Dios siempre sorprende. En el caso de Paul, la sorpresa llegó en un momento en el que había un cierto desconcierto en su vida, pero tampoco esa sensación de abismo que conduce al límite a muchos conversos justo antes del momento en el que Dios se les aparece de forma más o menos tumbativa.

Paul hizo una vida de estudiante en París "como la de muchos otros": numerosas salidas nocturnas, muchas relaciones de amistad y también numerosas relaciones afectivas.

Al concluir sus estudios encontró trabajo en Australia y se fue a vivir allí, un lugar donde, explica, lo hay en abundancia y bien remunerado. "Ganaba bastante dinero, y todas las noches gastaba el dinero que había ganado durante el día. Y durante el día, creo que había muy pocos momentos en los que estuviera enteramente sobrio", afirma, confesando la influencia del alcohol en su vida no solo de diversión, sino también laboral.

Tras ese periodo de trabajo, dinero y diversión, todo ello en grandes cantidades, Paul volvió a Francia: "Empecé a buscar por todas partes algo que me pudiera interesar, sobre todo a nivel profesional. No estaba seguro de mí mismo, no sabía lo que quería ni a dónde iba".

Un día, un amigo le invitó a un encuentro de jóvenes cristianos, que no especifica en su relato a Découvrir Dieu: "Me dijeron que si iba como voluntario de la organización me saldría gratis, tendría alojamiento y comida. Estaba en París, en pleno verano, no tenía trabajo ni nada que hacer, así que me dije: ¿por qué no? Y así fue como me encontré durante una semana en un festival católico".
 
Fue durante ese encuentro cuando sucedió algo imprevisto: "Algo que realmente me transformó".

"Fue durante una misa. Pasó algo extraordinario. Interiormente, vi cómo desfilaban ante mí muchas cosas de mi vida, en particular la separación de mis padres y otras heridas. Cosas que yo había sufrido, pero también otras que yo había hecho, todo el mal que había causado, los pecados que había cometido, las personas a quienes había herido... Todo ello se me vino encima, y al mismo tiempo, sentía interiormente algo, no sé cómo decirlo", evoca ahora: "Era como si el Señor me dijese con dulzura: 'A pesar de todo esto, Yo te amo'. Interiormente, aquello era una dulzura inmensa que sentí físicamente, sensiblemente, tenía ganas de llorar, de echar todo eso afuera..."

Paul sonríe al recordar que no quiso mostrar esa debilidad y no dejó salir el llanto en ese instante "porque había gente", pero...: "Lo hice luego, al salir".

Tras esta percepción y estas lágrimas, su vida ya no volvió a ser la misma: "A partir de ese momento fui transformado en mi vida interior y en mi relación con Dios. Esta transformación se produjo también en mi relación con los amigos e incluso con mi familia. Transformó realmente mi forma de ver las cosas".

"Me liberó", define: "Tuve como una liberación en mí mismo de algo que me bloqueaba".

Encontró trabajo, y ahora tiene responsabilidades de gestión, con varias personas a su cargo.

"En cuanto a mi vida personal, encontré una persona con quien comprometerme, y me acabo de casar. Ha sido un paso más de lo que el Señor había preparado para mí", concluye.