En los últimos años se ha producido un preocupante aumento del número de casos de menores de edad “transgéneros” que son sometidos a distintos tratamientos hormonales y más adelante a operaciones quirúrgicas. El caso de Reino Unido es muy gráfico. En el curso 2009/2010 97 niños británicos cambiaron de sexo y en el curso 2017/2018 eran ya 2519. En pocos años se incrementó en un 2496%.

Este crecimiento se ha dado también en otras partes del mundo auspiciados por una ideología que va imponiendo su discurso en el ámbito político, social y cultural. Sin embargo, cada vez más médicos y otros profesionales como psicoterapeutas o psicólogos que están denunciando el grave peligro que corren los menores. Incluso trabajadores de clínicas de cambio de sexo han dejado sus cargos ante lo que vieron en todos estos años.

Precisamente, esta oleada de casos y la forma en la que están siendo tratados está haciendo tambalear los cimientos de la medicina transgénero. Y así lo recoge Michael Cook en Mercatornet.

Algunos casos concretos están abriendo los ojos de muchos médicos. ¿Puede realmente ser transgénero un niño con cuatro años? Un matrimonio inglés de 44 años cree que sí. Su hija Esmerald desde los 18 meses, afirman sus padres, se identificaba niño al igual que su hermano gemelo Arlo, por lo que le están criando como un niño. "Su identidad de género, lo que está en su cabeza, no coincide con su sexo físico. Estoy muy orgulloso de que sepa quién es y no está limitado por las normas y los prejuicios sociales", escribe el padre en Linkedin.

Cuestionar estas actitudes puede ser ya incluso peligroso legalmente, pero en una serie de publicaciones los médicos van expresando su consternación por el acceso tan temprano a la transición de género y la fulgurante propagación entre los más jóvenes.

Por el momento, los médicos que promocionan estos tratamientos transgénero se acogen al llamado protocolo holandés, según el cual se permiten los bloqueadores de la pubertad a los 12 años (e incluso a los 8-9, en algunos casos). Las hormonas de sexo cruzado (testosterona para las niñas y estrógeno para los niños) comienzan a los 16 años.

El freno de un hospital de referencia mundial

Sin embargo, esta semana, el Hospital Karolinska de Suecia, de renombre mundial ha puesto freno a este protocolo, lo cual es "un momento decisivo" para la World Professional Association for Transgender Health, pues es la primera vez que un importante hospital se desvía de las directrices de los defensores de los cambios de sexo tempranos.

En un comunicado, el Karolinska explica que las investigaciones del gobierno sueco muestran “una falta de evidencia tanto de las consecuencias a largo plazo de los tratamientos como de las razones de la gran afluencia de pacientes en los últimos años. Estos tratamientos están potencialmente cargados de consecuencias adversas extensas e irreversibles, como enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, infertilidad, aumento del riesgo de cáncer y trombosis”.

Los profesionales de este hospital consideran que el comunicado de prensa declara que es "complejo" para los médicos evaluar los pros y los contras del tratamiento y "aún más complejo" para los pacientes y sus padres dar un consentimiento verdaderamente informado.

De este modo, este hospital sueco de referencia mundial ya no prescribirá bloqueadores de la pubertad ni hormonas de sexo cruzado para menores de 16 años. Se permitirá el tratamiento hormonal para adolescentes entre 16 y 18 años, pero solo como investigación para ser aprobada por una junta de revisión ética. Básicamente, las autoridades suecas han decidido que la medicación de género convencional es un procedimiento experimental potencialmente peligroso.

Las dudas de los médicos australianos

Pero no es el único centro que cuestiona este masivo fomento del proceso de transición en menores. Varios médicos del Westmead Children's Hospital, un gran hospital público en Sydney, publicaron recientemente en la revista Human Systems sus dudas sobre el tratamiento estándar de la disforia de género. De su lectura se puede extraer que el personal del hospital está profundamente dividido sobre el tema. De hecho, como médicos, identifican los “discursos sociopolíticos polarizados” como uno de los mayores desafíos al que se enfrentan.

Estos médicos australianos plantean una serie de problemas. En primer lugar, consideran que la medicina moderna todavía no comprende muy bien el fenómeno de la disforia de género, pues “a pesar de la existencia de pautas la base de evidencia para todos los aspectos del tratamiento fue y sigue siendo escasa".

Sin embargo, las familias tienden “a medicalizar la angustia del niño, atribuyéndola únicamente a la disforia de género como un fenómeno aislado con la consecuencia de que la familia identificó la vía médica como el único camino potencial a seguir”.

Un segundo problema tiene que ver con la influencia de la ideología trans en los jóvenes. Muchos de los que solicitaron tratamiento creían que la “afirmación de género” se traduce en una intervención médica inmediata: medicamentos y posiblemente cirugía.

Los autores de la publicación intentaron que sus pacientes aceptaran un enfoque holístico de su disforia que tuviera en cuenta sus problemas familiares, psicológicos y biológicos, pero sus palabras cayeron en saco roto.

Esto ocurrió en gran medida –afirman los médicos- por la información que habían obtenido de amigos, Internet, redes sociales y otros profesionales de la salud: “muchos niños no tenían la capacidad cognitiva, psicológica o emocional para comprender las decisiones que estaban tomando”. 

En tercer lugar, los doctores del hospital de Sidney constataron un hecho fundamental. Sus pacientes a menudo tenían muchos otros problemas sociales y psicológicos, o "comorbilidades", según la terminología médica. Se sentían intimidados por sus compañeros o estaban en conflicto con sus padres. Muchos eran autistas, sufrían depresión o psicosis o habían sufrido abusos sexuales.

Los flojos estudios de género

Pero hay más. El pasado mes de marzo el National Institute for Health and Care Excellence (NICE) de Reino Unido publicó dos revisiones sobre la evidencia sistemática de bloqueadores de la pubertad y hormonas de sexo cruzado como parte de una revisión de la atención médica para la disforia de género. En ambas encontraron que muchos estudios citados con frecuencia son de muy baja calidad.

Por ejemplo, The Trevor Project , un grupo que afirma ser "la organización nacional líder que brinda servicios de intervención en crisis y prevención del suicidio a jóvenes lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, queer y cuestionadores (LGBTQ) menores de 25 años", cita varios estudios para respaldar sus afirmaciones sobre la medicina de transición de género. Casi todos ellos fueron descritos como deficientes por el estudio NICE, por tener un "alto riesgo de sesgo", por ser "de mala calidad en general" o porque "no se informaron resultados críticos" o "se informó de manera deficiente".