La del padre Paul Chanh es ciertamente una vocación probada, tanto por la persecución como por el tiempo. El poder ser sacerdote fue algo que se le resistió durante muchos años. Durante 17 años se vio obligado a esperar como diácono hasta que por fin pudo celebrar su primera Eucaristía.

Nacido en Vietnam quería ser sacerdote desde niño pero este sueño tardaría mucho tiempo en poder cumplirlo, mucho más de lo que hubiera deseado. “Entré en el seminario hace mucho tiempo, cuando tenía 11 años, primero en el seminario menor en 1961 y luego terminé Teología y Filosofía en Vietnam”, cuenta a Catholic Leader.


Sin embargo, cuando estaba ya cerca de ser ordenado ocurrió algo que no esperaba y que le hizo ser probado por Dios durante años. El padre Chanh  recuerda que “cuando los comunistas se apoderaron de mi país, no me permitieron ser sacerdote”.

En ese momento ya era diácono de la Iglesia Católica, una condición que normalmente dura tan sólo unos meses antes de la ordenación. Pero él tuvo que esperar 17 años.


Durante años permaneció en el Vietnam comunista con la esperanza de que de alguna manera podría ordenarse pero tras resignarse de que no sería posible intentó huir del país. Como tantos otros compatriotas se embarcó en un frágil bote sin saber si sobreviviría ni cuál sería su destino final.

Al final acabó llegando a la costa de Malasia en 1989. “Me escapé de Vietnam, llegué a Malasia y me quedé en un campo de refugiados como diácono”. Así estuvo durante casi cinco años puesto que además en este campo había un gran número de católicos que necesitaban algún tipo de cuidado espiritual.


En frágiles barcas como las de la imagen, miles de vietnamitas, entre ellos el padre Chanh, huyeron del régimen comunista


Precisamente, esta falta de atención espiritual que había en aquel campo  sería la que con el tiempo propiciase su ordenación sacerdotal. De manera rápida y casi sin darse cuenta  le dijeron que sería sacerdote.

Ese ansiado día llegó el 29 de marzo de 1992 cuando el que era entonces arzobispo de Kuala Lumpur, Anthony Soter, primer cardenal de Malasia, le ordenó en una curiosa ceremonia que se celebró en el propio campo de refugiados.

El ya padre Chanh tenía entonces 41 años y estaba en Malasia cuando debería haber sido ordenado en Vietnam con 24 años.


Pero Dios quería que este sacerdote siguiera con su viaje y acabó llegando a Australia, concretamente a la Diócesis de Brisbane, en la que ha permanecido durante todo este tiempo y donde acaba de cumplir sus bodas de plata sacerdotales.

Un cuarto de siglo después de que recibiese el orden sacerdotal en Malasia, el padre Chanh sigue con su espíritu de “ayudar al pueblo”, un ministerio que aprendió muy bien durante aquellos años entre los pobres y refugiados en los que la gente necesitaba una palabra.


Ahora, retirado de ocupaciones principales atiende como capellán a los ancianos de una residencia. “Estoy feliz”, asegura él, pues ha aprendido a valorar lo que tiene.

Al igual que ocurrió con otros muchos refugiados que huyeron de Vietnam habla con convencimiento de que “si dejo todo en las manos de Dios, Él proveerá”.

“Estaba en el seminario en Vietnam y quería ser sacerdote en Vietnam, pero Dios quería otra cosa para mí”, aseguraba este sacerdote, que tras discernir vio que lo mejor es “dejar todo en las manos de Dios”.