Ana María Jurado es una joven de Córdoba (Andalucía) que empieza el año 2021 entrando en clausura. El 1 de enero, fiesta de María Madre Dios, ingresó en el convento de las Madres Concepcionistas de Hinojosa del Duque, un lugar de mujeres que rezan y viven en comunidad desde el siglo XVI.

Cada mes Ana María acudía con otros jóvenes a rezar con estas religiosas en su iniciativa "Adoremus". Pero algo pasó en 2019 que despertó más su hambre de Dios, como explica en la web de la diócesis de Córdoba.

"Se despertó en mí una inquietud tras realizar el primer Retiro de la Inmaculada en el 2019, en este monasterio. Ahí me planteé por primera vez la vida consagrada y cuando uno se cuestiona una cosa así, ha de saber que no es fruto de la imaginación o un espejismo, es Dios mismo quién pone en ti tal pregunta. Él dio la vida por nosotros, ¿no podemos nosotros ahora “jugarnos un fracaso” por Él? Hablo de fracaso, por el hecho de dejar TODO (familia, amigos, mi clínica de fisioterapia, mi moto…), y que luego, pueda no ser el camino, pero es mucho más tormento para uno vivir toda la vida con la incertidumbre de si Dios te llamaba a para Él o no", plantea.

Antes de ese retiro, explica, realizó unos ejercicios llamados Coraje. "También estuve en la Noche Blanca y en ambos lugares, sentí la presencia del Dios Vivo. Una frase desde entonces me perseguía: 'Dios te quitará cosas que nunca pensaste perder, para darte cosas que jamás imaginaste tener'. Ya ha comenzado…"

Su familia es cristiana y ha acogido su decisión de entrar en clausura "como voluntad de Dios, con alegría y gozo, dentro del dolor que supone nuestra separación. Me he sentido muy arropada por toda la familia", explica.

Perseverancia con la gracia de Dios

Ana María explica que reza pidiendo perseverancia. "Perseverar viene de permanecer, pero permanecer es algo que no se mueve, algo estático, en cambio perseverar es permanecer por voluntad propia en alguna situación y aunque vengan tribulaciones, con la gracia de Dios, uno permanece".

La Madre Nieves, superiora de la comunidad, explica que "hay un pequeño rito, que así lo expresa en la iniciación, en la entrada, después de que Ana María fuera abrazada por cada una de las hermanas, fue acompañada por toda la comunidad hacia la imagen de la Virgen de la Acogida, hacia Ella se le señaló como Madre y Maestra y sobre Ella se inclinó, sobre sus rodillas, queriendo así aprenderlo todo de Ella. Nosotras no tenemos ninguna duda de que, a través de la Madre, el Espíritu guiará sus pasos".

"Nuestra vida sin Fe no se entiende", señala la superiora. "No se entiende una vida quebrada a los pies del Señor si no se parte de la experiencia del amor de Cristo, que antes se ha entregado hasta la muerte por nosotros. La vida contemplativa es expresión de este amor entregado".

La Madre Nieves explica que "lo más bello de la consagración es ser de Cristo. En referencia a lo que esperamos de Ana María, en realidad es de Dios de quién esperamos todo, esperamos del Espíritu del Señor, de su gracia, de su poder. Sabemos que Dios, que ha comenzado esta obra bellísima, la llevará a su término. De Ana María si esperamos algo es que se abra a esta gracia, disponible siempre al don de Dios, como la Virgen".

(Fotos del reportaje de Jesús Enrique Aranda)