La manifestación de ayer en París no solo fue un éxito -un millón de asistentes-, sino que reservó alguna que otra sorpresa. Una de ellas fue la presencia de Simone Veil, que desfiló junto a su marido, el empresario Antoine Veil. Ambos llevaban banderas con el eslogan Mariage pour tous [Matrimonio para todos]. Fue el canal televisivo BFM el que descubrió a Veil, a través de una captura de imagen muy comentada hoy en la redes sociales.

Motivos hay para ello: como ministra de Sanidad -cargo que ocupó entre 1974 y 1979, en tiempos de Valéry Giscard d´Estaing- saltó a la fama por dar su nombre a la ley que despenalizó el aborto. Curiosamente, el proyecto salió adelante gracias a la casi totalidad de los votos de la izquierda y una porción de los de la derecha, que oficialmente estaba en el Gobierno; los diputados masones de ambos bandos votaron como un solo hombre.

Las lágrimas que derramó Veil en sede parlamentaria durante el tenso debate dispararon su popularidad: desde entonces es un icono del feminismo galo cuya opinión es muy valorada cada vez que hay un debate social. Pero no solo por eso.

De origen judío -pero no especialmente religiosa-, Veil, de 85 años, fue deportada a Auschwitz cuando tenía 16 años junto a su familia. Ella y su hermana volvieron, sus padres, no. Pero Simone volvió con su número de Auschwitz, el 78651 tatuado en su brazo.

Tras la guerra, emprendió una carrera de magistrada hasta que Giscard d´Estaing la llamó para formar parte de su Gobierno. Se marchó para presidir, entre 1979 y 1982, el primer Parlamento Europeo elegido democráticamente, en el que se quedó catorce años. En 1993, desempeñó la cartera de Asuntos Sociales en el Gobierno de Edouard Balladur. Tras la derrota de éste, Veil puso fin a su carrera política y pasó a formar parte, en 1998, del Consejo Constitucional. Y empezaron a caerle los honores, no siendo el menor de ellos su sillón en la Academia Francesa.