Sor Mara Grace es una monja estadounidense que en estos momentos es la directora de vocaciones de las Dominicas de la Congregación de Santa Cecilia, conocidas como "Dominicas de Nashville”. Estas religiosas se han convertido en un referente no sólo en EEUU sino también en Europa, de donde también reciben vocaciones. Con un convento repleto de novicias y con más de 300 monjas, la edad media de la congregación se sitúa en los 40 años.

Mara Grace es una parte fundamental en este gran movimiento vocacional de la congregación, por lo que es interesante conocer cómo nació su propia llamada a la vida consagrada.

Dios quiere cumplir los deseos de tu corazón”. Este es el mensaje –cuenta Sor Mara Grace- que “se quedó conmigo después de asistir a un retiro cuando era adolescente y que siguió resonando en mi alma mientras discernía mi vocación”.

Ahora, como responsable de vocaciones, afirma que “mirando hacia atrás me doy cuenta de que a lo largo de mi discernimiento el Señor continuó revelándome los verdaderos deseos de mi corazón”. Y esta experiencia propia le sirve ahora para ayudar a discernir a las decenas de jóvenes que siguen llamando a la puerta de su convento en Nashville.

El primer cuestionamiento interior

“Tuve la suerte de crecer en una familia amorosa y presenciar un hermoso matrimonio. Ver el amor de mis padres el uno por el otro y por el Señor naturalmente me hizo soñar con un futuro esposo y mi propia familia”, relata a Catholic News Service.

Un elemento fundamental en su camino vocacional se produjo cuando para su “sorpresa”, siendo ella adolescente, su hermano mayor anunció a la familia que Dios le estaba llamando a ser sacerdote.

“Me quedé atónita”, reconoce Mara Grace, porque “en ese momento, los únicos sacerdotes que conocía tenían más de 60 años, así que no me daba cuenta todavía que los hombres se unieran al sacerdocio. Así que imaginé que debía haber algo mal con mi hermano”.

Sin embargo, dos años más tarde cambió completamente de opinión. “Cuando presencié su primera profesión de votos y especialmente la postración ante el altar supe en el fondo de mi corazón que mi hermano estaba respondiendo a entregar su vida”, agrega.

Además, la “alegría manifiesta” de su hermano también le ayudó a ver que sólo un amor verdadero hace que uno ofrezca así su vida entera. Por ello, afirma que este hecho “despertó en mi corazón un profundo deseo de hacer algo radical por Dios”.

“Este deseo siguió resonando en mi corazón mientras el Señor me atraía hacia él a través de los sacramentos, la adoración eucarística, la catequesis y las buenas amistades. Mis prioridades comenzaron a cambiar y mi enfoque cambió”, explica esta dominica.

Su perspectiva sobre la vida cambió. Si antes cualquier decisión se basaba en la pregunta “¿qué quiero?” ahora lo hacía en oración con un “Señor, ¿qué quieres?”.

La visita a las dominicas de Nashville

De este modo, Sor Mara recuerda que su “primer encuentro con la vida religiosa fue durante mi primer año de secundaria. Mi padre me habló sobre un retiro que estaba teniendo lugar en la casa madre de las Hermanas Dominicas de Santa Cecilia en Nashville, Tennessee. Al principio me intimidaba la idea de pasar tiempo en un convento. Pero decidí llamar a la directora de vocaciones para preguntar sobre el retiro. La agradable voz y la cálida personalidad de la hermana me dieron el valor para inscribirme”.

Su experiencia en aquel retiro fue una “gracia tremenda”. Allí descubrió que las monjas “estaban llenas de alegría y vida” y le impresionó que “cada hermana fuera ella misma, con su propia personalidad y sus dones, y que cada hermana poseyera una libertad inconfundible. Al final del retiro quería ser religiosa”.

Pero una vez volvió a su casa ese deseo “se desvaneció” o “pareció hacerlo” por su sueño de ser esposa y madre en el futuro. Sor Mara recuerda que cuando su último año de instituto y tenía que tomar una decisión con su vida “decidí ir a la universidad y dejar la cuestión del discernimiento en un segundo plano”.

Estudiaba en una pequeña universidad católica y allí también fue profundizando en su relación con Dios y la fe tanto en las clases como en la vida universitaria. De aquellos años, la ahora monja evoca lo “maravilloso que fue estar rodeado de la fe, y de hecho, durante mi segundo año me sorprendí cuando comencé a sentirme inquieta”.

“No estaba seguro de cuál podría ser la fuente de esta inquietud, pero sabía que necesitaba un cambio. Decidí cambiarme a una universidad diferente, pero ese verano el pensamiento de la vida religiosa siguió aflorando. Al acercarme más a Cristo en la universidad, había comenzado a aprender más profundamente cómo escuchar su voz, y no podía negar que me estaba invitando a considerar la vida religiosa nuevamente”, explica Sor Mara.

"No puedo imaginar mi vida de otra manera"

Entonces decidió acudir nuevamente al convento de las dominicas de Santa Cecilia en Nashville. Afirma que allí recibió “la gracia de comprender mejor mis deseos” y vio claro que “Cristo me invitaba a entregarme sólo a Él”.

Por ello, esta religiosa asegura que “esta comprensión me dio tanta alegría que se convirtió en una fuente de paz. Entré en Santa Cecilia como postulante ese verano. Ahora, después de 14 años como hermana dominica, no puedo imaginar mi vida de otra manera”.

“En su voluntad, al permitir que sus deseos sean nuestros, ¡está nuestra paz!”, concluye.

(Publicado originariamente en ReL el 16 de noviembre de 2020)