Leopoldo Abadía se convirtió en la pasada década y ya jubilado en uno de los grandes “gurús de la economía” gracias a su teoría de la crisis Ninja, que explicaba como ningún otro experto en el mundo las causas de la gran crisis económica. Recorrió centros de conferencias, platós televisivos y millones de personas le escucharon.

Ahora a sus 84 años, Abadía presume de ser experto en otras cuestiones más importantes aún, la familia. Este exprofesor del IESE es padre de 12 hijos, abuelo de 48 nietos y acaba de publicar Abuelos al borde de un ataque de nervios (Espasa).

El papel y la importancia del abuelo
En el libro, Abadía, un ferviente católico, explica con su gran sentido del humor y su don de comunicación la importancia de la familia y del papel del abuelo, de la que él tiene ya una dilatada experiencia.

En una entrevista con la Revista Misión, Leopoldo Abadía quita mérito a su teoría de las crisis Ninja y asegura que “en realidad, de lo único que sé es de familia.  De lo otro sé poco. Por eso sé que el abuelo en la familia es importantísimo, porque ha vivido épocas que no volverán, y en las que había valores que hoy se practican poco”.


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Este padre y abuelo afirma ser católico practicante, “pero yo siempre digo que los católicos no practicantes no existen. Si eres católico, eres practicante; si no eres practicante, no eres católico”.

En la entrevista confiesa que “Dios es mi padre, y como es mi Padre, actúo con una libertad tremenda. ¡Soy hijo de Dios, así que me da igual quedar bien o mal ante la gente!”.

Sobre su relación con Él, Abadía explica que “intento trabajar bien, porque me gusta ofrecer a Dios mi trabajo y no quiero darle a mi Padre una chapuza. Cada día le ofrezco también mi vida de familia y una serie de normas de piedad: voy a misa, rezo el rosario, hago un rato de oración…Las cosas normales de un católico. Es lo que mi mujer y yo hemos intentando transmitir a nuestros 12 hijos”.


Para él no hay discusión sobre si compensa el esfuerzo de haber creado una familia tan numerosa. Y con su particular sentido del humor afirma que “ahora me ha dado por decir a mis amigos de la farándula que debería ser obligatorio tener 12 hijos”.

Ya más en serio pone un ejemplo concreto: “En 2012, a mi mujer le diagnosticaron un cáncer en la boca. Fue una operación y un posoperatorio tremendos. En ese momento éramos 70 en la familia…y vinieron los 70. No faltó ninguno. Mis hijas y mis nueras hacían turnos para que siempre hubiese dos personas con mi mujer. Había nietos que venían en el carrito y a los que sus padres traían de Barcelona a Pamplona. ¡Leches! Con tanto cariño, ese verano ya amorticé a los 12”.




Por ello, recuerda que cuando le dicen que hoy no se puede tener hijos, “respondo que nunca se ha podido. ¡Ni uno! Porque un hijo no es una inversión, sino un gasto, y en rigor no lo amortizas nunca. Pero el día que vienen los 12 a cuidar a la madre enferma, te importan tres pitos lo que te hayas gastado”.

Sobre por qué las familias numerosas son ya la excepción, Abadía habla de varios motivos porque “al trabajar el hombre y la mujer es más difícil. También puede haber un tema de egoísmo, y de ambiente, porque tener hijos está mal visto. Pero en realidad, si empiezas a pensar si puedes tener hijos la respuesta es no”.

En el libro, Leopoldo Abadía habla de virtudes y valores y asegura que “estamos en un momento en el que, a pesar de lo que se dice, vivimos muy bien, y necesitamos transmitir  virtudes como la lealtad, la reciedumbre, el trabajo bien hecho, el respeto a la palabra dada…Si no fabricamos merenguitos”.


Por último, explica tres cosas que hacen que una familia funcione:

“Lo más importante es que el matrimonio tiene que hacer el amor todos los días, a todas horas, todos los minutos, todos los segundos. Es decir, que el amor se construye. El año que viene hará 60 años que me casé y no todos los días han sido flores y violas. Por eso el amor hay que construirlo a diario. La segunda es que, en la familia, lo único que hay que hacer es quererse mucho. Y la tercera es que ese quererse mucho hay que concretarlo en detalles de cariño. Estas son virtudes antiguas que los abuelos tenemos que vigilar y, sobre todo, vivir”.