La noticia conmovió a la Argentina y al mundo: el nuevo Papa es argentino, y es Jorge Bergoglio. El nuevo pontífice fue jefe de la Iglesia Católica de nuestro país durante mucho tiempo y tuvo una relación áspera con el gobierno de los Kirchner.
Con Néstor Kichner la relación fue mucho más distante y conflictiva que con la actual Presidenta. El ex presidente llegó a identificar al entonces cardenal como “el verdadero representante de la oposición”. En aquel momento, Bergoglio se quejó de los dichos de Kirchner.
En enero de 2007, el periodista especializado de Clarín, Sergio Rubín, escribió una nota titulada “Kirchner y Bergoglio, separados por cuestiones de fondo”. En la misma explicaba que se había pospuesto una reunión entre las partes y que ni siquiera la cúpula del Episcopado —que encabeza el propio Bergoglio— logró acordar una visita protocolar a las máximas autoridades del Congreso.
“Kirchner siente que el grueso de los obispos "con Bergoglio a la cabeza son un factor muy fuerte de cuestionamiento" a su gestión. La Casa Rosada se quejó muchas veces de que la Iglesia nunca le reconoció todo lo que hizo el presidente por sacar al país de una de las peores crisis de su historia”, explicó Rubin en el texto.
Sin embargo, cuando el ex Presidente murió, Bergoglio reaccionó rápidamente y en cuestión de horas decidió oficiar una misa por el eterno descanso de Kichner. Lo hizo en la catedral metropolitana. “El pueblo tiene que claudicar de todo tipo de posición antagónica frente a la muerte de un hombre ungido por el pueblo para conducirlo y todo el país debe rezar por él”, dijo en esa oportunidad.
Además, en ese momento pidió que los ciudadanos no sean desagradecidos. “Sería una ingratitud que este pueblo no se una en oración por un hombre que cargó sobre su corazón, sobre su conciencia y sobre su hombre la unción de un pueblo que le pidió que lo condujera”, dijo.
Con Cristina, el punto de enfrentamiento máximo llegó con la ley de matrimonio entre personas de un mismo sexo. Bergoglio fue la cara visible de la marcha contra el casamiento gay y se opuso rotundamente al proyecto que más adelante se transformó en una realidad.
“Me preocupa el tono que ha adquirido el discurso, se plantea como una cuestión de moral religiosa y atentatoria del orden natural, cuando en realidad lo que se está haciendo es mirar una realidad que ya está”, respondió Cristina en esa oportunidad.
En una de las últimas críticas, el entonces arzobispo de Buenos Aires, advirtió en una carta sobre el peligro de acostumbrarse “a oír y ver, a través de los medios de comunicación, la crónica negra de la sociedad”. En esa oportunidad, Bergoglio también apuntó contra “la destrucción del trabajo digno, las emigraciones dolorosas y la falta de futuro”. Una crítica social.
Igualmente, Bergoglio festejó varias veces el tono conciliador con los que Cristina encaraba sus discursos –aunque criticó cuando lo hizo con belicosidad-, y apuntó siempre a lo mismo: la unidad entre los argentinos.