El pasado 16 de abril de 2016 murieron bajo los escombros de las Siervas del Hogar de la Madre en Playa Prieta (Manabí, Ecuador), a causa del terrible terremoto que asoló el país, cinco jóvenes que se encontraban en las primeras etapas de su formación en esta comunidad.

La más joven tenía tan solo 15 años, las mayores 23.


"Con toda generosidad habían dado su sí a Dios, a pesar de las luchas y las dificultades de cada una. En ellas hemos visto cumplirse aquello que decía Santa Teresita del Niño Jesús, que el amor puede suplir una larga vida”, explica un comunicado de las Siervas del Hogar de la Madre.

De las cinco jóvenes fallecidas, tres eran candidatas a entrar en la comunidad: María Augusta, Jazmina y Mayra. Una de ellas, Valeria, era demasiado joven para entrar de candidata cuando lo solicitó, ya que las candidatas deben tener al menos dieciséis años cumplidos y el permiso de sus padres mientras son menores de edad. Por eso Valeria no pudo entrar como candidata, sino que entró como aspirante con 14 años.

Caso especial es el de Catalina, que todavía no era oficialmente Sierva del Hogar de la Madre, aunque había pedido ya la entrada y había sido admitida. Por eso la consideramos una candidata más.

(El relato de cómo murieron, aquí)


Días antes del terremoto, Playa Prieta había sufrido unas gravísimas inundaciones. El agua enlodada llegaba hasta más arriba de la cintura.

Las hermanas de la comunidad de Chone, también en la región de Manabí, informaban de los destrozos de las inundaciones en Playa Prieta: “Las pérdidas van a ser muchas. Rezad por la gente, por los pobres. Ahora mismo ellas están sin luz, pero estamos en contacto con ellas. Las hermanas están bien. Solo preocupadas por la gente”.

Las hermanas y las candidatas pasaron esos días previos al terremoto y a su propia muerte, completamente entregadas en aliviar los sufrimientos de tantas familias que – como consecuencia de las inundaciones – lo habían perdido todo.

"Ayer estuvieron repartiendo comida a algunas familias", explicaban las hermanas de Chone el día 14 acerca del trabajo de las chicas en Playa Prieta. "Hemos quedado en que iban a hacer un recorrido por el pueblo para ver qué necesidades hay y poder llevar mañana un cargamento desde aquí”.

La Hermana Estela, española, superiora de la comunidad, cuando pudo comunicarse con la superiora general en España, le comentaba: “Puedes estar orgullosa de las candidatas. Están trabajando como auténticas Siervas”.

"Así encontró el Señor a estas jóvenes generosas y alegres: con las manos llenas de buenas obras en favor de sus hermanos necesitados, perfumadas por el olor del sacrificio, de la entrega y del olvido de sí mismas", constata la comunidad en un comunicado que repasa las figuras de las más jóvenes. 




Jazmina nació el 9 de febrero de 1994 en Chone, en la provincia de Manabí (Ecuador). Estudiaba Trabajo Social en Portoviejo (Ecuador), y vivía con las otras candidatas y residentes en la Residencia de Estudiantes del Hogar de la Madre.

Jazmina tenía una gran valentía para dar testimonio de su fe y defenderla en cualquier situación. Nunca se echaba para atrás cuando se trataba de defender al Señor, incluso ante profesores y compañeros de clase.

Era una chica muy alegre y expresiva. Cuando comenzó a descubrir su vocación, tuvo que trabar una fuerte batalla interior antes de responder a la llamada de Dios. Finalmente entró como candidata el día 20 de abril de 2015, en una peregrinación a un lugar mariano en la Serranía de la provincia de Cuenca (Ecuador).

Las hermanas recuerdan un enorme sacrificio que realizó poco antes de entrar como candidata. Cada tres o cuatro meses, las hermanas organizan una semana de misiones para entrar en la selva amazónica, en el Puyo, en el Oriente ecuatoriano. El objetivo es evangelizar a los indios shuar, que están recibiendo ahora las primeras noticias acerca del Reino de Dios.

