favor de la esterilización. Bertrand Russell confiaba en una era de la eugenesia guiada por la ciencia y no por la religión. "Podemos asumir que si la gente es menos supersticiosa, el gobierno podrá tener el derecho de esterilizar a quienes no considere adecuados para ser padres", declaró en 1924.


Bertrand Russell (1872-1970), autor de Por qué no soy cristiano, defendía el "derecho a esterilizar" a los "no adecuados".

No fue una invención nazi
En 1931 se presentó en el Parlamento un proyecto de ley en favor de la esterilización que contaba con el apoyo de los trabajadores sociales, de docenas de autoridades locales y de la comunidad médica y científica. Fue rechazado, pero la agenda siguió adelante. Los juicios de Nuremberg establecieron que los nazis (los últimos en todo esto) llevaron a cabo unas cuatrocientas mil esterilizaciones obligatorias… un número tan horrible que eclipsó las sesenta mil que se llevaron a cabo en Suecia y, en similar número, en los Estados Unidos. La idea de una separación biológica entre los adecuados y los no adecuados no fue una invención nazi. Era la sensatez convencional del mundo desarrollado.

Y este es el problema. Al olvidarnos de que Gran Bretaña defendió con fuerza la eugenesia, no reconocemos los argumentos fundamentales que la defienden cuando vuelven a aparecer, algo que está ocurriendo ahora de manera más que regular.

La eugenesia y el Estado del bienestar
Tomemos el caso de Adam Perkins, profesor en el King’s College de Londres, que ha publicado un estudio que repite el intento de la Comisión Real de cuantificar los discapacitados mentales. El grupo que él quiere estudiar es el de los "resistentes al empleo": personas que viven a costa del estado de bienestar social como resultado de una predisposición genética y que han crecido en casas en las que no se trabaja. Con una precisión digna de Galton, calcula que 98.040 personas "extras" fueron "creadas por el estado de bienestar social" en quince años debido a un aumento del gasto en esta partida, y representan una "enorme carga para los ciudadanos que son plenamente funcionales".


Adam Perkins lamenta la "carga" que unos ciudadanos suponen para otros por razón de sus genes.

En 1938, a los alemanes se les enseñó el póster de un paralítico y se les invitó a enfadarse por el coste que implicaba ocuparse de él (60.000 marcos). El Dr. Perkins presenta una versión suavizada de esta idea, calculando el coste anual per cápita de doce mil libras esterlinas de los nuevos untermensch británicos [Untermensch, "subhombre"o "subhumano" en alemán, es un término empleado por la ideología nazi para referirse a lo que esta ideología consideraba «personas inferiores»], no en relación al bienestar social, sino a los crímenes que seguramente cometerán. ¿Su solución? Que el gobierno Cameron delimite el bienestar social, para que sus beneficiarios tengan menos hijos. Una solución totalmente eugenésica.

El Dr. Perkins no es un monstruo; él mismo se benefició de las ayudas del estado del bienestar social, y su libro no es muy original. Simplemente une los puntos de las investigaciones académicas recientes y dice lo que otros no dirían. Sus notas a pie de página demuestran el creciente historial académico de la nueva eugenesia: se han identificado los genes que tienen relación con el alcoholismo, la criminalidad, el éxito deportivo, incluso la eyaculación precoz. Ahora se están llevando a cabo extrapolaciones para saber lo mermada que está la calidad del ser humano en el mundo debido a la sanidad y al bienestar social.

¿Obligación moral de la manipulación genética?

En el ambiente académico, la palabra "eugenesia" puede ser controvertida, pero la idea no lo es. Para el profesor Julian Savulescu, editor en jefe del Journal of Medical Ethics, la habilidad de aplicar un "plan racional" a la humanidad a través de la manipulación genética ofrece la posibilidad de mejorar el ser humano, niño a niño. "Cuando hablamos de descartar fallos de personalidad como un potencial alcoholismo, una psicopatía o una predisposición a la violencia", dijo hace tiempo, "puedes argumentar que la gente tiene la obligación moral de seleccionar éticamente a los niños mejores".

Mientras tanto, el objetivo científico de "niños mejores éticamente" está avanzando rápidamente. Desde que Louise Brown fuera concebida en un laboratorio hace 38 años -el primer niño del mundo resultado de una FIV-, el tratamiento se ha convertido en la corriente dominante, realizado por cien mujeres al día en Gran Bretaña. Los avances en la FIV indican que actualmente pueden producirse embriones que luego serán examinados en búsqueda de enfermedades, siendo el ganador el que será implantado en el útero. El último escalafón de este proceso tuvo lugar el año pasado, cuando científicos chinos consiguieron modificar con éxito los genes de un embrión producido en laboratorio. Fue bastante complicado: intentaron realizarlo en 86 embriones no viables y fracasaron en la mayoría de los casos, por lo que abandonaron el experimento tras declarar que se necesita un índice de éxito del cien por cien cuando se trata de la vida humana.

