El doctor Alfonso del Corral se califica a sí mismo de testigo, un testigo de algo que le aconteció a partir del accidente que terminó con la vida de su hijo Álvaro, de seis años: su encuentro con Jesucristo resucitado.


Fue educado en la fe católica desde pequeño, pero con una fe heredada, no plenamente consciente de ella, y por lo tanto no plenamente vivida. Alfonso se describió a sí mismo como un joven luchador, deseoso de conseguir siempre nuevas metas en su vida, nuevos objetivos profesionales y nuevas metas deportivas...

Era un año muy importante para él. Aquel año lo habían nombrado médico de baloncesto, jefe de los servicios médicos del Real Madrid. Además, el Real Madrid, aquel año, iba ganando la liga. Y también en ese año leía su tesis doctoral.



Alfonso del Corral, como médico del Real Madrid, con David Beckham



El acontecimiento a partir del cual su vida da un giro de 180º aconteció el día que recibía el título de Doctor por la Universidad de Navarra, y en el que se decidía la liga. Por la mañana había participado con Paloma, su mujer, en esta Universidad, a la entrega del birrete de Doctor.

La comunidad universitaria le había cantado el "Gaudeamus igitur". Era un momento de gloria. Ese mismo día por la tarde asistía al penúltimo partido de la liga, que decidía si el Real Madrid ganaba o no aquella temporada. Jugaban el Real Madrid y el Atlético del Madrid. Aquella tarde iba ganando el Real Madrid.

En el primer tiempo el equipo madridista había metido ya tres goles a su rival. Parecía que la liga estaba ya decidida. Se hallaba, según expresión suya, "borracho" de éxitos, de euforia, de alegría. Se sentía en las nubes.

En el descanso del partido le comunican que su tercer hijo, Álvaro, de seis años y medio, había tenido un accidente con una puerta de garaje. En cuanto llegan al hospital se ponen a rezar. Al cabo de algunas horas los médicos les informan que su hijo ha muerto.


Alfonso reconoce que nuestra sociedad no está preparada mentalmente para la muerte, menos para que unos padres acojan la muerte de un hijo. El dolor al que se vieron sometidos fue brutal.

Alfonso expresa este dolor ante la pérdida de un hijo como si le pusieran a uno un bazuca y le atraviesa el pecho. “El pecho, el corazón y el pulmón te permiten respirar y caminar. Ante algo así no puedes respirar, ni caminar. Te ahogas”. Alfonso y Paloma, su mujer, estaban destrozados.

Al tercer día, después de una discusión con su mujer, coge una Biblia, la abre y lee un versículo de San Juan: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida" (Jn 14, 6).

Salió de casa, se puso a caminar, entró en una iglesia muy oscura, vio una luz encendida, se acercó a ella, y leyó unas palabras iluminadas por la luz: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida".

Alfonso y su mujer tenían dificultades para dormir, no conseguían conciliar el sueño. Al día siguiente, un diecisiete o dieciocho de junio, se levantó al alba, fue al cuarto de su hijo Álvaro y mirando entre las cosas de su hijo cae un cuaderno. Lo abre, y lee la última frase escrita por su hijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida".

En ese momento sentí dos cosas: que el dolor que tenía en el pecho era menor, mucho menor, y una Presencia que me consolaba. El dolor era distinto. No le quitaba el dolor, pero le acompañaba en él, y le mitigaba el dolor.


A partir de ahí empezó a leer todo lo que caía en sus manos sobre las distintas religiones, a los pensadores existencialistas, a Confucio. Pero sólo cuando leía los Evangelios y las Epístolas de San Pablo, experimentaba, como les ocurrió a los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-25), un fuego en el corazón que le calmaba el alma. Sabía que era Alguien. Le tenía que descubrir.

Y empezó a caminar. Esa experiencia le puso en marcha, tenía que descubrirlo. Ese fuego interior le fue curando y haciendo capaz de entender y compartir lo que le estaba ocurriendo.

A través de este camino, un médico como Alfonso, ha comprendido que la racionalidad no es suficiente para llegar a tocar ese Misterio que es Dios, que al final hace falta la fe, el salto del corazón, que iluminado en su razón por la luz de Dios se entrega a Él en un acto de confianza y de abandono. Y a partir de ahí se va comprendiendo que todo es verdad.

Fueron años muy difíciles pero muy hermosos, muy llenos de Dios, de su consuelo, de su Misericordia. Desde entonces esa Presencia no se ha marchado de sus vidas. Les acompaña permanentemente más allá de sus olvidos, de sus rebeldías, de sus debilidades. Él está con ellos, los sostiene, y conduce.


El ex jugador de baloncesto del Real Madrid, jefe de sus servicios médicos, y uno de los traumatólogos más reconocidos en España, dio testimonio de su encuentro con Jesucristo Resucitado el pasado sábado 9 de abril en la vigilia mensual de testimonio, adoración y alabanza Asalto al Cielo en la Parroquia de Colmenar del Arroyo (Madrid). El testimonio estuvo precedido por la contemplación de los misterios del rosario, y tras él tuvo lugar una hora de adoración y la celebración de la Santa Misa.

Para recibir información de sucesivas vigilias: asalto.al.cielo.colmenar@gmail.com