A Jazmina se la avisó de que si iba era para ayudar y para hacer todo lo que se le dijera sin quejas. Ella aceptó y decidió ir. Hay que señalar que Jazmina aborrecía la suciedad. Era incapaz de beber de un vaso en el que hubiera bebido otra persona, ni aunque fuera su misma madre. No se le escondía que en la misión tendría que esforzarse mucho en este sentido. Cuando uno llega a un poblado shuar, lo primero que se le ofrece al recién llegado es un vaso de “chicha”. La “chicha” es una bebida realizada con yuca.

La yuca primero se cuece para reblandecerla. Después, las ancianas de la comunidad mastican la yuca y la escupen en un caldero que van removiendo con sus propias manos. La operación se repite una y otra vez hasta alcanzar la consistencia adecuada. Se deja fermentar hasta el día siguiente y entonces ya se puede consumir. Forma parte de la alimentación básica de los “shuares”, que la ofrecen a sus visitantes como muestra de acogida y hospitalidad. Rechazarla significa rechazar su amistad. Por eso, el misionero se tiene que tragar la repugnancia instintiva que le provoca y beberla con gesto amable. Es el primer paso para que el Evangelio pueda ser anunciado en un poblado Shuar.

Las hermanas y los jóvenes acompañadas por un sacerdote y algún médico, realizaron una larga marcha atravesando la selva con el barro por las rodillas hasta alcanzar el poblado shuar al que querían llegar. Al llegar, fueron acogidos por los indígenas, que les invitaron a sentarse y descansar. Al momento llegaron las mujeres trayendo la chicha. Jazmina no solo se bebió su vaso sin decir una sola palabra, sino que al ver que su compañera lo estaba pasando mal y que la fuerza de las arcadas le impedía seguir bebiendo, tomó el vaso de la amiga y se lo bebió también. Con el rostro sereno, sin hacer ningún tipo de aspaviento. Al terminar el acto de acogida tampoco hizo ningún comentario sobre el esfuerzo que le habría – sin duda – supuesto.



María Augusta nació el 22 de julio de 1992 en Chone, población de la provincia de Manabí (Ecuador). Las otras jóvenes del Hogar de la Madre la llamaban “Cieli”, porque su hermana le decía que tenía ojos de cielo. Entró como Candidata de las Siervas del Hogar de la Madre el 20 de octubre de 2014, en la capilla de la casa de Playa Prieta.

Estudiaba cuarto de Medicina en la Universidad de Portoviejo (Ecuador), donde residía actualmente, en la Residencia de Estudiantes que el Hogar de la Madre tiene en esa ciudad. Como las demás candidatas, los fines de semana y la mayor parte de las vacaciones las pasaba en nuestro Colegio de Playa Prieta, ayudando en los diversos apostolados de las hermanas y formándose como Sierva.

Tenía un amor muy grande al Señor y a la Virgen Santísima. Cuando algo le costaba, bastaba preguntarla: “¿Y no lo harías por la Virgen?” A lo que ella, indefectiblemente, respondía: “Sí, por la Virgen hago lo que sea”.

Le gustaba mucho cantar la canción “Tomad Virgen pura”. Muchas veces pedía que cantáramos esta canción y explicaba el por qué, decía: “Así estamos con la Virgen”.

Una de las candidatas que vivió con ella recuerda que a veces “en sus luchas por responder a su vocación, algunas veces se enfadaba con las candidatas que vivían con ella (en la Residencia de estudiantes)”.

Pero en una ocasión, hablando con las candidatas, les pidió disculpas explicándolas: “Es que os veo a vosotras y me enojo, porque aún no tengo la fuerza necesaria para hacer lo que Dios quiere de mí”.

Era una chica responsable con sus obligaciones y muy ordenada. Tenía mucho celo apostólico, aunque al tiempo tenía que vencerse mucho para atreverse a hablar de Dios a otros jóvenes. Pero lo hacía por amor al Señor y a las almas.

Quería que sus compañeras de clase conocieran al Señor y las invitaba a las actividades del Hogar de la Madre, y quedaba con ellas para hablar, con la intención de acercarles al Señor y a Nuestra Madre.

En los cumpleaños de las chicas de la Residencia de Estudiantes dedicaba todo el tiempo que fuera necesario para preparar la fiesta y que las chicas pasaran un día muy feliz.

Cuando acompañó a las hermanas a las misiones en la selva amazónica, en el Puyo, había que hacer largas caminatas a través de la selva, por senderos enfangados y atravesando a pie, con el agua por la cintura, ríos caudalosos.

