[Religión en Libertad recoge esta información (donde se habla de la fecundación in vitro exclusivamente desde una perspectiva económica) por su interés desde el punto de vista cultural y social. La posición de la Iglesia es contraria a la fecundación in vitro (que implica eliminación de embriones) y otros sistemas de reproducción artificial. Véanse la encíclica Evangelium Vitae, nn. 14 o 63, o la instrucción Donum Vitae de la Congregación para la Doctrina de la Fe.]

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Una de las mejores especialistas sobre fertilidad del NHS (National Health System, Servicio Nacional de Salud, ndt) ha hecho una dura advertencia a las mujeres: intentad tener un hijo como máximo a los treinta años o el riesgo es no tengáis ninguno, informa el Daily Mail.

En una enérgica carta dirigida a la Secretaria de Educación Nicky Morgan, la doctora Geeta Nargund, especialista en ginecología, ha pedido también que se enseñe a las adolescentes el peligro que entraña retrasar el ser madre, debido al vertiginoso coste que tiene para el contribuyente la fertilización in vitro de mujeres que han superado ampliamente los treinta y los cuarenta años.

La Dra. Nargund cita la angustia de un número cada vez mayor de mujeres sin hijos como la razón clave para que se incluyan clases de fertilidad en el currículo nacional. Su controvertida intervención –en la que advierte que Gran Bretaña se enfrenta a una "bomba de relojería respecto a la fertilidad"– alimentará el debate sobre cuál es el mejor momento para empezar una familia, visto además el aumento en el número de mujeres que retrasan la maternidad para dedicarse a su carrera.


La doctora Geeta Nargund señala dos aspectos del problema de la falta de información sobre la fertilidad: la frustración personal y el coste económico.

En esta carta, a la que ha tenido acceso The Mail on Sunday, la Dra. Nargund escribe: "He visto demasiado a menudo el shock y la angustia en el rostro de las mujeres cuando se han dado cuenta de que han pospuesto demasiado el crear una familia. Para muchas esta noticia llega como una verdadera sorpresa y el sentimiento de devastación y remordimiento puede ser abrumador... Y a menudo el lamento es: ¿Por qué nadie me dijo nada de esto?".

El problema de la fertilidad es que es "una carga para el NHS costosa y en gran medida innecesaria", dice, advirtiendo de que los gastos ocasionados por la FIV "van en aumento". Ya se han gastado cientos de millones en FIV, pues cada ciclo cuesta unas cinco mil libras esterlinas (unos siete mil euros).


Argumentando con pasión la necesidad de informar sobre la fertilidad, la Dra. Nargund le escribe a la Sra. Morgan: "La información es poder y el mejor modo de fortalecer a la gente para que ésta tome el control de su fertilidad es educarla". Y añade: "Lo ideal es que si una mujer está preparada para tener un hijo, lo intente cuando tenga treinta años. Tiene que pensar en tener a su hijo pronto, porque a medida que envejece su fertilidad disminuye drásticamente".

Si un mujer intenta quedarse embarazada siendo más joven, los médicos tienen más tiempo para diagnosticar los problemas y actuar antes de que sea demasiado tarde, dice.

El doctor Allan Pacey, presidente saliente de la Sociedad Británica de Fertilidad, apoyó sus declaraciones. "Tienes que empezar a intentarlo como máximo a los treinta años, porque si hay un problema y necesitas cirugía, hormonas o una FIV, tienes cinco años por delante para resolverlo", ha dicho. "Si una mujer empieza a los treinta y cinco, los médicos tienen que solucionarlo cuando ella ya está en la curva descendiente de su fertilidad".


El doctor Allan Pacey, ex presidente de la Sociedad Británica de Fertilidad, es también profesor en la Universidad de Sheffield.

El Dr. Pacey fue incluso más alla de la educación sobre fertilidad a las jóvenes: según él, deben recibir información sobre "la edad adecuada" desde la escuela primaria hasta la universidad.


