Nabeel Qureshi era musulmán convencido, nacido en una familia de misioneros musulmanes. Investigando sobre la vida de Mahoma, y sobre el cristianismo, sus convicciones se tambalearon. Pidió a Dios señales, y Dios le orientó con sueños y visiones. Dio el paso: se hizo cristiano, y su familia quedó destrozada por eso. Durante varios años predicó a Cristo y su cruz. Este pasado sábado 16 de septiembre murió de un cáncer de estómago, con tan solo 34 años. 


La vida de un hombre se expresa en su máxima autenticidad y en el drama en su muerte, en sus últimos días. Nabeel Qureshi publicó un vídeo el 8 de septiembre, cuando hacía tiempo que los médicos le habían quitado incluso el estómago y ya solo le aplicaban tratamientos paliativos. 

"Como creyente, soy una persona real, ¿dónde puedo encontrar mi fe?", planteaba en el vídeo, en las puertas de la muerte. "¿Tengo que fingir? ¿Tengo que decir: 'ahora voy a tener tal nivel de fe'? Honestamente, creo que no. Creo que Dios me entiende, sabe cómo me encuentro y me acompaña, nos ama y nos da fuerza". 

Esa honestidad combinada con la confianza en Dios es lo que le guió del Islam a Cristo. Su testimonio lo describió en su libro "Seeking Allah, Finding Jesus" ("Buscando a Alá, encontrando a Jesús"). 


La familia de Nabeel Qureshi pertenecía a la tribu Qureshi, descendientes de la tribu Quresh, la de Mahoma, señaló. Su abuelo y bisabuelo habían sido misioneros musulmanes en Indonesia y en Uganda. Su familia había llegado de Pakistán a Estados Unidos, donde él nació y creció. 

"Cada día me sentaba con mi madre, que me enseñaba a recitar el Corán en árabe. Cinco veces al día me colocaba tras mi padre, que dirigía la oración conjunta en familia. A los cinco años, había recitado ya todo el Corán en árabe y había memorizado los últimos 7 capítulos. A los 15 años, había memorizado los últimos 15 capítulos del Corán en árabe e inglés. Cada día recitaba incontables rezos en árabe, dando gracias a Alá por el nuevo día, al despertar, invocando su nombre antes de caer dormido". 

En el instituto, el joven Nabeel ya sabía descolocar a todos sus compañeros cuando hablaban de religión. "Jesús rendía culto a Dios, ¿cómo es que tú rindes culto a Jesús?", le planteaba a jóvenes cristianos. "Jesús dijo 'el Padre es mayor que yo', ¿cómo puede ser él Dios?", añadía. O les preguntaba por la Trinidad. Los cristianos solían decir, simplemente, "es un misterio". No sabían defenderse ni explicarse y él se reía de ellos. 

"Me sentía confiado en la verdad del Islam, me daba disciplina, propósito, moral, valores familiares y una clara dirección en el culto. El Islam era mi identidad y la amaba".


Pero en su primer año de universidad conoció a un compañero de estudios cristiano, David Wood, inteligente, lector diario de la Biblia, que era capaz de responder a sus preguntas. Y cuando no era capaz, decía "lo investigaré", y le dedicaba tiempo, a él y a sus retos. ¿Eran fiables los Evangelios? ¿Murió y resucitó Jesús? ¿Cómo entender la Trinidad? 

Nabeel respetaba la pasión de David por su fe y por Dios. Se hicieron amigos, estudiaban juntos, debatían sin cesar. David le dedicaba tiempo, amistad, respeto, le retaba intelectualmente. Y pasados 3 años, Nabeel fue convenciéndose de que los Evangelios eran textos fiables y que, efectivamente, Jesús murió en la cruz (el Islam dice, como algún apócrifo tardío, que no fue él, sino un sustituto), que Jesús sí resucitó y que sí afirmaba ser Dios. 


David entonces animó a Nabeel a hacer la prueba inversa: someter la vida de Mahoma y el Corán a una investigación histórica. Después de todo, ¿acaso no creía él en su religión sólo por lo que le habían enseñado sus padres y parientes, sin investigarlo?



"Cuando leí las fuentes, encontré que Mahoma no era el hombre que yo pensaba. La violencia y la sensualidad brotaban de las páginas de sus biografías más antiguas, las historias de la vida del hombre que yo reverenciaba como el más santo de la historia. Impactado por lo que descubría, empecé a buscar una defensa en el Corán. Pero allí mis cimientos se hundían igual de rápido. Yo confiaba en su conocimiento milagroso y preservación perfecta como signo de que estaba inspirado por Dios, pero ambas cosas fallaban".


Nabeel entonces colocó un Corán y una Biblia sobre una mesa y empezó a orar pidiendo a Dios que le guiase. Y lo hizo cada día, durante una año. "Dime quién eres. Si eres Alá, muéstrame como creer en ti. Si eres Jesús, dímelo. Seas quien seas, te seguiré, a cualquier coste", rezaba. 

Dios respondió, como a muchas otras personas (vea más casos aquí), con una visión y tres sueños. Nabeel explica el segundo, el más poderoso y expresivo. Veía una hermosa boda a través de una entrada muy estrecha. Quería entrar pero no podía, porque tenía que aceptar una invitación de boda de su amigo David y no lo había hecho. Cuando despertó, sabía lo que quería decir Dios. Pero lo vio confirmado cuando después encontró en la Biblia la parábola de la puerta estrecha, en Lucas 13,22, que no conocía. "Dios me indicaba dónde estaba yo". 


Pero ¿cómo dar el paso al cristianismo? No solo su familia se entristecería: todo el honor del clan quedaría hundido, toda la familia quedaría sin honor ante el resto de los musulmanes. "Mi decisión no solo me destruiría a mí, sino también a los que me amaban, los que se habían sacrificado tanto por mí". 

Miró el Corán, lo abrió, buscó orientación en él. "Por primera vez el libro parecía completamente irrelevante a mi sufrimiento, irrelevante para mi vida, era como un libro muerto".

Después empezó a leer abriendo por el Nuevo Testamento. Enseguida leyó: "Bienaventurados los que sufren, porque ellos serán consolados". Y después, en Mateo 10,37: "Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí". 

Nabeel pensó: "Pero, Jesús, aceptarte es dejarlo todo, es como morir". 

Y la Biblia respondía, en los siguientes versículos: "Quien no toma su cruz y me sigue no es digno de mí, quien ha encontrado su vida la perderá, y quien la pierde por mí la encontrará". 

"Era una llamada a morir. Me arrodillé al pie de mi cama y entregué mi vida. Pocos días después, las dos personas que más amaba quedaban sacudidas por mi traición, Aún hoy mi familia está rota por la decisión que hice, y es muy doloroso cada vez que veo el precio que he pagado". 


Y sin embargo, escribe Nabeel: Dios me alcanzó, en investigaciones, sueños y visiones y me llamó a la oración en mi sufrimiento. Ahí encontré a Jesús. Seguirle vale dejarlo todo". Eso fue lo que predicaría a muchos, con valor, hasta su muerte a los 34 años.