En 1879 la Virgen se apareció en Knock (Irlanda) y lo hizo a 15 personas. La más joven de ellas era el pequeño John Curry, de tan sólo cinco años. Era pobre en Irlanda y emigró a Estados Unidos donde murió también pobre. Y ahora el cardenal Dolan ha querido reconocerle, tras buscar su cuerpo, que estaba en una lapida sin nombre. Cari Filii News recuerda la historia de este humilde vidente:

John Curry vio a la Virgen cuando tenía 5 años. Y a San José. Y a San Juan Evangelista. Los vieron él y otros 14 paisanos. Fue en su pueblo, en Knock, Irlanda.

Después, a los 25 años emigró, trabajó en Estados Unidos de obrero ferroviario. Luego, ya con más de 60 años, estaba acogido en una casa de las Hermanitas de los Pobres, y ayudaba en misa. También era el encargado de recoger el comedor cada día.

-Vaya, veo que usted se llama John Curry y es irlandés… ¿No conocerá Knock, donde la Virgen se apareció? ¿No conocerá al John Curry que se le apareció la Virgen? –le preguntó una Hermanita, que estaba leyendo sobre la aparición.

-Ese John Curry es el que ayuda en misa, con usted, cada mañana en esta casa – respondió Curry, que luego lo escribió en una carta, divertido.


John Curry, ya mayor en Nueva York


John Curry, el niño que vio a la Virgen, murió en 1943, con 68 años. Era el último de los videntes de Knock. Nació pobre, vivió pobre y murió pobre. Lo enterraron en una fosa sin lápida, en un cementerio comunal propiedad de las Hermanitas de los Pobres en Long Island.

Hace un par de años, en 2015, el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, visitó en Irlanda el santuario de Knock (www.knockshrine.ie), que recibe peregrinos cada día. El rector, Richard Gibbons, le explicó que en su diócesis, en Nueva York, estaba oculta y sin marcar, la tumba del último de los videntes, el más pequeño.

Entonces el cardenal Dolan, de vuelta a Nueva York, hizo localizar el lugar, desenterrar al vidente y enterrarlo con honores este 13 de mayo de 2017, mientras el Papa Francisco canonizaba a otros dos niños videntes, Francisco y Jacinta Marto, los videntes de Fátima.

El re-entierro de John Curry contó con el cardenal, otros dos obispos, una veintena de sacerdotes, asociaciones de católicos irlandeses como la Antigua Orden de Hibernios (www.aoh.com), peregrinos llegados de Irlanda y de Knock… Ahora descansa en la Basílica de Saint Patrick (Antigua Catedral), con una lápida que lo señala en granito negro y azul como “Testigo de la aparición de Knock”.

John Curry no hablaba casi nunca de aquel día único, increíble, inolvidable y lluvioso, el 21 de agosto de 1879. A menos que le preguntasen: entonces respondía a las preguntas. Un primo que lo visitó ya mayor lo describió como “un hombrecito bueno, respetable”, que disfrutaba hablando de su juventud e infancia en Irlanda. Una de las Hermanitas que vivían con él lo describió como “muy cándido”, “si hacía algo mal, era el primero en decírtelo”.


A los pocos días de la visión en Knock, en 1879, la Iglesia investigó el caso. Quince parroquianos decían haber visto en la pared externa de la parroquia, bajo la lluvia, una luz, y en ella la Virgen, que miraba hacia el Cielo y, a su lado, San José y San Juan Evangelista. La testigo de mayor edad era una señora de 74 años. John, de cinco, era el más joven. Su primo, de 11 años, lo había levantado sobre una valla para que pudiera verlo. La aparición duró dos horas.

En la comisión investigadora inicial entrevistaron al pequeño y tomaron nota: “El niño dice que vio imágenes, imágenes bonitas, la Santa Virgen y San José. No podía afirmar más que vio las imágenes bonitas y la luz, y escuchó que la gente hablaba de ellas, y subió sobre el muro para ver las cosas bonitas y la luz”.

Su testimonio y el de los otros testigos convenció a la comisión y a la Iglesia: Knock se convirtió en lugar de peregrinación aprobado.

Pero casi seis décadas después, en julio de 1937, al otro lado del Atlántico, John recibió en la casa de las Hermanitas una citación de un tribunal eclesiástico neoyorquino, para ir a dar testimonio sobre el caso otra vez.

– ¿Es usted el John Curry que se menciona por haber sido testigo presencial de la supuesta aparición de la Virgen María en la iglesia de Knock ese día? – preguntó el tribunal.

– Sí, señor, yo soy ese mismo John Curry.

Y explicó su testimonio, con más detalles. En la visión vio un altar, y un cordero, aunque no recordaba si el cordero estaba en el altar o en brazos de San José. San José tenía bigotes, y San Juan tenía un libro.


Dijo que lo recordaba “como si fuera anoche”. Que sí había leído el testimonio de otros testigos, pero que él hablaba “de lo que tengo en la cabeza”. “Me pareció que las imágenes estaban vivas, pero no hablaban. Una de las mujeres allí, Bridget Trench, besó los pies de la Santa Virgen y trató de abrazarlos, pero no había nada allí, solo la imagen. Yo la vi hacer eso. Las figuras eran de tamaño real y las recordaré hasta la tumba”, declaró.

También declaró: “Tengo una gran memoria, la hermana se lo puede decir. Y nunca he estado enfermo en mi vida, la única vez que pagué a un doctor fue para que me quitaran un diente”. Sin embargo, el hecho de vivir con las Hermanitas de los Pobres indica que a los 62 años ya no estaba muy bien de salud. De hecho, moriría 6 años después.


El lugar de la aparición, en la pared de la parroquia de Knock, en 1880, al año siguiente de producirse el hecho


Knock es una aparición peculiar: muchos testigos y ningún mensaje. La Virgen va acompañada, de su esposo y de su hijo-tutor, Juan, el nuevo hombre de la casa, entregado por Jesús al pie de la Cruz:  “hijo, ahí tienes a tu Madre; Madre, ahí tienes a tu hijo”, le dijo. Durante dos horas, bajo la lluvia, ellos estuvieron allí.

Sin hablar. ¿Sin mensaje?

En el santuario de Knock explican que el mensaje no son palabras, el mensaje es la presencia. Con su presencia dicen “estamos aquí, estamos con vosotros”. Una familia peculiarísima: José, Juan, María… que dio consuelo con su presencia a los campesinos irlandeses pobres de 1879 y puede dar consuelo a las extrañas familias recompuestas o desmanteladas de este siglo XXI. Estando ahí, bajo la lluvia, sin palabras. Para quien los contemple.