Philippe Guillard es un ingeniero francés que se consideraba ateo y racionalista y había cerrado la puerta firmemente a la religión. Pero hace pocos años, una experiencia mística fulminante cambió su vida. Ha detallado su historia de conversión desde el ateísmo con 53 años en su libro de 2020 Et le Ciel s'ouvert.

Una familia apenas católica

De niño hizo la Primera Comunión, si bien en catequesis no entendió casi nada. Su familia era sólo vagamente católica, no hablaban de religión y no iban a misa. Él tenía 11 años, le habían dicho que la comunión era algo "muy especial", y cuando llegó el día le decepcionó que no pasara nada extraordinario.

Después estudió en París ingeniería, física, matemática... "Siempre tuve el deseo de entender cómo funciona el mundo", explica entrevistado en KtoTV. Hace más de 25 años que trabaja como ingeniero.

Desde joven se consideró un racionalista. En un texto en L'1visible lo explica así: "Como ingeniero, con una mente llena de deseos de comprender el mundo en el que vivía, creía que la ciencia podía explicarlo todo. Creía que se podía controlar todo, incluso la propia vida, como un hombre del mundo actual, que cree en la importancia de los valores de la productividad, la competencia y la rentabilidad. Estos valores no dejan espacio para Dios. Pero tenía algo precioso dentro de mí: el deseo, un deseo sincero y un espíritu correcto".

La grandeza de las estrellas

Le encantaba mirar las estrellas, disfrutaba con la astrofísica, quería "descubrir lo infinito, el mundo alrededor de lo cotidiano".

"Apuntar el telescopio a Saturno, ver el cielo... era algo mágico, no era como ver fotos o documentales. Probablemente fue mi primera experiencia espiritual", señala.

La enormidad del universo, comparada con la pequeñez del ser humano, le fascinaba y le causaba "un vértigo".  Y a partir de los 22 o 24 años, ese vértigo se fue convirtiendo en una pasión por buscar y entender la belleza.

La poesía de Breton, el psicoanálisis de Jung

Estaba instalado "en un racionalismo, una especie de ateísmo, pensando que podía explicar el mundo con la ciencia, pero en paralelo yo sentía una frustración mal definida".

Esta frustración y este deseo de belleza los exploraba leyendo y escribiendo poesía. Le inspiraba especialmente la poesía del surrealista francés André Breton.

También exploraba en el psicoanalismo, especialmente el de Carl Gustav Jung, con sus ideas sobre el inconsciente colectivo.



Philippe Guillard, ingeniero, habla de la experiencia mística por la que dejó de ser ateo

Todas estas influencias se combinaban en una convicción: la vida era algo extraordinario, una maravilla. Y él quería explorarla buscando su belleza. "Yo entonces no me daba cuenta, pero en esa búsqueda de belleza estaba Dios llamando", considera Guillard. Le tocó poderosamente, por ejemplo, la belleza del monasterio románico de Ganagobie, en Provenza.

Sin embargo, estaba cerrado a la Iglesia o la religión. El hijo de unos amigos de sus padres, en "un golpe de fe", había entrado en una comunidad religiosa esos días, para asombro de todos. Sus padres lo vivían como un drama, lo veían todo negro. "Y yo me dije muy claramente: no, yo nunca lo haré. Cerré firmemente esa puerta". Tenía muy claro que él había cerrado la puerta al catolicismo, al cristianismo e incluso también a otras espiritualidades, como el budismo.

La tarde de Nochebuena

Llegó el día que lo cambió todo. Estaba con su amiga Jeanne en el día de Nochebuena. Paseaban por París, con toda la ciudad enguirnaldada.

Compraron adornos y comida, fueron a casa, adornaron el lugar, prepararon una cena especial.

Y antes de sentarse, ella dijo, con firmeza y autoridad: "No te sientes, que ahora te llevaré a misa". Él estalló en carcajadas y se sentó. Entonces notó, asombrado, que ella, que no era creyente en absoluto, hablaba en serio e insistía. ¡Iban a ir a misa! Jeanne no creía en Dios , pero consideraba que la misa de Nochebuena formaba parte del ritual navideño para hacer que fuese un día especial.

En la calle hacía frío y llovía y Philippe no tenía ninguna gana de ir, pero accedió.

Una experiencia mística: un minuto radical

"Llegamos a la iglesia. Eran las ocho y media. Abrimos la puerta. Estaba muy iluminada y al instante el órgano empezó a sonar. En ese momento mi espíritu quedó teñido de azul. Quedé absolutamente atrapado en ese azul, un azul extraordinario, un azul iluminado desde el interior, que nunca había sentido. Y un minuto más tarde yo era creyente, católico, y sabía que era católico", explica en KtoTv.

Vivió toda la misa exultante, lleno de gozo, "una alegría que no había conocido antes, y completamente entregado, abandonado", recuerda.

"Supe en mi corazón que Cristo era lo que había dicho en el Evangelio: el camino, la verdad y la vida. Por increíble que sea, conocí a una persona real, Cristo. No es una idea o un concepto. Es invisible, puro espíritu, pero es una persona con la que se entra en relación", escribe en L'1visible.

Creciendo de la mano de Santa Teresita

Durante los dos años siguientes, se abrió a Dios y se encontró acompañado, con gran cercanía, ternura y suavidad, por Dios, por la Virgen y por santa Teresita de Lisieux, "una santa de la que no sabía nada". La conoció "por sorpresa" en una experiencia mística un 8 de abril. Luego supo que ella entró en el Carmelo precisamente un 8 de abril. Teresita le enseñó a abandonarse en Dios y dejarse modelar por Él.

Guillard pudo decirle a Dios: "sí, Señor, me abandono a ti, reconozco que soy plenamente tu hijo y tú eres mi Padre". Ahí, dice, se inició una vida espiritual verdaderamente interior, en la que sigue creciendo, en la Iglesia, profundizando en la espiritualidad carmelita.

En septiembre de 2018 publicó su testimonio detallado en el libro Et le Ciel s'est ouvert (Y el cielo se abrió) en Editions Beatitudes.

Philippe Guillard cuenta su testimonio en Kto TV (en francés)