María Augusta, a pesar de estar muy cansada por el esfuerzo físico, se entregó a tope, y cuando llegaban a las aldeas, se olvidaba de su cansancio y se ponía a jugar con los niños, para ganárselos y preparar así el ambiente para poder darles luego las catequesis. Una candidata que la acompañó en aquel viaje, recuerda: “Se entrego en todo momento con mucha alegría y por amor a Dios”.




Mayra nació el 1 de octubre de 1994 en Chone (Manabí, Ecuador). Actualmente estudiaba Trabajo Social en la Universidad de Portoviejo (Ecuador) y estaba viviendo en la Residencia de Estudiantes del Hogar de la Madre.

Mayra, como Jazmina, era también muy valiente a la hora de dar testimonio y defender su fe. Le daba igual lo que le dijera la gente: si ella sabía que tenía que hacer algo porque entendía que Dios lo quería, entonces iba derecha a hacerlo. Era una chica muy disponible, siempre dispuesta a hacer todo lo que se le pidiera, más aún tratándose de las hermanas. Tenía también una alegría desbordante que te contagiaba cuando estabas con ella.

En la ceremonia de su Confirmación, la vieron romper a llorar. Cuando el sacerdote pronunció su nombre para ungirla con el Santo Crisma, ella experimentó que se le concedía en ese momento fuerza para todo lo que se le pedía: para defender su fe, para entregarse por entero a Dios… Y esto, ¡con mucha alegría!

En una ocasión el grupo de jóvenes del Hogar organizó una peregrinación al Santuario de Olón. Mayra era muy amiga de María Augusta, y cada una conocía las luchas que la otra tenía en cuanto a su vocación, así que -para ayudarse mutuamente- decidieron decir juntas el “sí” al Señor. Este sencillo gesto las ayudó mucho a las dos.

Entró como aspirante el 19 de octubre de 2014 en la capilla de la casa de las Siervas en Chone. Desde que entró, tuvo muy claro que debía entregar todo a Dios sin reservarse nada. El 1 de enero de 2015, entró como candidata. Ese día, era llamativa la alegría que tenía por poder entregarse más a Dios: ¡la alegría se le salía por los poros!

Después de su primer viaje al Puyo, para evangelizar en los poblados de los shuar ella comentó a una compañera la gracia que había sido para ella el poder formar parte de la expedición misionera, para hablar a los indígenas del amor de Dios. Y repetía que era una gracia enorme que Dios la hubiera elegido precisamente a ella como su instrumento.




Valeria nació el 14 de mayo de 2000 en Portoviejo, capital de la provincia de Manabí (Ecuador). Murió por lo tanto con quince años.

Era todavía una niña aún cuando su madre falleció en dramáticas circunstancias y su padre la abandonó. Fue acogida en casa de sus abuelos, que vivían en Playa Prieta. Poco después, comenzó a estudiar en el colegio de las religiosas en Playa Prieta.

Valeria recibió la llamada de Dios muy temprano. Tenía una sensibilidad muy especial para las cosas de Dios. Tuvo una infancia muy dura, pero el mal nunca enraizó en su corazón, al revés, ella creció con una gran bondad de corazón que hacía que todos sus compañeros de clase quisieran estar siempre con ella.

Muchas veces, sus compañeros les decían, como asombrados, a las hermanas: “Es que Valeria es muy buena, muy buena”, haciendo hincapié en la palabra “muy”.

"Nosotras la comparábamos con Santo Domingo Savio, el joven discípulo de San Juan Bosco, porque al igual que él, Valeria tenía la persuasión – y así lo manifestaba de vez en cuando – de que tenía que ser santa rápido, porque no le quedaba mucho tiempo. Viendo como se han desarrollado los acontecimientos, viéndola morir con quince años, da la sensación de que realmente fue una persuasión que el Señor puso en su corazón", dicen sus compañeras hoy.

Era tan grande el deseo que tenía de entregar su vida a Dios y de ser solo de Él, que pidió permiso a su abuela, para poder ser Sierva cuando solo tenía catorce años. De hecho, era demasiado joven para entrar de candidata, ya que las candidatas deben tener al menos dieciséis años cumplidos y el permiso de sus padres mientras son menores de edad. Por eso Valeria no podía entrar como candidata, sino que entró como aspirante. Su abuela le concedió el permiso necesario y entró el 17 de octubre de 2014.

