Mark Tobin se crió como el tercero de los seis hijos de Bill y Stephanie, en una familia católica de Pensilvania. Desde su infancia tuvo un carácter inquieto y aventurero. Probó a ser músico de rock, combatió en la guerra de Irak y se alejó de la fe. Contó a Catholic Philly que Dios no le dejó ir muy lejos.

Cerveza artesana, aventuras y rock

La infancia de Tobin fue tranquila y apacible, desarrollada en el extenso condado de Pensilvania entre grandes parajes naturales y bosques ideales para la caza y deportes de riesgo y aventura.

También le gustaba la música. Desde la escuela disfrutó participando en bandas y grupos de alumnos. Desarrolló un gran talento en la batería, una afición que desempeñó durante años en grupos de rock formados por sus amigos. Durante sus años de juventud, Tobin disfrutaba con deportes y actividades complejas, como el esquí, el golf e incluso la fabricación de cerveza artesanal.

Entre las aficiones de Mark Tobin, una de las que más disfruta es la fabricación de cerveza artesana.

Una continua búsqueda de emociones

La adolescencia de Tobin fue una continua búsqueda de emociones. Con tan solo 16 años, encontró la forma para canalizar su pasión por el riesgo y espíritu aventurero,  y acudió para alistarse en el servicio militar junto con su hermano.

Durante estos años, Mark continuó yendo a misa los domingos, pero había comenzado a alejarse de la fe, que mantuvo lo justo para no tener conflictos con su familia.

“Veía a mis padres como un buen modelo a seguir, y nos criaron a mí y a mis hermanos con buenos valores, pero durante mi adolescencia no valoré mucho la fe”, cuenta el seminarista.

Prometedor soldado de los Navy Seals

Poco después de alistarse, Tobin se graduó en la escuela secundaria e ingresó al entrenamiento básico de la Marina. Sus superiores vieron en el joven un futuro prometedor. Tanto que le sugirieron que se inscribiese en los Navy Seals, las fuerzas especiales más prestigiosas de los Estados Unidos.

El joven vio una foto de varios soldados descendiendo desde un helicóptero hasta una embarcación militar y no tardó en inscribirse. “Parecía una buena aventura”, recuerda. “Siempre fui de los que se apuntaban a una aventura, y en la escuela no estaba bien encaminado. Me resultó una gran oportunidad”.

Antes de su entrada al seminario, Mark participó con los SEALS en la Guerra de Irak.

Combatió en la Guerra de Iraq

Se alistó en la tripulación de combate de San Diego, unidades más conocidas como las Swick por sus siglas en inglés (Special Warfare Combatant-craft Crewmen). Después pudo servir con toda su unidad en las patrullas del Missisippi, en una lancha de más de 10 metros con cinco ametralladoras destinadas al combate a alta velocidad.

Aquellos meses de entrenamiento llevaron a Tobin a participar en la Guerra de Iraq entre 2006 y 2009, durante uno de los periodos más conflictivos de este país. “Allí conocí a grandes personas, con un carácter entusiasta y comprometido, provenientes de todos los rincones”, explica. “Fue una gran aventura”.

Llevó una vida poco ejemplar…

La vida de Tobin dio un vuelco. Terminó su periodo de alistamiento en Irak, y por aquel tiempo había abandonado por completo la práctica de su fe católica, lo que le llevó a “una vida poco ejemplar”.

En ese momento, el joven tuvo que escoger. Al mismo tiempo que le presentaron la posibilidad de volver a alistarse en las Operaciones Especiales, la ley norteamericana de financiación de estudios a los veteranos le permitió comenzar a cursar Marketing en la Universidad de West Chester.

Hasta que experimentó que Dios le llamaba

El joven pasó de vivir en un continuo escenario de combate a frecuentar las grandes aulas universitarias cuando comenzó a brotar nuevamente su fe. “Comencé a buscar la verdad y aquello en lo que creía”. Tocó fondo emocionalmente por su cambio de vida y al darse cuenta de que “en el fondo, nadie me conocía realmente”.

Tras haber probado multitud de experiencias en su corta vida, Mark Tobin será ordenado sacerdote el 15 de mayo.

El joven se consideraba agnóstico, y no rechazaba la religión, simplemente le resultaba indiferente, y por el ejemplo de sus padres creía en la bondad de la gente que practicaba la fe. Repentinamente experimentó “un momento profundo y lleno de gracia en el que Dios se presentó ante mí”. Tobin supo que Dios era real.

“La forma en que Dios se reveló ante mí me dio sed de algo más en mi vida y motivó en mí una profunda búsqueda para conocer más a Dios”. Supo que Dios “no era indiferente, sino que había venido a mí en medio de mi sufrimiento. Percibí que había una misión en todo esto, y tuve la sensación de que me estaba llamando a algo”.

Amigos y desafíos en el seminario

Aquel encuentro con Dios motivó su regreso a la fe y comenzó a participar en las actividades que organizaba Centro Católico Newman de su universidad. Allí dirigió un grupo de estudio de la Biblia e hizo nuevas amistades, incluido el capellán John Nordeman.

De forma casi inmediata a su graduación en 2014, Tobin ingresó al seminario y enfrentó siete años de formación que vivió tanto “como un desafío como una cruz”. Conoció a buenos sacerdotes y “buenos hermanos seminaristas con las mismas luchas que yo. Todos buscaban la voluntad del Señor”, cuenta.

Quiere llegar a los alejados de Dios

A pocos días de su ordenación el próximo 15 de mayo, Tobin espera “llegar a hombres y mujeres como yo, que se han desviado o que se han vuelto indiferentes” y enseñarles el potencial que su vida podría tomar junto a Dios.

"En el mundo de hoy" explica el seminarista, "la fe no es algo popular, es difícil vivir la fe de una manera auténtica y al mismo tiempo ser misionero. Evangelizar a los demás requiere que hoy sigamos a Cristo con locura. Los sacerdotes deben ser modelos de ello, nuestra vocación nos llama a salir al mundo", concluye.