Esto, la modificación genética de embriones humanos, es lo que preocupa. Pero también aquí, como en cualquiera de los puntos de la nueva eugenesia, se puede argumentar: ¿dónde está el problema moral? No hay muertes, no hay esterilizaciones, no hay abortos: sólo una concepción guiada científicamente. Evitar potencialmente la enfermedad para mejor la humanidad. ¿Quién puede oponerse a esto?

Comienza la reacción
Hubo una respuesta hace cuatro meses, cuando 150 científicos y estudiosos pidieron que se detuviera totalmente la manipulación genética humana. En una carta publicada antes de una cumbre que tuvo lugar en Washington DC, argumentaron que la tecnología podía "abrir la puerta a una era de consumo de eugenesia de alta tecnología", con la consiguiente petición por parte de un gran número de progenitores que desearían elegir las mejores cualidades para sus hijos, creando así una nueva forma de ser humano genéticamente modificado. Para estos científicos, esta compleja cuestión se reduce a un punto muy simple: "No debemos crear los genes que transmitimos a nuestros descendientes".

El gobierno inglés es ajeno a estas preocupaciones; de hecho, recientemente ayudó a financiar la construcción del Francis Crick Institute, un nuevo centro para la investigación biomédica. Hace unas semanas, a este centro le fue concedida la autorización para empezar una nueva y controvertida técnica de manipulación genética conocida como CRISPR-Cas9. Para los defensores, esto demuestra la posición de vanguardia de Gran Bretaña en lo que se refiere a la investigación. Para los detractores, es una prueba de que Gran Bretaña (uno de los pocos países que no prohibe la utilización de embriones humanos producidos in vitro en los experimentos) está de nuevo a la cabeza de la carrera eugenésica, sin que haya habido un mínimo debate sobre la cuestión.

Eugenesia: ya no es cosa de científicos, sino de los padres
En las raras ocasiones en que se plantea dicha cuestión en el Parlamento, los ministros declaran que no apoyan la eugenesia. Pero como ha señalado Chris Patten en la Cámara de los Lores, es una declaración sin sentido si no se intenta definir el término. Para David Galton, el estudioso británico que más ha escrito sobre el tema, la definición es muy simple. Si uno utiliza la ciencia para obtener el mejor de los genes para la próxima generación, a esto se le llama eugenesia: "Ignorar la cuestión o disfrazarla con otro nombre lo único que hace es esconder los terribles abusos del pasado y adormecer a la gente con un falso sentido de seguridad".

La idea de un consumo de eugenesia no es una fantasía del futuro. Los bancos de esperma ya alardean de que pueden detectar cualquier cosa, desde el autismo al pelo rojo. Con una suma de doce mil libras esterlinas tienes la posibilidad de elegir el embrión que te quieres implantar. Y con cuatrocientas esterlinas puedes seleccionar el esperma, el mejor, para concebir a un niño (o a una niña). Incluso en las barriadas de la India, mujeres desesperadas por tener un hijo varón pagan los análisis de diagnóstico prenatal para identificar -y abortar- a las niñas. No se necesita un gobierno para continuar con la eugenesia: los padres ya lo hacen por sí solos.

El Francis Crick Institute declara que la investigación mediante manipulación genética no tiene nada que ver con la eugenesia; incluso las leyes británicas prohiben los embarazos con embriones que han sido modificados genéticamente y el plan de los investigadores es destruirlos siete días después. En cambio, su objetivo es saber el papel que tienen los genes en los abortos espontáneos. Pero si su investigación mejora la tecnología para la manipulación genética, científicos menos escrupulosos pueden utilizarla. Esta es la razón por la que estudiosos como Robert Pollack, profesor de la Universidad de Columbia, piden una moratoria en la totalidad del proceso de modificación de los genes humanos. "Imaginen que dentro de muchos años llegue a haber dos tipos de personas: las que llevan la herencia desordenada de sus antepasados y las personas cuyos antepasados tuvieron los recursos para limpiar sus células embrionarias antes de la FIV". Esto significa que tendríamos dos tipos de seres humanos: los ricos genéticamente limpios y el resto.

Los experimentos que se están llevando a cabo en Londres son preocupantes, declara, precisamente porque los ingleses tienen un índice de éxito muy bueno. "No es el fracaso, sino el éxito, lo que me preocupa", dice el profesor Pollack. "Y en lo que respecta a esta preocupación, hay pocos lugares más preocupantes que el Crick Institute… es como cualquier lugar del mundo que hiciera esto, pero sin cometer errores de distracción y evitables".

En resumen, ciento treinta años después de que Inglaterra le entregara al mundo la idea de la humanidad perfecta, estamos de nuevo en el filo de esta ciencia problemática. Para bien o para mal, la eugenesia ha vuelto.

Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).