Después de ver la película de San Felipe Neri, hizo suyo - como lema de su vida - el famoso: “Prefiero el paraíso”.

Unos días antes del terremoto, la llamó su abuela, preocupada por las inundaciones y la propuso pasar esos días en su casa, mientras las cosas volvían a la normalidad. Valeria le respondió a su abuela que ella quería morir con las hermanas. El Señor cumplió su deseo pocos días después.

"Hay un último detalle que ha conseguido emocionarnos más aún. Valeria fue enterrada en Playa Prieta el lunes 18 de abril. La vistieron con una túnica blanca y un pañuelo blanco a modo de velo, imitando el hábito de las Siervas del Hogar de la Madre. Entre los escombros encontraron la cruz de votos perpetuos de una de las hermanas. Valeria fue enterrada con esa cruz sobre su pecho", añaden.




Catalina nació el 7 de noviembre de 1992 en Tosagua, Manabí (Ecuador). Estaba estudiando Trabajo Social en la Facultad del Seminario de S. Pedro de Portoviejo y residía, con las candidatas y otras jóvenes, en la Residencia de Estudiantes que el Hogar de la Madre tiene en esa ciudad.

Catalina había tenido una fuerte conversión después de una vida muy alejada del Señor. Llevaba dos años preparándose para entrar en las Siervas. Había sido ya admitida, aunque no había llegado a emitir su compromiso oficial. Por eso, compartía ya muchos momentos de la vida de la comunidad. Pero cuando hablamos de ellas, hablamos de las cinco candidatas, incluyendo a Catalina. Deseaba ardientemente entregarse a Dios como Sierva del Hogar de la Madre. De hecho, en su corazón, ya había realizado esa entrega, y lo estaba demostrando con su vida.

Gema Menéndez, otra de las candidatas, recuerda cómo la conoció: "Yo estaba en la iglesia del Espíritu Santo, en Portoviejo. Al terminar la Eucaristía, miré hacia atrás y experimenté fuertemente que la Virgen me decía: «Ve y háblale a esa chica». Como soy muy vergonzosa, no lo hice en ese momento, pero le dije a la Virgen que si la volvía a ver le hablaría y la invitaría a las reuniones para jóvenes que teníamos en la Universidad”. La sorpresa para Gema fue que coincidió con Catalina en la parada de autobús, y pudo cumplir su promesa a nuestra Madre de hablarla si la volvía a ver.

Gema sigue contando: “Ella - desde que conoció a Dios - no paró de querer conocerle más y más, hasta el punto de cambiar totalmente de vida y querer entregarse por entero al Señor”. “Catalina fue una chica que se enamoró completamente de Jesús, se arrojó en sus brazos, y Él la purificó a través de la confesión y la Eucaristía. Podría describirla como una chica alegre. Contaba muchos chistes para que las personas se rieran. Tenía un sentido del humor muy agradable. Amó mucho a Jesús en la Eucaristía, y su trato con la Virgen fue de madre a hija”.

Quizás la parte más emocionante del testimonio de Gema es cuando afirma: “Desde que se convirtió, sus ojos estaban puestos en el Cielo, porque tenía muchas ganas de ver a aquellos que habían cautivado su corazón: el Señor y nuestra Madre la Virgen”.

Gema conserva algunas cartitas que le envió Catalina. Por ejemplo, al terminar la Semana Santa del 2015, Catalina le escribió: “Qué Semana Santa, ¿eh?!!! Ojalá siempre viviésemos junto a Él y con Él. Con Ella también. En el altar de la capilla de Playa Prieta estaba esto: «Busqué quien me consolara y no los hallé». Y me pregunté si éramos o somos su consuelo. No lo supe en ese momento. Ayer sábado, día de la Virgen, miré durante el Rosario a la Virgen Dolorosa, a su Corazón. Y Ella me dijo: «Eres mi consuelo. Tú»”.

Catalina fue enterrada el 18 de abril de 2016, en Playa Prieta. También ella, como Valeria, fue vestida con una túnica blanca, como expresión de su deseo de consagrarse a Dios como Sierva del Hogar de la Madre.