La Dra. Nargund, jefe de servicio de medicina reproductiva en el Hospital Saint George de Londres y director médico de las clínicas privadas Create Fertility del Reino Unido dice: "A medida que la mujer envejece, los problemas de fertilidad son más complejos, por lo que los tratamientos tienen menos éxito, son más caros y normalmente se necesitan más ciclos de tratamiento para la FIV para conseguir un embarazo. Por lo que impartir una educación sobre fertilidad es muy importante para el gasto público, porque ayudará a tener más niños con el mismo presupuesto de la NHS".

El problema más frecuente en las mujeres con más de treinta o cuarenta años es la cantidad y la calidad de los óvulos.

En estos casos, la FIV suele ser necesaria. Pero puede haber otros factores en juego, como escaso flujo sanguíneo en los ovarios o en el útero.

La Dra. Nargund y sus colegas han conseguido enfoques diagnósticos pioneros con el uso de ecografías y otras pruebas para discernir cuál es el problema antes de recurrir a la costosa FIV.

El coste es considerable: el NHS financió 25.571 ciclos de FIV en Inglaterra y Gales en 2013 o lo que es lo mismo, el 41% del total.

El resultado medio es de un nacimiento cada cuatro ciclos, lo que significa que cada niño nacido después de una FIV le cuesta al contribuyente unas veinte mil libras esterlinas (28.000 euros). Pero la posibilidad de éxito de la FIV desciende rápidamente con la edad, siendo el resultado de éxito de un niño cada ocho ciclos en mujeres de 40 a 42 años que utilizan sus propios óvulos.

Actualmente, la edad media de las mujeres que tienen un hijo es de treinta años, según la Agencia Nacional de Estadística, que atribuye al hecho de que hay más mujeres que van a la universidad y que quieren hacer carrera como la razón clave de que sean madres más mayores.

Con una de cada seis parejas con problemas para concebir un hijo y con el índice de nacimientos entre madres nacidas en el Reino Unidos en descenso a largo plazo, la Dra. Nargund declara que Gran Bretaña se enfrenta a una "bomba de relojería respecto a la fertilidad" a la que es necesario enfrentarse.

"No podemos depender de la inmigración para aumentar el índice de natalidad del país", dice la Dra. Nargund, que se trasladó al Reino Unido desde la India a principios de los años ochenta para estudiar medicina: "No es una solución permanente".

La Dra. Nargund, que ahora tiene 55 años, empezó a crear un familia con su marido a los 29 años, a pesar de ser una joven médico muy ocupada en ese momento porque, como dice ella: "Tenía muy presente en mi mente mi reloj biológico".

Es sorprendente cuánta gente joven no estaba informada sobre el impacto de la edad en la fertilidad, dice. Tampoco sabían que fumar, demasiado alcohol, las drogas o ser demasiado gordo o delgado afecta negativamente a las posibilidades de concepción. Añade: "No necesariamente las mujeres instruidas lo están sobre su fertilidad".

Un portavoz del Departamento de Educación ha dicho: "La educación sexual es obligatoria en todos los centros públicos de enseñanza secundaria. Esperamos también que las academias y los colegios privados la impartan. Confiamos en las escuelas para que aseguren la educación que cubra las necesidades particulares de los estudiantes. Por ello, son libres de hablar sobre fertilidad o cualquier otra cuestión que consideren relevante".

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[Hasta aquí, el reportaje publicado en el Daily Mail. La carta de la doctora Nargund suscitó mucha polémica. En este sentido, destaca el comentario personal sobre esta información publicado en el Telegraph por Cristina Odone, escritora católica y directora de Values of Prosperity [Valores de Prosperidad] del Legatum Institute. Lo reproducimos a continuación.]

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Ultimamente he estado pensando en mi personalidad, después de oír hablar elocuentemente a David Brooks, autor americano del éxito de ventas The Road to Character (El camino a la personalidad, ndt) sobre "valores de Curriculum Vitae vs valores de elogio". Sentí una punzada al reconocer que había vivido la primera parte de mi vida sólo con el Curriculum Vitae en la mente. Quería una carrera interesante, estatus, dinero y una red de trabajo influyente y me concentraba en rasgos como la determinación y la ambición (por no mencionar el egocentrismo y la competitividad).


