La noticia de la próxima beatificación de Juan Pablo I ha dado la vuelta al mundo. Este miércoles la Santa Sede publicaba los Decretos de la Congregación para las Causas de los Santos en el que destacaba el del Papa Luciani, que apenas pudo sentarse en la cátedra de Pedro durante 33 días.

Pero para esta beatificación ha sido necesario un milagro atribuido a su intercesión. Y ahora se conoce mucho más de la persona que ahora vive feliz gracias a Juan Pablo I. La niña argentina de la que los medios de comunicación hablaban este jueves es Candela Giarda, una joven ahora de 21 años y que junto a su familia ha relatado cómo vivió aquel momento en el que pidieron la intercesión al futuro beato.

Natural de la ciudad de Paraná, capital del estado de Entre Ríos, donde residía con su familia en el humilde barrio de Bajada Grande. La historia se remonta a 2011 cuando Candela viajó 500 kilómetros en ambulancia hasta la Fundación Favaloro (Buenos Aires). Sufría una encefalopatía grave e iba intubada. Junto a la pequeña iban en aquel viaje su madre, Roxana Sosa, un médico y una enfermera.

Candela hizo una vida normal hasta los 10 años, que fue cuando se enfermó. Empezó con dolor de cabeza. Yo pensaba que era porque necesitaba anteojos. La llevé al consultorio del pediatra y del oftalmólogo, pero nadie sabía decir qué tenía, porque el único síntoma era el dolor de cabeza. A la semana, Cande comenzó a desmejorar, hasta tener vómitos y fiebre. Cuando la llevé a la guardia, me dijeron que estaba incubando un virus. Cada vez iba empeorando más, hasta que en la madrugada del 27 de marzo de 2011 la llevé al hospital pediátrico de Paraná y quedó internada en terapia. En pocas horas pasó a estar en coma, con respirador. Tenía convulsiones y probaban con distintos anticonvulsivos, pero nada funcionaba”, cuenta su madre en una entrevista con Infobae, el medio que ha puesto rostro a este milagro.

Roxana confiesa que angustiada había ido de hospital en hospital y de médico en médico buscando ayuda para su hija sin que nadie supiera darle explicación alguna. Le hicieron electroencefalogramas, placas, resonancias, tomografías… pero no lograban saber qué rara enfermedad aquejaba a la pequeña. Años después supieron que la patología se llamaba Fires, una enfermedad rara que afecta a una persona entre un millón y que casi siempre provoca la muerte del paciente.

Lejos de mejorar, en Favaloro –cuenta su madre- “Cande empezó a empeorar. No tenía expectativas de vida. Hasta me llegaron a decir que volviera a Paraná para que muriera en mi casa”. La única esperanza que le dieron los médicos era que en el improbable caso de que sobreviviera la niña quedaría ciega y en estado vegetal.

Entonces llegó la noche oscura. Nunca olvidarán la fecha. Fue el 22 de julio de 2011. La doctora entró en la habitación y dijo a la mare: “no podemos hacer nada más por ella, Cande se muere esta noche”.

En cuanto le dieron esa noticia, Roxana se fue rápidamente a la iglesia situada junto al hospital a la que acudía cada día a rezar. Allí había conocido al padre José Dabusti. “Aquella noche fui –relata la madre- y le pedí que fuera a verla. Cuando se acercó a la cama de Cande, rezó y me indicó que pusiese las manos arriba de ella y se la encomendó a Juan Pablo I”.

Ni Roxana ni Candela sabían nada de Juan Pablo I, pero la madre, desesperada, confió ciegamente en este sacerdote e hizo lo que le dijo: rezar a este Papa para que intercediera por su hija. Allí se quedó horas a los píes de la cama junto a su hija esperando a que falleciera. Pero ese momento no llegó.

De manera repentina, apenas unas horas después de que oraran al Papa Luciani, Candela empezó a evolucionar de manera favorable. Ni enfermeras ni médicos daban crédito a lo que veían sus ojos. Y así fue mejorando hasta incluso dejar la unidad de cuidados intensivos.

“Los milagros existen, y yo lo vi con Cande”, afirma convencida su madre en la entrevista con Infobae. A sus 21 años, esta joven afirma que no recuerda absolutamente nada de lo que pasó aquel día. En la actualidad no toma ningún tipo de medicación y lleva una vida normal estudiando en la universidad e incluso llevando un pequeño negocio de venta de miel.

La otra persona clave en esta historia es el padre José Dabusti. Y la pregunta que surge es: ¿por qué encomendó a Candela a Juan Pablo I? “Más que devoción, yo le tengo mucho cariño a Juan Pablo I, que es un Papa desconocido”, explica el religioso.

Candela, el padre José Dabusti y Roxana Sosa, madre de Cande

De este modo, confiesa que “cuando tenía 13 años, me impactaron su imagen, su sonrisa, su humildad. Dije ‘vamos a rezarle a él’ y al otro día hubo una mejoría inexplicable de Candela”.

Él sabía que era una gracia especial, que era un milagro, pero no sabía qué debía hacer. El padre Dabusti escribió una carta al Papa Francisco en la que le contaba qué había pasado. Se la envió a través de su hermano, que debía viajar a Roma.

El religioso asegura que “mi hermano se la dio en mano. Un tiempo después me llamaron a la parroquia desde el Vaticano. Era un obispo que me hablaba en italiano y me decía que tenía en sus manos el caso. Me dijo que hiciera un ‘racconto’ de la historia y que además debía recopilar el material del caso. Desde Roma solicitaron la máxima precisión sobre la clínica y la epicrisis, con el detalle de la situación de Candela, puntualmente de los cuatro días previos a que rezáramos a Juan Pablo I”.

El proceso fue siguiendo su curso y este miércoles vio la luz con el milagro aprobado por la intercesión del “Papa de la sonrisa” con la curación de Candela. Y gracias a ella él será en breve beatificado.