El 19 de mayo será ordenado sacerdote junto a otros seis diáconos en la catedral de los Santos Pedro y Pablo de Filadelfia. Pondrá fin a un camino que inició hace 46 años y en el que entre medias ha habido más de 10.000 kilómetros de distancia, una guerra, la precariedad, un matrimonio y hasta la viudez.

Quy K. Pham tiene 59 años y será el candidato de mayor edad que será ordenado por el arzobispo Charles Chaput. La historia del futuro sacerdote comienza en My Tho, en la región del delta del Mekong en Vietnam del Sur. En 1971 ingresó en el Seminario menor cuando tenía 13 años aunque la decisión no fue en realidad suya sino que fue tomada por sus padres. Era el mayor de nueve hermanos y obedeció, aunque una vez en el seminario fue sintiendo cada vez más clara esta vocación.
 

La guerra de Vietnam estaba en pleno desarrollo y cuatro años después, tras la caída de Saigón, el seminario fue cerrado por los comunistas y Quy tuvo que volver a su casa. Siguió estudiando en una escuela durante dos años y entonces el seminario volvió a abrir, aunque brevemente.



En una entrevista con Catholic Philly, recuerda que “cuando me fui había 300 seminaristas, cuando volví éramos 40”. Aún así, las autoridades comunistas volvieron a clausurarlo, pero en esta ocasión siguió realizando sus estudios eclesiásticos de manera clandestina hasta que la dictadura destapó estsa red.


En 1983 tomó la decisión de escapar de Vietnam, pues sería la única manera de que poder ordenarse sacerdote. Como tantos miles de vietnamitas que huían de la miseria y de la persecución comunista, Quy se embarcó en un endeble bote. “Íbamos 22 personas. Estuvimos en el mar durante cinco días antes de que un avión estadounidense nos viera. Fuimos recogidos por un petrolero, el Aroma, y trasladados a Singapur”, relata el todavía diácono.

De Singapur fue enviado a un campo de refugiados en Filipinas y meses después de abandonar Vietnam llegó a Estados Unidos. En este país su primer destino fue Alejandría, donde estuvo con un sacerdote vietnamita. Solicitó ingresar allí en el seminario pero no fue aceptado.


Después tuvo que trasladarse a Filadelfia, con los padres paúles de Germatown. La orden le aceptó temporalmente pero al cabo de un año le aconsejaron dejarlo hasta que consiguiera un mejor conocimiento del inglés y una mayor inculturación en Estados Unidos.

Por ello, este vietnamita se puso a trabajar limpiando casas mientras intentaba que algún seminario le abriera la puerta. Lo intentó en el de Boston pero tampoco fue aceptado allí.



Ya totalmente desalentado por esta falta de acogida dejó a un lado su vocación al sacerdocio, aunque su fe católica siguió intacta. Se puso a estudiar en la que hoy es la Universidad Thomas Jefferson de Filadelfia y se licenció en Informática, consiguiendo un buen trabajo posteriormente.


En la parroquia a la que asistía en Filadelfia conoció Donna Marie Lodise, la que se acabó convirtiendo a su esposa. Fue muy feliz en su matrimonio pero no pudieron tener hijos. 13 años después su mujer sufrió un cáncer y tras un año en el que él la cuidó día y noche acabó falleciendo en 2014.

A lo largo de los años, y más durante la enfermedad de su esposa, Quy K. Pham había ido alimentando su fe y gran culpa de ello la tuvo su especial devoción a Santa Teresita de Lisieux. Durante sus momentos de oscuridad, confiesa él, pedía ayuda a esta santa y a San Francisco de Asís.

Durante años, este hombre había estado considerando la posibilidad del diaconado permanente, pues además tenía ya realizados la mayoría de los estudios teológicos. Su mujer le animó a esto, y sabiendo que se estaba muriendo le dijo a su marido que siguiera su antiguo sueño de ser sacerdote. Y una vez que su mujer falleció y no tenía hijos decidió intentarlo una vez más.

Así fue como contactó el padre Stephen DeLacy, director de vocaciones de la Archidiócesis de Filadelfia, quien a su vez obtuvo el visto bueno del arzobispo Chaput para que ingresara en el seminario. De eso hace ahora tres años, y en unos días el largo viaje que inició hacia el sacerdocio llegará a su fin.