Cristina Odone es periodista y escritora. Fue editoria del Catholic Herald y participa habitualmente en debates en medios de comunicación sobre cuestiones sociales y morales.

En mi defensa puedo alegar que yo era un producto de la época: en los años ochenta y noventa, a las mujeres instruidas como yo se nos decía, por parte de nuestros profesores, los medios de comunicación y -más que ninguna otra persona- por nuestras madres, que era el trabajo, por encima de todo, lo que nos daría la independencia, el éxito y la confianza en nosotras mismas. Nunca antes de ese momento se habían abierto tantas profesiones a las mujeres. Nuestra generación no debía desperdiciar esta excitante oportunidad que no tenia precedentes.


Acepté el desafío con entusiasmo y emprendí una carrera hacia mis objetivos. Pero el año que cumplí los cuarenta hice un documental para la BBC sobre la fertilidad que me dejó abrumada: uno de los expertos a los que entrevisté me dijo sin rodeos que había pospuesto tanto el hecho de tener hijos que ya sólo podría tenerlos mediante una FIV. Salí a trompicones de su clínica y estallé en lágrimas, culpando a todo el mundo menos a mí misma. ¿Por qué nadie me había dicho que una vida centrada en el trabajo conllevaba el riesgo de no poder tener hijos?

El médico estaba equivocado y concebí de manera natural a los 43 años. Sé que tuve mucha suerte, pero ciertamente me hubiera gustado tener más hijos. No fue posible. El hecho de que casi no me pudiese quedar embarazada de un modo natural sacudió mi fe en nuestra cultura centrada en el trabajo y nuestros valores de Curriculum Vitae y ciertamente no le daré a mi hija el mismo consejo que yo recibí.

Obviamente, sí que le aconsejaré estudiar mucho e ir a la universidad. Le diré también que una vez que haya conseguido la licenciatura debe trabajar para establecer las bases de su vida personal como profesional. Le diré que si no se centra en su trabajo cuando esté en la década de los veinte, corre el riesgo de privarse de una carrera brillante. Pero le explicaré también que si se dedica sólo a su vida profesional a expensas de la personal, corre el riesgo de no tener hijos. Lo mejor es llegar a un compromiso sobre los sueldos de seis cifras, que ella podrá seguir esperando obtener cuando vuelva al trabajo después de la maternidad. Un hijo, a pesar de todos los progresos en técnicas de reproducción asistida, sólo llega fácilmente hasta los treinta años.


Bridget Jones (interpretada por Renée Zellweger): un personaje de comedia, un problema real.


Es mucho más fácil convencer a Izzy ahora, en 2015, del peligro que conlleva retrasar la maternidad de lo que hubiera sido en mi época. Cuando en 1995 Bridget Jones se angustiaba por su reloj biológico que hacía tic-toc, su paranoia de solterona hacía reír: pocos científicos habían lanzado la alarma sobre lo que significaba posponer la concepción de un hijo. La millonaria industria de las técnicas de reproducción asistida acababa de nacer; las mujeres en carrera se preocupaban de llegar a la cumbre, sin privarse de las guarderías de tonos pastel.

Hoy, los expertos en fertilidad nos proporcionan habitualmente estadísticas sobre la fertilidad de la mujer y su rápido descenso a partir de los treinta y cinco años. Ahora, la Dra. Geeta Nargund, jefe de servicio de medicina reproductiva del Hospital Saint George de Londres, ha añadido su voz a la de ellos, publicándose la noticia de ha escrito a la Secretaria para la Educación, Nicky Morgan, pidiendo encarecidamente que en las escuelas se enseñe a las adolescentes las hechos y datos reales sobre edad y reproducción. ´´Lo ideal es que si una mujer está preparada para tener un hijo, lo intente cuando tenga treinta años".


Sus comentarios han desencadenado una discusión, con padres preocupados de que la educación sexual promocione ahora el quedarse embarazada, después de enseñar a generaciones de estudiantes que el embarazo es algo que hay que evitar.

Helen Fraser, directora ejecutiva del Girls’ Day School Trust, ha respondido diciendo: ´´La amenaza de la infertilidad no debe usarse como un motivo para empujar a las mujeres a tener hijos siendo jóvenes".

Pero la Dra. Nargund apunta al hecho de que desde temprana edad a las jóvenes se les enseña todo sobre el sexo y la reproducción y cómo evitar un embarazo, condicionándolas a ver un embarazo como una barrera a la felicidad y la prosperidad. Ciertamente, aunque tener un hijo puede frustrar los proyectos de una madre adolescente, deben también saber que tener un hijo cuando se está preparado para ello es un motivo de celebración.

El mensaje de la Dra. Nargund es muy necesario: el enfoque utilitario de mi generación daba mucha más importancia a lo que nosotras hacíamos que a lo que nosotras éramos. Si lo que quiero es el mejor despacho, el título de director ejecutivo, el enorme sueldo mensual, nadie puede cuestionar mis objetivos. He conseguido, por lo tanto soy. Esta lógica era especialmente seductora para las mujeres. Acabábamos de sentarnos en la mesa de la sala de juntas, por lo que parecía perverso cuestionar los premios que empezábamos a disfrutar.


Pero muchas han pagado su sitio en la junta con el no tener hijos. Más de una quinta parte de las mujeres que han nacido entre 1960 y 1968 y que se licenciaron no han tenido hijos, según el Economic and Social Research Council Centre for Population Change. Las que han tenido hijos han tenido menos que sus coetáneas que no hicieron estudios superiores. La profesora Ann Berrington, que dirigió el estudio, habla del ´´desajuste’’ pues ´´las mujeres [licenciadas] no tuvieron tantos hijos como deseaban’’.

Llegar a la cumbre requiere una inmersión total; muchas –¿demasiadas?– mujeres de mi generación aceptaron esto y mantuvieron sus cabezas bajas, mientras compañeras que habían cogido la baja por maternidad tenían dificultades para volver a las mismas perspectivas laborales. Las mujeres de carrera sentían que en un mundo de hombres tenían que jugar como los hombres, sin brechas, sin descanso. Cuando finalmente llegaban a su objetivo, se daban cuenta de que era demasiado tarde para concebir un hijo.

Muchos de los increíbles avances en reproducción asistida -desde la FIV hasta la congelación de óvulos- fallan cuando se tienen más de treinta años. Tal como la clara y lúcida Dra. Nargund ha resumido, las mujeres más mayores necesitan más ciclos de FIV para ser madres y sufren más complicaciones que las jóvenes.

Ya sólo este dato debería hacer que el gobierno se sentara y tomara nota de que cada ciclo le cuesta cinco mil libras al NHS, que se añaden a los millones que ya se ha gastado en tratamientos de fertilidad para mujeres que tienen treinta y tantos o cuarenta y tantos.




En sus comentarios, Helen Fraser dijo con sensatez que no le gustaba la frase ´´tenerlo todo’’. “Hace que una chica que acaba la universidad se sienta en la obligación de tomar una decisión entre tener una carrera plena y que le satisfaga o tener una relación maravillosa y tener hijos”. Estoy de acuerdo. Le enseñaré a mi hija a no usar la frase "tenerlo todo", porque es imposible tenerlo todo. Es imposible ir a la caza del éxito profesional sin comprometer la parte personal. Cuando este compromiso se mide en las horas que no has dedicado a tu hija de once años, el dilema es doloroso; pero cuando el resultado del compromiso es que nunca has podido tenerla, el dolor es insoportable.

Quiero que mi hija y sus amigas aprendan ahora que es imposible que vivan sus vidas según valores de Curriculum Vitae y que esperen un elogio al final de ella que celebre una existencia verdaderamente plena.

Aunque resulte duro oírlo, para esas mujeres jóvenes que tal vez quieran hijos, la Dra. Nargund les ha hecho un favor plantando la semilla del miedo a poder quedarse sin hijos y obligándolas a mirar más alla de sus carreras.